Suspira mientras continúa pintando, y su mente repite aquella escena una y otra vez, repite la pequeña voz de Luzu convertida en un susurro ("¿Auroncito?"), usando aquel tono que solamente usaba para llamarlo a él, cuando quería que se acercara y lo besara porque había tenido un mal día. Y había vuelto la vista hacía atrás, y lo había visto a él, sorprendido y atormentado, y luego había visto aquel brillo en los ojos de Luzu, aquel... aquel con el que lo miraba a él cuando se recogía los rizos, o cuando entraba a su estudio y lo observaba pintar.

No estaba llorando, no iba a hacerlo.

("No podemos retener a los que amamos, eso no es justo; eso no es amor.")

Si él tenía que irse, estaba bien; si Luzu le pedía que se fuera, estaba bien; si tenía que recoger sus cosas de la casa que compartían, estaba bien; si tenía que volver a su pequeño departamento, estaba bien; si tenía que volver a vender sus cuadros en la calle, estaba bien.

Todo estaba bien, solo si Luzu estaba bien, solo si él era feliz y reía con aquella fuerza que le hacía achicar los ojos.

Una pequeña lágrima desbordó sus ojos entonces, y cayó sobre la pintura que tenía entre sus manos, lo sorprendió incluso a él, entonces notó lo que estaba pintando y tuvo que dejar el lienzo a un lado. Nada sucedía aún, pero él ya estaba listo para irse.

Encogió las piernas contra el pecho, suspirando, y escondiendo el rostro allí.

* * *

El tema de la fiesta había cambiado a Rubén y a Samuel de formas totalmente distintas.

Rubén estaba tan ocupado encargándose de recibir a los invitados y de responder felicitaciones de cumpleaños que había dejado todo el tema de su ex pareja atrás; mientras que Samuel estaba muerto de nervios, preparando absolutamente todo a su alrededor para no tener ni un cabo suelto en ningún momento.

Se preguntaba si era una buena idea, mientras se miraba en el espejo, y mientras se peinaba, y mientras mensajeaba a Lucía.

Su madre había vuelto del salón, ya maquillada y usando un bonito vestido negro, le cubría los pies, Samuel llevaba un traje sencillo, con los botones delanteros cerrados y la corbata de un lila que su madre había escogido, decía que se combinaba con sus ojos.

Presionaba sus manos entre sí cuando subieron al auto, y mientras viajaba no dejaba de imaginarse como se vería Rubén, se preguntaba si tendría el mismo brillo en los ojos que había tenido siempre, o si estaría comiendo bien.

Quería dejar de pensar tanto, no podía, solo... estaba nervioso, y había hablado con su madre sobre eso, ella le había tomado la mano, asegurándole que todo iba a estar bien, y que lo que tuviera que pasar, pasaría.

Samuel no dejaba de sentirse nervioso cuando llegaron al lugar, en un hotel tan elegante que no imaginaba si quiera cuanto costaría una noche de hospedaje allí, tomó una profunda respiración antes de bajar del auto.

* * *

- Voy a tomar algo de agua. - avisa Rubén, Mangel lo sigue, suspirando y estirando los brazos sobre la cabeza. - Joder, tío, estoy tan cansado de saludar a todo el mundo.

- ¿Qué quieres que te diga, Rubiuh? Invitaste a todas las personas entre tus contactos. - se queja el de lentes, deteniéndose con el peliblanco en la pequeña barra donde un hombre agita tragos. 

Endless cliché • Rubegetta • (ELC)Where stories live. Discover now