🎸Capítulo Uno

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Elanor acaricio mi cabeza.

—No puedes esconderte del mundo —musitó.

—No, pero si puedo esconder al mundo de mí.

En esta ocasión su mano acaricio mi mejilla y desvié mi rostro hacia la ventana.

—El peso que estas cargando terminara por consumirte un día de estos y, cuando intentes salir a flote, no podras hacerlo —dijo con una tristeza plasmada en su voz.

«No tenía planeado salir», pensé mientras la escuché alejarse.

Dedique un tiempo a terminar mi taza de café, intentando apagar las voces de alrededor y concentrarme en la música. Después de una batalla interna que terminé perdiendo. Tuve que obligarme a terminar mis tareas sin importar la escasa energía e interés que tenía en ellas.

Cuando faltaba una hora para que Pann's cerrara empecé a guardar mis pertenencias para irme. No quería colmar la poca paciencia que le quedaba a Elanor y terminara cumpliendo lo que había dicho. Al levantarme del asiento me colgué la mochila sobre los hombros, me puse los audífonos y presioné el botón de play del walkman. Deslice el gorro de mi sudadera sobre la cabeza antes de salir por la puerta de cristal y que el frescor de la noche me recibiera en una oleada.

Tomé la sombrilla que había dejado cuando llegué en el apartado especial que tenían para ellas. Esta se abrió como una flor y la posicione sobre mi cabeza sujetándola de una mano y guardando la otra en el bolsillo de mi sudadera buscando que no se congelara.

Emprendí camino a la derecha sin prisa alguna.

La luz de los postes alumbraba mi camino a través de la oscuridad, y tenía la sensación de estar atrapada en un viejo cuadro de pintura. La calle se encontraría desolada de no ser por los carros que pasaban de vez en cuando. Mis pies caían en la inevitable tentación de brincar sobre los charcos de agua que se me cruzaban enfrente.

Si lo pensaba mejor Inglewood no contaba con algo especial. Todas las casas tenían la misma estructura y una paleta de colores similar. No había mucho que se pudiese hacer y por eso la mayoría prefería escaparse los fines de semana a la ciudad. Hasta podía asegurar que aquí era más tranquilo y menos concurrido. No comprendía la inquietud de Elanor, y es que el volver sin compañía a casa era lo que disfrutaba más.

El viento soplo con fuerza ocasionando que me encogiese y entrecerrara los ojos buscando evitar que alguna basura me entrara. Saqué la mano de mi bolsillo para acomodar los mechones que se habían escabullido y me volví hacia atrás por instinto. La sombrilla me impidió ver más allá de unas botas negras de combate y unas largas piernas que no parecían lidiar con su peso.

Sin mucho interés en seguir observando a la persona que tenía atrás regrese mi vista al frente. Me tocaba dar vuelta a la izquierda en la siguiente calle y, puesto que no había necesidad de presionar el botón peatonal, continue mi camino. Percibí un movimiento de mi lado derecho a pesar de traer los audífonos y ocasiono que volviese la mirada atrás. Esa persona seguía caminando detrás de mí, y esta vez no me sentí tan tranquila como la primera vez.

Debido a la inquietud aferre mi mano a la sombrilla buscando estabilizarme y seguir caminando como lo había estado haciendo. No quería ser paranoica con la situación, pero las palabras de Elanor retumbaron en mi interior y por primera vez desee que no fuesen acertadas.

Giré a la izquierda nuevamente y sin levantar sospechas por el rabillo del ojo me cercioré de que ya no estuviese la persona. Suelen decir que la tercera vez es la vencida y con esta confirmaba que me estaban siguiendo. El miedo hizo presencia en mi cuerpo ocasionando que mi respiración se volviese irregular y un dolor se me asentase en el centro del pecho. Sin importar el frío que estuviese haciendo mi mano comenzó a sudar y temía que la sombrilla se me resbalara del miedo. La que tenía libre la ocupe para retirarme los audífonos y poder concentrarme en lo que estaba pasando.

No olvides mi voz Where stories live. Discover now