🎸Capítulo Trece

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Even In The Dark – Jxdn

DESTINY

18.

Ese maldito día del mes que odiaba había llegado, desconocía con exactitud las horas que llevaba despierta, sin levantarme de la cama y con mi antebrazo cubriendo la mitad de mi rostro, queriendo dejar de sollozar y sentir ese sabor salado en mis labios. La desesperación que me provocaba sentir ese dolor en el pecho no se lo deseaba a nadie. El querer gritar hasta que se desgarraran mis cuerdas vocales y lograr de esa forma sentirme ligera. Mi cuerpo vibraba con cada sollozo y no me importaba que me escuchasen. ¿Cómo se supone que soportaría ese día? El hecho de que los últimos días la había pasado mal influían mucho.

Todo por esa noche, en la que Mitchel me preguntó la razón de mi temor a las alturas y no hizo más que remover cosas de mi oscuro pasado. Si supiese que no era la altura a lo que le temía, era a los recuerdos que esta traía. No sabía nada, era normal que le causara intriga, pero ¿qué se supone que debería haber hecho? Si lo dejaba quedarse más tiempo hubiese intentando indagar más en cosas que no eran de su inconveniencia.

¿Por qué siempre hacía eso? Me concentraba tanto en las cosas negativas que opacaba las positivas. Antes de eso me había reído, después de llevar meses creyendo que no volvería a hacerlo. ¿Era normal que me preocupara en lugar de estarme alegrando? No quería pensarlo, porque si me permitía hacerlo, me daría cuenta de que estaba siendo borde con el único chico que se había mostrado amable conmigo. Me limpié las lágrimas con el dorso de mi mano, y luego escuché unos susurros viniendo del pasillo. No alcance a distinguir lo que decían, pero unos toques a mi puerta me hicieron enderazarme al instante. La oscuridad de mi habitación me impedía saber de quién se trataba.

—¿Todo bien, cariño? —Un nudo se formó en mi garganta al darme cuenta que se trataba de ella. ¿Eso era lo que estaban susurrando? ¿Que mi padre no había querido venir a verme? Desearía que no me hubiese dolido como lo hizo. Al no recibir una respuesta de mi parte, abrió la puerta y asomó su cabeza—. ¿Quieres hablar?

—Faltaré a clases —dije simplemente.

—¿Por qué? —indagó preocupada—. ¿Estás enferma?

—Sí.

—Tendré que informar a la escuela... —murmuró. Sin embargo, había algo en su tono de voz que la delataba. No me había creído y la pregunta que hizo me lo confirmó—. ¿Quieres un té de Lavanda?

Atraje mis piernas hacia mi pecho y envolví mis brazos en ellas. Ese té me traía recuerdos de las primeras noches en que las pesadillas no me dejaban dormir. ¿Cómo le explicaba que solo había funcionado al principio? ¿Cómo le confesaba que prefería estar despierta?No quería quitarle la intención, así que simplemente asentí con la cabeza. Unos minutos más tarde volvió con la taza caliente entre sus manos y la dejó en mi velador. Extendió su mano hacia mi frente para tomarme la temperatura y me dio una mirada angustiada. No tenía que decirlo en voz para saberlo, pero aún así lo hizo.

—Tienes fiebre —dijo preocupada.

Me alejé de su toque y agarré la taza.

—Estaré bien... —Me refugié en el vapor que brotaba del té con tal de no ver el dolor que mi acción le había provocado. —Solo necesito descansar.

Ella se enderezó y guardó uno de sus mechones castaños detrás de su oreja.

—No dudes en llamarme.

No olvides mi voz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora