🎸 Capítulo Cuarenta y Uno

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Where's My Love – SYML

DESTINY  

Ese día que regresamos del aeropuerto quedé en avisarle a Corinne el día que me sintiese lista para hablar con el director. Y, justo antes de bajar del auto, se disculpó conmigo. No era quien para juzgarla, sus razones debió de tener para actuar de la forma en la que lo hizo y lo importante era que se había dado cuenta de su error. Les agradecí por haberme llevado y me despedí de ellos para entrar a casa.

Las primeras semanas me sentí como una persona diminuta que no dejaba de correr en círculos sobre un disco de vinilo. Obsesionada con seguir reproduciendo cada instante que pase a su lado con el miedo de que en algún punto llegase a comenzar a olvidarlos.

Me sentaba en el techo inclinado por horas con los auriculares puestos, escuchando el casete que me había regalado y observando la habitación vacía. A veces me gustaba cerrar los ojos e imaginar que se asomaba por la ventana.

En otras ocasiones lo imaginaba sentado al lado de mí. Me rodeaba las piernas con los brazos, buscando reunir cada fragmento de mi corazón roto y dejaba salir las lágrimas. No entraba a casa hasta que sentía el cuerpo entumecido por el frío.

Mis días en la escuela siguieron del mismo modo, intentando concentrarme en las clases y en las pocas tareas que me dejaban. No dejé de asistir a mis citas con el señor Saltzman y en una de ellas hasta me atrevi a contarle que me había dado la oportunidad de recordar lo que sucedió con Saffron y me respondió que estaba orgulloso de mí, pero aún no me sentía lista para contárselo también a él.

Después de eso llegó la semana de vaciones que daban por acción de gracias. Esa noche mis padres organizaron una pequeña cena como todos los años, pero sería la primera en la que no estarían presentes mi amiga y sus padres.

El ambiente se sentía muy tenso y lo único que se escuchaba era el ruido de los cubierto. No entendía el propósito de que estuviésemos celebrando aquella festividad, cuando llevábamos meses sin actuar como una familia de verdad y todos habíamos puesto aunque sea un granito de arena para que así fuese.

Mi madre fue la que dicidio romper con el silencio.

—¿El sobrino de los Gleeson se ha ido?

Dejé de jugar con la comida y levanté la mirada.

—¿Lo conocías? —pregunté extrañada—. Sí, tiene veinte días que se fue.

Asintió con su cabeza.

—Me imagino que no debió ser fácil para ellos el saber que volverían a estar solos —murmuró pensativa.

—No debió serlo.

¿Pero si me refería a ellos?

—Fueron varios meses los que estuvo aquí... —La voz de mi padre me hizo girarme hacia él, y observé cómo se llevaba la copa de vino a la boca—. ¿Se encontraba en año sabático? No creo que en la escuela de donde venga le den tantas vacaciones.

Me aclaré la garganta.

—Es un cantante —le expliqué.

Soltó una risa e intercambió una mirada con mamá.

—Espero que profesional.

Fruncí el ceño.

—De echo, sí. Es muy famoso.

Elevó una ceja mientras se dedicaba a llevarse un poco de comida a la boca y masticarla con lentitud.

—Me imagino que eso lo decía él.

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