X

2.1K 255 16
                                    

Algo Prestado y Azul


Hinata

― ¡Por qué! ¿Por qué soy así? ―lloré, tratando quitarme el maldito vestido. La cremallera estaba rota, y no se movía para nada. Mirándome en el espejo, suspiré― Eres una idiota, Hina ―susurré mientras sonaba mi teléfono― Sasuke, no es un buen momento ―respondí.

― Si alguna vez me ruegas por mi libro, o algo de mi vino otra vez...

― ¡Espera! ―traté de moverme hacía mi puerta, pero tropecé un poco con el dobladillo del vestido, golpeando mi escritorio.

― ¿Qué estás haciendo?

Enderezándome, salí rápidamente de mi habitación.

― Sólo deja el libro y la botella junto a la puerta...

― ¿Quieres que haga qué?

Urgh.

― Estoy en medio de una situación. Sólo deja...

― ¿Estás llorando?

― ¡No, no estoy llorando!

― Hinata...

Molesta, y sin pensar, abrí la puerta.

― Sasuke, no estoy llorando.

Sus ojos negros vagaron por mi vestido de novia estilo sirena sin tirantes que llevaba puesto, luego de vuelta a mi rostro.

Quería cerrar la puerta de un golpe en su cara, estaba tan avergonzada, pero sabía que eso lo empeoraría diez veces.

― Adelante, ríete. ―suspiré, esperando en la puerta mientras Nevado se acercaba a Sasuke, colocando ambas patas en sus piernas.

― No veo nada gracioso ―respondió, tendiéndome la botella de vino y el libro de medicina que le pedí antes de acariciar la cabeza de Nevado.

― Preferiría que te rieras ―me haría sentir menos patética― Gracias por esto, te devolveré el libro mañana.

Estaba por llamar a Nevado, cuando lo recordé.

― Somos amigos, ¿verdad? ―pregunté, aunque me resultaba extraño sólo llamarlo amigo.

Levantó la mirada de Nevado.

― Supongo.

― Entonces, podemos ayudarnos sin juzgar, ¿Verdad?

― Sólo escúpelo.

― Esto es tan vergonzoso...

― Hinata, estás de pie frente a mí con un vestido de novia. ¿Qué podría ser más embarazoso para ti?

Tenía que preguntar.

― No puedo quitármelo.

― ¿Tú qué? ―preguntó lentamente.

― El vestido de novia. ¡El estúpido vestido de novia no quiere salir! y ¡cada vez es más difícil respirar! ―coloqué una mano sobre mi estómago. La maldita cosa era como una anaconda que se envolvía más apretada cada vez que respiraba.

Cubrió su boca para reprimir una risa, pero no pudo soportarlo y se echó a reír.

― ¡Pensé que dijiste que no era divertido!

― No lo era, ¡Hasta que me dijiste que estabas atorada! ¿Cómo sucedió eso?

― Gané un poco de peso, está bien... ―por alguna razón, mientras más se reía, mejor me sentía― ¿Me vas a ayudar o no?

That Thing...Where stories live. Discover now