Capítulo II: Los niños en el bosque

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Dulce criatura,

¿podrás decirme,

por qué

las almas sensibles

se atormentan

en la soledad y el silencio,

y se engañan

buscando su deleite,

allí donde no está?

¿Me lo puedes decir,

dulce criatura?

Johann Wolfgang von Goethe, Liebliches Kind

Los hermanos Croizen pertenecían a una familia de inmi­grantes alemanes que había llegado a Salem[1] en busca de fortuna. El padre de Geri, Manuel Croizen, había nacido en un pueblo de Westfalia, en un hogar miserable. Desde niño había demostrado tener una inteligencia superior. A los diez años, por ejemplo, para entrenar su memoria, había decidido aprender los nombres científicos y locales de todas las aves del estado de Westfalia. Ya a esa edad, soñaba con abando­nar la pobreza de su hogar y viajar a la ciudad más próxima, donde estudiaría psicología. Había oído decir que los análisis del doctor Sigmund Freud habían revolucionado el mundo y deseaba, con ansias a duras penas reprimidas, estudiarlos a fondo. Cuando terminó el colegio, sus padres lo enviaron a Colonia, donde se instaló en una casita de ladrillos rojos, al final de un pasadizo sin luz. Aquello resultó tan arduo e im­posible como cruzar un profundo lodazal. El pobre diablo no tenía qué ponerse y asistía a la facultad con unos enor­mes zapatos azules y con la ropa brillante y descolorida. A veces, empujado por las tenazas rojas del hambre, saltaba al techo vecino, que pertenecía a una horrible bruja, y llenaba su sombrero con huevos de gallina. Su cama era un amasi­jo de paja podrida. En esas circunstancias conoció a María Simma, a quien se aferró como un loco para no hundirse en la melancolía. María era una joven que cantaba y toca­ba el órgano en la Iglesia de los Jesuitas, tenía una memoria auditiva tan prodigiosa que podía reproducir cualquier tipo de melodía. Cierta vez, escuchó en la catedral de Colonia —donde acudió a ver el cofre de los Reyes Magos—, un concierto de arias barrocas de un ejecutante famoso. Cuando estuvo de vuelta en la Iglesia de los Jesuitas, sentada ante el viejo órgano, repitió el espectáculo de principio a fin, ante la incredulidad de los parroquianos. Sus dedos revoloteaban sobre las teclas, tan frágiles y fugaces, como los gorriones bajo las copas de los árboles. María era diez años mayor que Manuel, pero también era la mujer más hermosa que él había visto en su vida. Ambos jóvenes se enamoraron a los pocos días de conocerse. Croizen iba a verla al cuartito que ella arrendaba cerca del templo. Ahí las horas se volvían minutos, entre conversaciones interminables, café, frutas, cigarrillos y, cuando había un poco de suerte, bombones. Muchas veces, ya de madrugada, cuando llegaba la hora de separarse, María cantaba para Manuel pasajes de arias famosas, de preferencia algún fragmento de La Traviata. Entonces Croizen se retiraba de la habitación, de puntillas, con una sonrisa extasiada, con los oídos zumbándole; cualquiera que lo hubiera visto en ese trance podría haber imaginado que estaba ebrio. Los padres de Manuel, al enterarse de estas visitas, le prohibieron al jo­ven frecuentar a María, bajo la amenaza de abandonarlo a su suerte en la ciudad si desobedecía; él sintió que le quitaban su única riqueza, aún así, aceptó su suerte durante meses. Pero una tarde en la que intentaba atravesar la avenida principal de Colonia, en medio de una lluvia bíblica, sus ojos tropezaron con la pequeña figura de María que hacía lo indecible por cruzar la pista, esquivando los automóviles que patinaban, evitando los charcos que se habían formado en la calzada, y defendiéndose del temporal con un vestido ligero y un gorri­to que sujetaba con ambas manos para evitar que se lo lleve el viento. Solo en ese instante, al verla tan indefensa, Croizen comprendió que María era lo más importante que le había ocurrido en su corta vida, y decidió no solo volar a entregarle el único paraguas que tenía, sino también casarse con ella, lo cual hizo el mismo día que se licenció como psicoterapeuta en la universidad.

La casa del sol naciente #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora