CAPÍTULO: 50

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Este capítulo contiene escenas catalogadas como +18. Si no te gusta leer este tipo de escenas, queda bajo tu responsabilidad. 

LOLA

—¿Qué respondes, Lola? Es tu gran sueño.

Un sudor frío recorre mi espalda y las palmas de mis manos desnudas, sin preámbulos ni temeridades. Una fuerte corriente eléctrica sacude mi espina dorsal, recreando en mi mente la imagen de mi hermano mellizo, cabizbajo, con la mirada aguamarina perdida entre la madera que viste el suelo de la cafetería.

—Bruno—le llamo, con voz y pasos decididos—, este dinero no va solo dirigido a mí, mamá tuvo que pensar en los dos por igual.

—Yo lo sabía.

Su confesión me toma completamente desprevenida. El aroma a café recién hecho se funde con el olor a humedad y tierra mojada que traen consigo las primeras tormentas de verano, desvaneciéndose. Sus penetrantes ojos, amparados por profundas sombras amoratadas bajo los párpados, conectan con los míos, incrédulos, inmersos dentro de la mayor catástrofe natural que la vida nos ha impuesto sobre nosotros. Un atronador huracán de emociones, la furia del oleaje bañando mis pupilas y el devastador fuego expulsado de un volcán en erupción simulando la esencia y cabello de la mujer de mi vida. Todo ello, junto, formando una simbiosis en perfecto equilibrio caótico.

—¿Cómo que tú ya lo sabías?

Bruno traga saliva con dureza. Observo como la nuez de su garganta desciende voluptuosa y la tensión en su mandíbula se contempla más que apreciablemente.

—El día en el que mamá murió, yo estaba hablando con los médicos y el personal de la funeraria cuando, el señor Collins, acudió a mí con un sobre blanco. Ese sobre blanco—señala al documento que todavía reside entre mis manos—. Me explicó todo. Lo mal que económicamente lo habíais pasado, hasta el extremo de no poder costearte los estudios en los que siempre te has querido formar. Te has dejado la piel trabajando en el Muse's, ayudando a mamá, recortando cualquier mínimo capricho con tal de poder llegar a fin de mes y tener el dinero justo para pagar la medicación. Lola, creo que ese dinero es mucho más tuyo que mío.

Antes de que pudiese decir nada más, mi hermano aferra sus dos manos sobre mis hombros, sin perder el contacto visual.

—Accedí a rechazar mi parte porque ya es hora de vivir tu propia vida.

—Es un acto muy noble por tu parte, Bruno— afirma Gala.

—Lola—me llama el señor Collins— tal vez lo mejor sea que descanses y pienses bien tu decisión. Estaré esperando tu llamada con una respuesta.

—Nosotros podemos quedarnos a recoger toda la cafetería—propone Abril, quien coge mi mano y deposita un pequeño beso cariñoso en mi mejilla izquierda—. Te llamo luego.

Asiento, incrédula, sin despegar la mirada de la figura de mi hermano mellizo. Es cierto que es un gesto que le honra, me enseña la bondad que guarda dentro de su corazón. Pero tengo miedo de arrepentirme y tomar la decisión equivocada, me torturaría el pensar que, parte de ese dinero, Bruno podría haberlo aprovechado mucho mejor que yo.

Ni te imaginas la falta que me haces en este momento, mamá.

Lukás, ayudado por su inseparable bastón de color verde, se une a mí pasado un brazo por mis hombros. Caminamos hasta abandonar el Muse's para adentrarnos en el frío portal del piso, próximo a la cafetería. Como diría América, este es uno de los privilegios que tiene el vivir al lado del trabajo; ahorras en transporte público y, puedes ir al baño tantas veces como tu cuerpo te lo pida sin necesidad de ser escrupuloso. Nuca sabes lo que puedes encontrar en un lavabo de un establecimiento, incluso en uno que sea de tu propiedad.

OXITOCINA (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora