EPÍLOGO

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LOLA

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LOLA

Verano, aproximadamente nueve meses después.

El repiquetear de mis tacones sobre el abrillantado suelo de la sala, se ha instalado dentro de mis oídos desde hace más de una hora. No puedo evitarlo. He intentado quedarme quieta en algún lugar estratégico del local, alguna esquina o recoveco donde mi presencia pase lo más desapercibida posible. Pero ha sido imposible. Necesito ver las reacciones de todos los asistentes a la exposición. Mi primera exposición. Mi primer material a la vista de todo el mundo. Dirigido y creado por mí, solo por mí.

Y me siento tremendamente orgullosa, faltaría más. Pero los nervios me están devorando por dentro cada minuto que pasa. He perdido la cuenta de cuántos canapés y copas de vino he ingerido desde que Gala, quien me amenazó con cortarme a pedacitos si no daba el discurso de introducción a la exposición, ha bajado del escenario situado al fondo de la enorme habitación.

No podría haber encontrado un lugar mejor para dar a conocer mis fotografías.

Se trata nada más y nada menos que una de las salas oeste del Museo Belvedere de Viena. Uno de los edificios más emblemáticos y visitados de la ciudad que considero mi nuevo hogar desde hace tres meses. Y, si todavía me resulta un sueño compartir una exposición en el mismo lugar donde reside una de las obras más famosas de Klimt: el beso, en parte, tengo que darle las gracias al padre de Lukás y a su gran facilidad para mover hilos entre todos sus contactos. Desde que Lukás y yo tomamos la consensuada y, según Abril precipitada decisión, de venir a vivir juntos a la capital austriaca, la relación con su padre ha mejorado. Les queda mucho por aprender, pero no tiene nada que ver con aquel hombre frío, calculador e inseguro que conocí hace meses.
Lukás y yo, viviendo juntos, aquí en Viena... Me parece una completa locura. Una preciosa locura que no nos podría haber venido mejor. La convivencia tiene sus complicaciones, y Lukás es una de las personas más desordenadas que conozco. Él dice que su caos guarda un control. Un control que, desde luego, yo todavía no he encontrado ni mucho menos entiendo. Pero todo eso se me olvida cuando, al volver a casa, me recibe con una caliente taza de té, un beso en los labios y un, cuántas ganas tenía de verte, en forma de susurro sobre mi cuello.

El lanzamiento de su novela fue todo un éxito, posicionándose dentro de los diez libros más vendidos en todo el país y, en España, las últimas noticias es que esperan a que la editorial envíe nuevas copias pues el stock de las mismas se agotó en semanas. Ahora ha dado el salto y se ha traducido en dos idiomas más para tener un mayor alcance. La editorial está realmente contenta con el resultado, incluso le han propuesto la posibilidad de adelantar la fecha de entrega del nuevo proyecto, pero Lukás no está muy convencido. Quiere hacerlo bien, sigue siendo el mismo chico perfeccionista de siempre. Pero mucho más guapo, muchísimo más.

Levanto la mirada y ahí está. El chico de la butaca trece, sentado sobre un viejo taburete de madera mientras se dedica a rasgar con sus dedos las cuerdas de su antigua guitarra, al compás de Phil Collins. Ni siquiera me dio opción para debatir sobre la lista de canciones.

OXITOCINA (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora