CAPÍTULO: 41

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LUKÁS

El cuerpo desnudo de Lola descansa grácilmente apoyado sobre mi pecho, cobijado bajo uno de mis brazos. Las yemas de mis dedos recorren la suavidad de su piel, explorando su cintura para, luego, subir por su costado hasta el hombro, donde queda reflejado el sereno compás de su relajada respiración. La calidez que desprende su mano sobre mi abdomen, su inconfundible y tan distinguido aroma, el tacto de sus piernas unidas con las mías, el sabor de toda ella recorriendo mis venas. Todo. He sucumbido a toda ella, no solo esta noche, algo dentro de mí me advirtió de que, tarde o temprano, lo haría. Y, gracias a esa voz en mi interior, ahora mismo, soy el hombre más feliz del planeta.

Había olvidado lo que realmente supone hacer el amor con una persona. No hablo del sexo, lo cual, no deja de ser importante. Pero, hablo de algo más, de ir un poco más allá. Esa magia que se crea en cada caricia, la opción de tomar un tiempo entre besos para observar, tocar, sentir a la otra persona, la sensualidad que renace entre ambos. Esa conexión, ese amor en definitiva.

Lola ha hecho que recuerde toda esa vorágine de emociones. Incluso, mucho antes de quitarle la ropa.

Después de nuestro primer encuentro, decidimos tomar la suculenta cena a base de croissants rellenos de jamón y queso y, como broche final, una de las nuevas creaciones en bebidas especiales del Muse's; batido de frutos rojos y canela con espuma de chocolate con naranja. Queda todo dicho cuando, afirmo, que esta es la bebida que quiero tomar antes de mi funeral.

Nos quedamos despiertos, charlando sobre el nuevo manuscrito que la editorial me ha entregado para dar el último vistazo antes de que salga al mercado, de cómo su hermano le ha ayudado a organizar todo para esta noche y de las ganas que Lola tiene de presentármelo. No cabe duda de la alegría que irradia su voz al hablar de Bruno, y eso a mí me complace el alma. Sé lo mucho que echaba de menos tener a su hermano cerca y, ahora, me enorgullece que juntos sean capaces de recuperar el tiempo perdido.

Hablamos de América, de nuestra comida del otro día, donde Lola aprovecha para preguntarme si me sentí incómodo. Irremediablemente siento una punzada en el estómago al recordar aquella tarde de verano donde, América, se convirtió en mi mano derecha para estar hoy aquí, con Lola. Tengo que encontrar el momento idóneo para contarle toda la verdad, no se merece que le oculte más respuestas. Hice una promesa, con ella, con su madre y conmigo mismo. Que nunca más volvería a hacerle daño. No puedo volver a adjudicarme la etiqueta de cobarde.

Horas más tarde, volví a hacerle el amor, una y dos veces más. Sentir a Lola extasiada de deseo se acababa de convertir en una nueva adicción para mí. Percibir como reaccionada su cuerpo al adentrarme en ella, la tensión que descargaban sus músculos al alcanzar el orgasmo, su respiración agitada en mi oído, la forma en la que me besaba los párpados cada vez que nos fundíamos el uno con el otro.

Lola es la más bella obra de arte que la humanidad ha tenido el placer de guardar en su seno. Y yo, el idiota más afortunado por compartir con ella un legendario hilo rojo. 









¡SORPRESA! Imagino que no esperabais un nuevo capítulo de Oxitocina hoy pero, me he sentido inspirada y, dada la acogida que ha tenido el capítulo anterior (mil gracias, bonicos ❤) tenía muchas ganas de escribir un poco las sensaciones de Lukás después de algo tan especial.

Sé que es un capítulo muy corto pero me gusta mucho alternar esta clase de capítulos en las novelas.

Espero que esteis muy bien, cuidaros mucho ❤

No leemos 

María

OXITOCINA (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora