015

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—Tocaron el timbre. —Dijo Jimin sin despegar la mirada de la pantalla de su celular.

—¿No puedes abrir tú? —Él negó. —No estás haciendo nada. —Jimin no habló más y continuó sumergido en lo que sea que miraba; al ver que no lograría nada, mejor dejé el cuchillo con el que cortaba la verdura a un lado y caminé a la puerta.

Por ser viernes en la tarde, imaginé que tal vez sería la vecina avisando que el correo ya llegó, pero en realidad era mi madre. Sorprendida, miré su sonrisa enorme y la pesada bolsa que cargaba en su hombro.

—¿No me dejarás pasar? —Preguntó haciéndome reaccionar.

¿Por qué estaría aquí si mi semana de descanso apenas pasó?

Ella pasó y dejó la bolsa en el sofá, acomodó su blusa mientras paseaba sus ojos por las paredes: —Amo la decoración. —Sonrió juntando sus manos. —¿Y Jimin? ¿Está en sus asesorías?

—No. —Negué con la cabeza. —Estaba preparado la comida apenas, se nos hizo tarde. —Los labios de la mujer frente a mí formaron un círculo. —¿Por qué estás aquí? —Le pregunté por fin.

Sus ojos sonrientes acompañaron a sus labios: —Quise traerles algo. Ya sabes, por su reciente perdida... —Regresó sus pasos al sofá y abrió la bolsa; un par de cajas de galletas salieron de ahí y todas me las ofreció.
No teniendo mucha idea de como es que supo que son las preferidas de Jimin, las tomé y la guíe hacia la cocina. Debía guardarlas bajo llave antes de que el de cabellos de rastros azules terminara con ellas.

—Dame. —Sus ojos por fin salieron de la pantalla y me siguieron hasta que llegara a la alacena. —Por favor. —Terminó cuando lo miré seria. Su lengua pasó por sus labios y después sonrió bajo.

Al terminar de guardar las cuatro cajas, tomé una de vuelta y saqué un paquete, después cerré con el candado que la señora Park me pidió estrictamente nunca olvidar y me acerqué a Jimin: —Solo si prometes comer cuando esté lista la comida. —Le condicioné.

Sus mejillas rosadas se abultaron cerrando un poco sus ojos, parte de su encía acompañó a sus dientes al sonreír y asintió: —Lo prometo. —Respondió y sonriendo también yo, le entregué las galletas.
Cuando recordé que mi madre seguía aquí, levanté la mirada y me sonrojé como nunca al chocar con sus ojos.

Ella estaba en la entrada de la cocina, con los brazos cruzados y una sonrisa que jamás le había conocido: —Es un bebé. —Me dijo sin voz, solo moviendo los labios. Lo decía en una forma tierna, lo sé porque sus gestos son los mismo que hace cuando mira a mi primo de 5 años.
La verdad, es que no había como negar lo que acaba de decirme, Jimin si es un bebé, al menos ante mis ojos y permiciones.

Las personas autistas tienen una taza de mortalidad de 18 años menos que la población general; una de las razones o causas de esto, es diabetes.
Tal vez es la lástima que dejamos invadir nuestro pecho o la falta de autoridad en nuestra personalidad la que colabora con dicho problema, aunque la verdad no debería existir ni uno ni otro. Mucho me costó entenderlo y aplicarlo, por lo que si, aunque permito que Jimin consuma ciertos niveles de azúcar solo porque me convence con unos lindos ojos sonrientes, también trato de compensarlo al pedirle que no deje de comer.
Y él en su leal promesa, acaba con todo lo que hay en su plato después.

A mi corta edad me encontraba con las preocupaciones que mi madre comenzó a cargar a los 30. Justo después de que yo naciera.

—Hola, Jimin. —El rostro de mi madre buscó el del nombrado. Su tono de voz sonaba pacífico, por eso la mirada de Jimin se levantó un poco para mirarla un milisegundo; ella sonrió al darse cuenta de que su primer encuentro fué exitoso.

Autismo. || PARK JIMIN Where stories live. Discover now