013

13.3K 1.5K 298
                                    

Por más que Seokjin quisiera contener su risa, sabía que en cualquier momento soltaría una burlona risilla después de secar las gotas del agua que bebió.

—Seguramente te sientes como en la primaria. —Habló sonriendo. —Que tiernos. —Volvió a decir. —Jimin jamás me había hablado sobre como se siente al ser autista, creo que te mereces un reconocimiento por lograr que se abriera de esa forma.

—No necesito un reconocimiento. —Respondí. Miré la pantalla de mi celular un momento y después de corroborar que la mañana comenzaba a terminar, regresé la mirada a Seokjin. —¿De qué manera le dirías eso?

Seokjin levantó las cejas y los hombros: —Yo no veo porque le diría que siento algo por él, es mi primo. Sería raro. —Ni en los momentos más serios el pelinegro deja de hacer bromas; después de mirarlo con ojos reclamantes, rió una última vez y unió sus manos. —Supongo que deberías decírselo como se lo has dicho a otros chicos.

Poco útil me resultó el consejo de Seokjin, pues la verdad es que jamás le he dicho yo a un chico que siento algo por él. Expresar mis sentimientos siempre ha resultado algo difícil para mí, cosa que en Jimin también he visto repetidas ocasiones.

Aunque las palabras no son las únicas con las que nos comunicamos y expresamos.

Aquel peliazul que revolotea mi corazón tiene esos pequeños ademanes que hace con las manos cada que algún ruido le molesta; o la forma en la que carraspea su garganta cuando se siente incómodo o quiere irse a su habitación. Yo, en cambio lo único que puedo hacer cuando algún ruido me molesta y no quiero ser grosera al hablar con quién lo provoca, es señalar levemente con mis dedos mis orejas; tratando de decir que mis oídos duelen.

Creo que nunca había pasado por mi cabeza el que Jimin y yo no somos tan diferentes como muchas veces lo mencioné.

Tu mundo y el mío son diferentes. —Le decía repetidas veces.
Cómo si quisiera hacerle saber que encontrar una conexión entre nosotros sería imposible; ahora, he quedado como una ridícula, porque no solo Jimin ahora es mi mejor amigo.
Sino que también me he enamorado de él.

De él y su tonta risa cuando en la televisión no dejan de escucharse bromas aún más tontas. De sus expresiones faciales cuando la comida no le gusta o le parece un sabor demasiado fuerte.
Y también de lo honesto que llega a ser, de toda la verdad que puede decir sin la intención de querer lastimar. La dice porque siente que debe ser así, porque podría ahogarse si no sale de su garganta; estoy segura de que en su cabeza jamás pasa el querer ofender a alguien.

Aunque el mundo no esté listo para su honestidad, él seguirá hablando.

Seokjin se fué poco tiempo después. Sus asesorías tendrían que ser suspendidas por una semana a causa de un pequeño y obligatorio viaje que el pelinegro debe cumplir; pero al final de una pequeña conversación, recordó una de las razones por la que conseguí este empleo.
Mis calificaciones, dejándome a mi entonces como la encargada de estas.

Aunque preocupación no llegó a mi cuando recibí la noticia, los nervios si se vieron presentes.
Es claro que Jimin tiene su ritmo acomodado al de Seokjin, ¿Y si no hago las cosas como ellos las hacen rutinariamente? ¿Y si en lugar de aprender, solo nos frustramos por no saber cómo hacerlo?

Todas esas preguntas dejaron de existir en cuanto llegué con Jimin.

—¿Estás nerviosa? —Me preguntó después de sentarme a su lado. Sus pequeños ojos miraban como secaba el sudor de mis manos en mi suéter.

—No sé cómo podemos comenzar. —Confesé.

Jimin sonrió y negó con la cabeza: —No debes preocuparte por nada. —Habló sonriente. —Tengo algo con lo que me gustaría que me ayudaras, podemos comenzar aquí. —Con la alegre expresión que siempre porta, se alejó de mí y corrió hacia la mesita que está junto a su cama, de ahí tomó unos cuantos libros y examinandolos, regresó a mí.

Autismo. || PARK JIMIN Where stories live. Discover now