Capítulo Quince

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Sábado 11:00pm ¿Listos para la primera clase?

«Yo soy su maestro»

Cuatro simples palabras.

Rebotaban en mi mente, anclándose en una perfecta cadena de sentimiento que formaba un ciclo infinito de terror; sin temor a ser olvidado, sin evaluar las marcas que creaba, sin ser consciente de lo que provocaba. En mí. En todos.

De un momento a otro, solo reinó un silencioso pero cargado caos.

Quisiera decir que alguien levantó su voz para callar la voz terrorífica, que alguien se atrevió a reírse o molestarse. Más aun, quisiera decir que todo era una broma pesada, como hace unas horas cuando Ty oscureció la habitación, pero lo cierto es que todo lo que pasaba era absolutamente real.

Se estaba cumpliendo nuestra peor pesadilla.

Alguien descubrió nuestros secretos, peor aún, quería que pagáramos por todos ellos.

Pero ¿De qué manera?

Aquella risa escalofriante volvió a inundar mis oídos devolviéndome a la realidad.

¿Preocupados?—soltó con sarcasmo—Yo también lo estaría. Fueron terribles personas, temo que decir que son peor que antes. Tienen mucho que aprender. Por eso estoy aquí.

Busque a Mel entre mis compañeros, tenía la mirada hacia el techo sin enfocar ningún punto igual que el resto de la clase, ya que no sabíamos de donde provenía la voz. El sonido parecía un eco, rebotando de todos lados. Enfoqué mi vista en Keith, al sentir el peso de mi mirada se giró para verme en confusión.

Esto es pura basura—exclamó Scott—¿No creerán toda esa mierda?

Scott se dirigió furioso a la puerta para intentar abrirla a la fuerza como Kilian hace unos minutos atrás, pero al igual que su amigo, sus intentos fueron en vano.

Amigo—llamó Kilian—No creo que sea una broma, esto parece serio.

Scott bufó.

Esto es una tontería, seguro es otro imbécil rencoroso por...

¿Por qué?—interrumpió la voz—Vamos Scott, dilo ¿Por qué alguien los odiaría tanto?

Scott tensó la mandíbula, frustrado. El silencio volvió a protagonizar el salón, pero no duró mucho. Las risas emanadas por el supuesto maestro llenaron cada rincón.

Ni siquiera pueden decirlo en voz alta ¿cierto?—Algunos bajaron la cabeza, confirmando la afirmación del maestro—No se preocupen, cuando se gradúen de mis clases sus conciencias estarán muy limpias.

¿Y si no qué?—Se atrevió a preguntar Amanda

Entonces, el mundo será limpiado de personas como ustedes—soltó—Así que es un ganar–ganar.

Scott resopló de nuevo para luego maldecir en voz baja.

Pero ha sido suficiente plática, empecemos con su primera clase—continuó sin prestar atención en la incredulidad de Scott—LA LECCIÓN ES: TODOS TENEMOS DERECHO A UNA SALIDA.

Mierda, esto no es bueno.

»En sus años de escuela fueron buenos para acorralar a los demás. Sus burlas e insultos fueron el motor para orillar a muchos al abismo de la desesperación. Se concentraron en dejar a todos sin opciones más que las que ustedes mismos imponían.

»Destruyeron sueños, pisotearon esperanzas, lastimaron a todo el que se interponía en su camino al reconocimiento. Observaron el dolor ajeno y se regocijaron en él, orgullosos de nunca tener que pagar por sus actos. Buscando un lugar alto para ser vistos hundieron a todos los demás ¿Me equivoco?

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