Capítulo Dieciocho

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No sé por cuánto tiempo estuvimos abrazados, tampoco sé que nos motivó hacer este gesto. Supongo que cada quien tenía sus propias razones, en mi caso sentía pena por Nate.

En algún momento, después de ver el horrible final de Ty, mi mente se paralizó. No dejaba de recrear la escena mil veces en mi cabeza buscando las maneras para que el final fuera distinto.

Y si hubiese...

Quizás si...

Debimos hacer...

Lo cierto era, que aunque encontrara las respuestas nada cambiaría. Ty se había ido y Nate estaba destrozado.

Las emociones de Nate eran tan tangibles que no pude evitar acercarme al él, no era de demostrar afecto y jamás creí que lo haría con alguien de la clase, pero a estas alturas ya no me importaba.

No podía quedarme parada sin hacer nada, esto era uno de mis más grandes defectos y talentos.

Los demás siguieron el abrazo quizás porque -al igual que Nate- también necesitaban consuelo. Nuestras mascaras se estaban cayendo una a una, el miedo alcanzó un nuevo nivel en nuestras vidas y lo peor es que apenas comenzaba.

«La primera clase», recordé «¿Llegaríamos vivos a la última?»

Quizás todos necesitábamos un abrazo para recobrar fuerzas y continuar con todo lo que se avecinaba.

Para confirmar mis pensamientos el suelo comenzó a moverse bajo nuestros pies, descendiendo como si estuviéramos en un ascensor. Bajamos a una profundidad aterradora, la escalera ya no estaba a nuestro alcance y la puerta ni siquiera era visible.

La habitación era igual, pero con una pequeña puerta sellada.

-¡Que conmovedor! -Se escuchò la voz irónica del maestro. Esto bastò para separarnos-. Por favor, continùen. No paren por mi. -Soltò de nuevo entre risas.

Las burlas que el maestro usaba eran cada vez mas molestas, en especial con la reciente muerte de Ty. Sin poder mediar su ira, Nate se levantò furioso.

-¡Maldito bastardo! -gritò-. Lo mataste, mataste a Ty.

-Es lógico que pienses asi, Nate. -respondiò el maestro con calma-. Eres experto en señalar culpables ¿no es así?

Esta vez se dirigìa directamente a Nate, quien cerrò los puños a sus costados con evidente tensiòn sin decir otra palabra, era obvio que tocò un punto importante.

¿El maestro sabìa algo que nosotros no?

-¿D-Dónde estamos? -preguntò Mel con timidez.

-Querida Mel, creí que sabías todo sobre el complejo. Este complejo se construyo sobre estructuras subterráneas abandonadas que me tomé el atrevimiento de invadir y adaptar para nuestros propósitos educativos.

La ultima frase se quedó grabada en mi memoria...

¿Nuestros propósitos?

¿Estaba acompañado?

»Las estructuras fueron diseñadas como parte de un plan de resguardo para guerras, están a una gran profundidad y las paredes son muy gruesas. Nadie los encontrará o escuchará aquí.

-¿Ese es tu plan? -espeté-. ¿Nos sepultaras bajo tierra mientras morimos de hambre y sed?

La risa volvió con mucha más fuerza.

-Es una idea encantadora, lo admito -respondió con diversión-. Pero creo que confundes mis métodos, Grecia. Si quisiera asesinarlos lo hubiera hecho en la gala, disparando las balas en su máxima potencia desde el principio, pero eso no cumpliría mis objetivos.

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