Capítulo Once

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Sábado 10:50am (12h 10min antes de la clase)

¿Cómo te sientes ahora? –pregunta Mel por quinta vez- ¿Fatigada? ¿Cansada? ¿Mareada?

Mel ha pasado los últimos minutos sobrecargándome de las mismas preguntas. Para cuando lo hace de nuevo solo me limito a soltar un suspiro exasperado.

Ya te he dicho que estoy bien –respondí con la boca llena.

Después de salir de la enfermería lo primero que hicieron Mel y Anya fue empujarme hasta la recepción de comida, aunque tampoco estaba renuente a la idea. Cuando me di cuenta de la hora mi estómago comenzó una sinfonía de truenos que solo podían significar una cosa:

«Aliméntame perra»

Así que para calmar los gruñidos procedí a devorar todo lo que veía en un plato, realmente tenía mucha hambre.

Joder, creí que tendríamos que obligarte a comer, pero eres como un cerdo –comentó Anya al verme masticar mi tercera hamburguesa.

No tenía idea porque ella seguía con nosotras, pero admito que su presencia no era desagradable. Incluso estaba agradeciendo la preocupación de Mel.

Nunca fui una persona sentimental, pocas personas me han hecho sentir un poco de estima y nunca creí necesario la presencia de amigos en mi vida. Pero justo hoy, apreciaba la compañía.

No es como si de repente mi estima por las mujeres a mis lados creciera.

Vale, quizás un poco.

¡Oh no! –exclamó Mel en un tono triste– Amber me acaba de escribir. Hubo un error en la decoración, se supone que ordené manteles de color champagne, pero en su lugar enviaron unos de color crema.

Mel nos mostró dos imágenes en su teléfono, en una aparecía una delicada tela sacada de un catálogo de muestras y en la otra se enfocaba Amber sosteniendo la misma prenda. Debo aclarar que solo por el fondo las diferenciaba, para mí se veían exactamente iguales.

Enarqué una ceja al ver la expresión de indignación de Mel.

Lo siento zorrita, pero no veo la diferencia –concordó Anya con mis pensamientos.

Mel gruñó con impaciencia.

Necesitan que vaya ahora mismo –dijo decepcionada– Esto es horrible, había reservado lugares para nosotras en el spa, para que pudiéramos relajarnos un poco.

Sentí pena al escucharla, realmente no me importaba a donde ir mientras pudiera descansar, pero estaba segura que ella si lo necesitaba.

Descuida Mel. Iré a mi habitación y dormiré un rato. Puedes buscarme cuando termines –intenté tranquilizarla, pero solo provocó que se hundiera en su asiento.

Ni hablar, zorritas. Nosotras iremos al spa –dijo Anya señalándome– Mel puede resolver toda la emergencia y alcanzarnos luego.

Anya soltó la palabra "emergencia" con burla, supongo que no era la única que no entendía el drama de Mel por una simple tela. Sin embargo, la propuesta de Anya no le hizo mucha ilusión.

No creo que termine pronto, también hay un error en el cáterin ­–se quejó la rubia hasta soltar un gran suspiro frustrado– Pero no quiero que pases todo el fin de semana sola y encerrada en la suite. Eso ya lo haces en tu oficina.

Ese comentario me dolería, si no fuera tan cierto.

»Ve con Anya y diviértete. Estaré lista después para que pasemos toda la tarde preparándonos para la cena.

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