Capítulo Veintidós

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El impacto de las flechas contra las puertas me obligó a retroceder unos pasos. Con la mano en el pecho me di la vuelta para ver donde estaba. La luz era escasa pero alcanzaba a ver las grandes paredes que me rodeaban y separaban varios pasillos.

«¿Por qué siempre terminamos en alguna habitación pequeña y oscura?»

Aunque la situación parecía repetirse una y otra vez, en esta ocasión estaba sola. No tenía idea del paradero de mis compañeros, solo esperaba que todos estuvieran a salvo. Ya hemos perdido demasiado.

Cerré los ojos al recordar la escena de Cassey y Miriam. A pesar de mi renuencia, los recuerdos me forzaron a volver a la realidad. Con cuidado continué mi camino a través del pasillo más cercano. Había mucha más claridad a medida que avanzaba por lo que podía distinguir mejor donde estaba.

Las paredes eran de un material rocoso, se extendían hasta lo alto de la habitación, cada vez que cruzaba un corredor habían de tres a cuatro corredores más, sin puertas ni ventanas. Presentía que estaba caminando en círculos, sin encontrar una salida. Incluso dudando que existiera alguna.

Entonces lo comprendí. Estaba en un laberinto.

«¿Acaso esto era posible?», razoné.

De igual modo, mis preguntas no tenían importancia ahora. Necesitaba salir lo más pronto posible. No sabía lo que el maestro tenía planeado ahora, pero conociéndolo, no debía ser nada bueno.

No podía evitar preguntarme que había sido del resto. Es ridículo que solo yo hubiese salido ilesa de la última clase, debía seguir alguien con vida en alguna parte de este laberinto. Al menos eso esperaba, pensé en Mel y en el terror de su mirada; imaginé a Anya corriendo y llamando «zorrita» a las paredes; y a Keith, preocupado por todos como siempre. Sobre todo, pensaba en Brucer. No tuvimos tiempo de explicarle lo que sucedía, por lo que debía seguir un poco confundido.

Una idea vino a mi cabeza de la nada. El maestro nos había mantenido juntos hasta este momento, lo que significa que esta clase nos necesita a todos separados el uno del otro.

Debía encontrar a los demás lo más rápido posible, quizás estar juntos nos daría una ventaja esta vez.

Intenté recordar nuestras posiciones en los pilares: Brucer estaba a mi derecha y a su lado estaba Anya. Keith estuvo a mi izquierda y junto a él recordaba haber visto a Mel.

Me había alejado de mi lugar de origen unos metros hacia adelante, quizás si seguía uno de los lados podía encontrar alguno de ellos.

Giré en uno de los pasillos de la derecha y comencé a correr sin rumbo alguno, no era la mejor estrategia para salir de un laberinto pero con un poco de suerte hallaría a alguien.

Cuando estaba a punto de cruzar otro pasillo algo chocó contra mí. El golpe me tumbó hacia atrás, solté un gemido de dolor por la caída.

—¡Mierda eso dolió! —escuché la inconfundible voz de Anya muy cerca.

Me levanté lo más rápido que pude para verificar que estaba en lo cierto. Anya levantó su cabeza, su mueca de dolor fue reemplazada al reconocerme.

—¡¿Zorrita?! —Asentí por primera vez con entusiasmo—. No sabes la alegría que me da saber que estás viva. Por un momento pensé...

—Lo sé. También yo.

Ambas nos sonreímos aliviadas.

—Sé que puede ser una pregunta tonta, pero ¿has visto a alguien más? —Reprimí el impulso de soltar un comentario sarcástico y me dediqué a solo negar con la cabeza—. Tampoco yo. Cuando se cerraron las puertas seguía tan asustada que comencé a correr esperando encontrar la salida. Pero supongo que las cosas no podían ser así de fáciles ¿alguna idea de que hacer ahora?

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