Capítulo Veintitrés

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No tuve otra opción más que obedecer al extraño, su cuerpo me presionaba con rudeza contra la pared sin darme ni una pequeña oportunidad para moverme o hablar.

A pesar de que no podía verlo sabía que por su fuerza y complexión debía tratarse de un hombre.

De pronto, me tomó de los hombros y me movió bruscamente a un lugar con mayor luz, enseguida sus ojos dieron un brillo de reconocimiento.

—¿Grecia? —Su agarre se aflojó después pronunciar mi nombre.

Su voz me sonó conocida, alcé mi vista y distinguí unos ojos verde avellana.

Lo empuje con la mayor fuerza que tenía, él retrocedió unos pasos aunque intuí que fue más por voluntad propia que por mi esfuerzo.

—¿Qué mierda fue eso? —reclamé mientras acariciaba mis muñecas donde me había sujetado.

Su ceño volvió a fruncirse como de costumbre.

—Eso mismo te pregunto ¿Qué mierda fue eso? —Desvié mí vista de mis manos para confrontarlo—. ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy vestido así? ¿Y qué carajo pasó allá afuera?

Debido al susto olvidé por completo el desconocimiento que tenía Brucer sobre todo lo que estaba ocurriendo. Le eche un vistazo rápido, su corbata había desaparecida, la chaqueta color crema estaba sucios, al igual que su camisa blanca. Lo único que salvaba eran los pantalones rojos que llevaba.

Su cabello largo hasta los hombros aún estaba mojado. Era impresionante lo poco que había cambiado, incluso sus facciones seguían demostrando la fiereza que siempre lo había caracterizado.

—¿Y bien? —insistió impaciente.

Intenté poner en orden mis ideas para explicarle pero no encontraba las palabras adecuadas.

¿Cómo le explicaba todos lo que sucedió en el complejo después de una fiesta?

—Nosotros tampoco lo hemos entendido por completo. Estábamos en la gala del reencuentro de Freesmount y luego todo se volvió un completo caos.

Actualicé a Brucer lo mejor que pude, sin dar muchos detalles. Le informé sobre las clases, las lecciones y sobre la extraña personalidad de la persona que nos había puesto en este lugar.

—¿Dices que se hace llamar así mismo el maestro? —preguntó escéptico—. Pues debe ser uno de nuestros profesores, hicimos enojar a muchos de ellos. O quizás el mismo director, él sabe todo nuestros secretos.

Mi cabeza giró y lo miré asombrada, el percibió mi reacción con extrañeza.

—¿Qué es lo último que recuerdas antes de llegar aquí? —Brucer estrecho la mirada.

—Estaba en un bar solo como hago todos los viernes...

—¿Viernes?

—Si eso dije —Brucer notó mi tensión—. ¿Por qué?

—Brucer, el sábado en la mañana encontraron muerto al director. —Brucer parpadeó un par de veces hasta enfocarse de nuevo en mi rostro—. El maestro lo torturó para sacarle información.

—Mierda —dijo, mientras frotaba su cara con sus manos—. ¿Pero qué quiere lograr con todo esto?

—Supongo que todo es parte de su retorcido plan. Las clases, las reglas, el uniforme —Señalé nuestras vestimentas—. El reencuentro debió ser un detonante y cuando se dio cuenta que tu no asistirías decidió traerte a la fuerza. Quería que estuviéramos todos.

—Pero no vi a Ty... —Negué con la cabeza.

—No sobrevivió a la primera clase. Hasta ahora vamos por la tercera y algo me dice que no falta mucho para que empiece la cuarta.

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