Capítulo Veinticuatro

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Me sorprendí al darme cuenta lo fácil que era para mí acostumbrarme a la situación que me rodeaba. Pasé tanto tiempo adaptándome a las personas a mi lado, para ser lo más invisible posible, que desarrolle un gran talento para familiarizarme con la situación sin importar lo crítica que fuera. Lo irónico era que me percaté de ese detalle justo en el momento en que comenzó nuestra cuarta clase.

Cuando distinguí la música y la sentí tan familiar, cuando la luz cambió de color y mis ojos se adaptaron con facilidad esta vez.

No mentiré, estaba aterrada, pero de alguna manera me sentía preparada para lo que fuera que estuviera por venir.

—Siguen sorprendiéndome, mis queridos estudiantes. —Soltó el maestro con una risa burlona—. Parece que hubo muchos reprobados la clase pasada, es una pena.

Me tragué los insultos que pasaban por mi cabeza y me crucé de brazos a la espera de nuevas instrucciones. Los demás pensaron igual, a pesar de la evidente indignación que todos sentíamos.

—Parece que algunos están de mal humor, entonces iré directo al grano. Su siguiente lección es: el éxito no siempre radica en ser el centro de atención. —Apenas terminó cuando un humo denso y blanquecino comenzó a salir del suelo—. Lo que están presenciando es un gas altamente venenoso, se dice que fue un químico creado para cámaras de gas durante la segunda guerra mundial, aunque nunca pudo ser utilizado debido a la incapacidad de controlarlo. Según los rumores, los nazis llegaron a tenerle miedo.

Mi respiración comenzó a agitarse, abrí mi boca en busca de más aire y sentí un sabor amargo.

»Tienen cuarenta y cinco minutos antes de que todo el lugar esté cubierto por el gas, si para entonces no han hallado la salida del laberinto lamento informarles que morirán asfixiados. Nos vemos en su siguiente clase mis estudiantes, al menos que esta clase les quite el aliento.

A mi lado escuché los tosidos de mis compañeros, llevé una mano a mi rostro como protección.

—¿Y ahora que hacemos Grecia? —preguntó Anya débilmente.

Me apoyé en una de las paredes mientras pensaba.

Correr sin rumbo fijo nos quitaría tiempo y energía, si nos separábamos tendríamos más oportunidades pero menos apoyo, si nos quedábamos quietos podríamos controlar nuestra respiración pero nunca encontraríamos la forma de salir. Todas las ideas que se me ocurrían nos daban tiempo para soportar el gas pero ninguna nos ayudaba a salir.

—¡¿Qué hacemos, Grecia?!

—Estoy pensando.

—¡Pues piensa más rápido! —gritó Anya con desesperación para luego terminar con una crisis de tosidos.

Brucer se movió a mi lado con la mirada amenazante en torno a Anya.

—Anya, cálmate —intervino Keith—. Pelear solo nos fatigará y consumiremos el poco oxigeno que tenemos.

Anya se dio la vuelta mientras tiraba de su cabello, cuando volvió a mirarme su rostro expresaba arrepentimiento.

—Lo siento, zorrita. Es que ya no soporto esta situación, estoy empezando a creer que no debí escalar ese pilar, quizás debí quedarme en esa habitación y morir ahogada.

Keith comenzó a reprenderla en un intento de apelar a su lado positivo, por mi parte repasaba la propuesta de Anya.

—Escalar, —susurré—, escalar, escalar, escalar. Por supuesto, Anya eres en un genio.

Los tres me observaron confundidos mientras yo me paseaba por el pasillo estudiando las paredes.

»Podemos escalar una de las paredes y aprovechar la vista para buscar la salida.

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