Capítulo Veinticinco

22 9 45
                                    

Extendí mi brazo para alcanzar el muro, pero apenas pude tocarlo. A partir de ahí lo vi todo en cámara lenta: contemplé la mirada de preocupación de Anya, distinguí los inútiles esfuerzos de Keith por alcanzar mi mano y luego solo pude ver la superficie de la pared mientras descendía.

Cuando estaba por darme por vencida, un fuerte tirón en mi brazo me sacó un grito.

Brucer había logrado llegar al otro muro, mejor dicho una se sus mano se mantenía aferrada al extremo mientras que con la otra sostenía mi brazo.

No tuve mucho tiempo para celebrar, la caída fue parada con rudeza y mi brazo cedió ante el peso. Escuché mi hombro crujir y el dolor se extendió hasta mis dedos, solo pude expulsar un grito de dolor.

Sentía como si mi brazo fuera desprendido de mi hombro disparando un dolor intenso que evitaba mantenerme sostenida, lo único que impedía mi caída era el agarre de Brucer. Intenté empujarme para tomarlo con mi brazo libre, pero solo provoque más crujidos. Las náuseas y espasmos se hicieron presentes.

—Grecia, mírame. —Escuché la voz de Keith hablarme desde arriba—. ¿Puedes tomar mi mano? —Extendió su brazo en mi dirección. Hice un intente flojo por levantar mi brazo que terminé en fracaso—. Tienes que impulsarte más.

—M-me... joder... me duele.

—Sé que duele pero debes hacer un esfuerzo, de lo contrario, Brucer caerá contigo porque dudo que te suelte.

Desvié mi vista hacia Brucer; su rostro reflejaba lo difícil que era seguir aferrado a la pared, a pesar de los esfuerzos de Anya por ayudarle.

«No puedo arrastrarlo conmigo», medité.

Tuve que recurrir a todo mi coraje para impulsarme de nuevo. El sonido de mi hombro volvió junto con el ardor, pero esta vez no me detuve. Mis gritos resonaban por todo el pasillo, Keith me observaba con lastima animándome a no desistir, mis dedos rozaron su mano hasta que finalmente pude tomar su mano.

Me ascendió poco a poco animándome a no soltar a Brucer hasta que pudiera subirme lo suficiente. Esos minutos fueron eternos, no dejaba de imaginar al maestro sentado en una silla observando todo mientras se burlaba de la escena.

Estuve a punto de desistir cuando Keith me ordenó soltar la mano de Brucer, esto ocasionó que la tensión disminuyera por un instante, pero el dolor se negaba a cesar.

Con sus dos manos libres, Brucer fue capaz de trepar por completo el muro para unirse, con urgencia, a la tarea de ayudarme.

Entre los tres pudieron subirme por completo, eché un vistazo a mi brazo y de inmediato me arrepentí de haberlo hecho; estaba demasiado abajo dejando a la vista el hueso de mi hombro, verlo me dolía casi tanto como moverlo.

—Escúchame, Grecia. Tienes el hombro dislocado, perdóname pero debo colocarlo el hueso en su sitio.

—¿Co-colocarlo? —titubeé

—Va a doler, pero estarás bien.

Brucer acunó mis mejillas para obligarme a verlo mientras Keith tomaba mi muñeca y mi hombro.

—Es mejor que no lo veas —explicó Brucer.

Después de eso levantaron con cuidado mi brazo y luego lo empujaron de un tirón, mi brazo hizo un sonido más fuerte que antes y de inmediato solté un grito. Gotas de sudor frio se deslizaban por mi frente mientras la tensión se desvanecía.

—¿Cómo te sientes? —dijo Keith con lastima.

—Me sentiría mejor si dejaran de verme como un cachorro atropellado en medio de la calle.

ClassroomOnde as histórias ganham vida. Descobre agora