Capítulo Dos

116 34 80
                                    

Viernes 2:14pm (35h minino antes de la clase)

Mis ojos estaban cansados, ya eran las dos de larde, el día terminaría pronto, pero a pesar de la presión y el poco tiempo, había logrado avanzar bastante, la mala noticia es que tuve que saltarme el almuerzo para llegar a donde estaba; la buena es que Alissa pareció apiadarse de mí y llegó con bolsas de comida china acompañada de una mirada de disculpa, un gesto que agradecí por completo, no solo por complacer mi enorme apetito, sino por dejar la discusión atrás.

Así era nuestra relación. Alguna de las dos decía algo que no debía de la peor manera posible, terminábamos discutiendo y luego pasábamos horas sin dirigirnos la palabra hasta que la culpa nos carcomía. Para compensar nuestras disputas nos entregábamos obsequios que sabíamos que la otra apreciaría, junto con una mirada melancólica para demostrar lo mal que nos sentíamos por la discusión. Lo cierto era que funcionaba bastante bien para ambas.

Nadie es perfecto y ambas sabíamos lo mucho que nos amábamos, además los regalos valían cada pelea.

Alissa conoce mis gustos, sobre todo por la comida. Así que, después de un choque entre nosotras, no duda en traerme tanto alimento como me es posible masticar. Ella, por el contrario, tiene una gran debilidad hacia la ropa y los accesorios, lo que me recuerda que debo comprarle unos nuevos aretes cuando acabe todo este endemoniado trabajo.

Casi he llegado a la mitad cuando mi teléfono desprende su típica música de llamada. Espero que no sea otra estúpida notificación, porque estoy planteándome seriamente arrojar el dispositivo por la ventana.

Le doy un vistazo a la pantalla.

Mierda, esto peor que la notificación.

Llamada entrante: Mel

Paso mis manos por mi rostro hasta que decido contestar la llamada

¿Sí?

¡Hola tú! —contesta la voz animada de Mel

Hola Mel —respondo con voz pesada

Wao, te oyes cansada —no tienes idea, pienso— Si es por lo cerca que estamos de los treinta, no te asustes. Es solo un número. Que seas una solterona sin hijos no tiene porqué afectarte.

¿WTF?

Esto era muy típico de Melanie Proud. Tiene un talento especial para alardear de todos sus logros rebajando a los demás a su alrededor.

Por supuesto, ella estaba felizmente casada con un exitoso empresario con el cual engendró dos hermosas niñas idénticas a ella; aunque yo esperaba que solo fuera en el exterior. Estaba en una posición económica y social muy cómoda, debido a los negocios de su marido, de modo que no perdía el tiempo en hablar de su perfecta vida.

Soy dos años menor que tú, Mel —le recordé— Tú tienes veintiocho, yo tengo veintiséis.

Oh, cierto —pronunció con un poco de arrepentimiento— No entiendo porque lo olvido, sigues siendo igual de pequeña que en la escuela —su tono de superioridad volvió.

Esto era parcialmente cierto. Mi cuerpo dejó de crecer desde muy temprana edad, quedándose estancado cerca del metro sesenta.

Bueno eso es una buena noticia, tienes cuatro años más para conseguir marido —añadió con petulancia, esto me hizo entornar los ojos.

Mel pertenecía a la población de personas que creían que el logro más importante que debía cumplir una dama era casarse y tener hijos, cualquier otra expectativa que tuviera era ridícula y carente de raciocinio. Solo me quedaba agradecerle a Dios de que yo no fuera una dama.

ClassroomWhere stories live. Discover now