Prologo

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Me toma unos minutos descubrir donde estoy, mis ojos se adaptaron a la oscuridad con dificultad, hasta que recordé los incidentes anteriores. No sé cuánto tiempo he estado aquí. ¿Horas? ¿días? Después de todo lo ha pasado, se sienten como si pasaran años. Todos los gritos, las plegarias... la sangre.

He llorado más estos últimos momentos que en toda mi vida, he visto morir más personas de las que me gustaría, he visto cosas que no debí ver nunca. En contra de todos mis deseos, me muevo a tientas por el lugar. Mi cuerpo se queja a causa del esfuerzo, estoy adolorida y cansada. No he comido ni bebido nada desde que todo esto comenzó.

Ruego para que esto sea solo una pesadilla y pueda despertarme en cualquier momento en mi enorme penthouse, mi cama lujosa me reconfortaría del susto, las sábanas de lino egipcio limpiarían el sudor con el que seguro despertaré y luego abrazaría mis almohadas de plumón hasta conciliar el sueño de nuevo. Me gustan los lujos, obviamente. Por esta razón he trabajado muy duro toda mi vida.

Bueno, quizás no tan duro como otros, me gusta el dinero y ser una mujer hermosa me lo ha facilitado enormemente. Tuve la suerte de tener un cuerpo desarrollado desde muy temprana edad, suerte que he sabido aprovechar.

¿Y qué? Aprendí desde muy temprano que nada es gratis en esta vida. La pobreza es para la gente fea o estúpida y yo no soy ninguna de ellas.

Pero al verme en esta situación, sola y a oscuras no puedo evitar preguntarme ¿realmente lo valió? En mi casa me esperan más lujos de los que podré disfrutar si no salgo viva de aquí. A los 28 años, si no lo logro, moriré a los 28 años.

Es solo una pesadilla —me recuerdo.

Estiro mis brazos tratando de reconocer algo en medio de la oscuridad. Oigo el ruido que mis zapatos hacen en el suelo mojado.

Despierta, Anya.

Mis manos solo sienten muros a mis lados, como si estuviera en un corredor.

Despierta, Anya.

Siento un líquido viscoso en una de las paredes.

Despierta, Anya.

Un olor a podrido entra por mis fosas nasales. Caigo de rodillas en un jadeo, resistiendo las ganas de llorar. No le daré ese gusto a este bastardo.

Despierta, Anya —esta vez pronuncio las palabras en voz alta.

Un sonido familiar hace retumbar mis oídos, los cubro con mis manos. Se lo que se avecina.

¿Crees que esto es un sueño, Anya? —me estremecí al escuchar la voz, intento buscar el origen pero solo veo oscuridad— No lo negaré, verte así me hace sentir un poco mal —luego se rió, el maldito se estaba riendo.

Púdrete –es todo lo que puedo responder, lo que lo hace reír aún más.

No sé porque estas de tan mal humor. Estoy dándoles una oportunidad única —niego enfáticamente. No quiero escucharlo, no otra vez— La oportunidad de confesar sus pecados antes de morir. Incluso puede que lleguen a arrepentirse. Eso es mejor que la clemencia.

Bufé ¿Entonces ahora eres nuestro salvador? —una nueva risa llenó el lugar— ¡¿Por qué no nos dices quién eres de una buena vez?!

Ya les he dicho quién soy... Soy su maestro. Lo que me recuerda —luces blancas iluminaron el pequeño espacio.

Al principio no pude ver nada, tuve que proteger mis ojos por el drástico cambio de luz. Parpadeé un par de veces hasta que pude distinguir lo que me rodeaba. No estaba tan equivocada, era un pasillo angosto con paredes blancas, junto con las luces daba la sensación de estar en un manicomio, excepto por las tuberías en el techo, de las cuales salían un material acuoso verde, goteando en ciertas áreas de las paredes y provocando algunos charcos en el piso. De ahí provenía el olor. De inmediato limpié mi mano.

ClassroomWhere stories live. Discover now