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Manuel admiró silenciosamente la forma en que marzo se deshizo como cenizas entre los dedos de Martín, y caía al piso donde ambos se dedicaban a mirarse a los ojos y contar los pelos de sus cejas.

Aquellos días de finales de invierno e inicios de primavera, Manuel pensó que esta iba a ser la cumbre de su vida, que nunca jamás iba a saborear días mejores que los de nubes disueltas en el suave cian que los envolvía, sonidos más amables que la risa de Martín y el motor del auto siempre que iban camino a algún lugar, la casa de uno de los dos o algún rincón mínimo de la ciudad que intentaban hacer suyo, solo suyo cuando se besaban y tomaban de las manos. Fue inevitable, sentarse un día luego de despertar, y alabar el desastre de la ropa mezclada en el piso de la habitación de Martín, cuando el sol apenas empezó a entrar a través de las cortinas celestes. Era algo natural, era solo el ritmo de la vida y solo el siguiente paso acariciar el rostro de Martín con la punta de sus dedos. Y la nieve bajo sus manos, el durazno que coloreaba la punta de su nariz, el roce que lo electrificaba en cada segundo. 

Ah así que esto es la paz, se dijo Manuel en esos días, en esos minutos cuando el sudor del ejercicio ya había sido limpiado, cuando se habían despojado de los restos de pasto y en cambio iban y se embarraban de otro pasto, del pasto del patio de Manuel, corriendo y pateando una pelota como si esto no fuera su trabajo, su fuente de ingreso y la disciplina a la cual respondían cada día; como si solo fueran dos niños en la mitad del pasaje mal pavimentado que vio crecer a Manuel, como si estos fueran los días de noviembre en que sus piernas corrían, y las zapatillas del colegio se destruían ante la cancha abstracta que armaban con botellas de plástico y ramas gruesas.

Y Manuel no tuvo que temer al miedo de la felicidad en esos días. No porque ya no sucediera – un pequeño susurro azulado al fondo de su cabeza lo mantenía mirando el techo de su biblioteca, asustado, inquieto; pero el naranjo que envolvía sus costillas en aquellas tardes sabía tan distinto a cualquier cosa que hubiese vivido antes. Distaba tanto del sabor explosivo, dulce de las tardes en las que fue feliz antes – en la mesa de la casa de su mamá tomando once, los días que Ludwig estuvo con él, cuando Miguel y Julio se sentaban con él a ver películas. Esto, en cambio, sabía a sal, a la sal del mar de las playas chilenas, a la sal de la comida callejera de las tardes santiaguinas, a la sal del verano y a la sal del cuerpo de Martín.

Era un sabor nuevo, algo distinto a lo que no estaba acostumbrado. Era como besar un centímetro del sol cada día, como ser arropado por el cielo y las estrellas.

Pero tal vez así sabía el amor para todo el mundo, y Manuel solo estaba descubriéndolo.

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Miguel lo dijo luego de que Martín se marchara cuando fue a su casa por primera vez.

—Creo que es una buena adición—murmuró, cuando el auto de Martín se había vuelto un punto en medio de la calle llena de frondosos árboles que cubrían su guarida secreta. Los tres parados en la vereda, admirando la patente metálica en la parte trasera del auto como si fuera algún objeto que los había cegado temporalmente y se marchaba, dejándolos incrédulos ante tal aparición. Manuel se sentía así siempre que Martín se despedía, incapaz de diferenciar si fue la realidad o un mero sueño.

Manuel sonrió ante el comentario, y esperó, en el silencio de la calle al atardecer de un sábado, que Julio hablara también – cualquier cosa, una queja o una ironía, Manuel lo hubiese recibido, lo hubiese abrazado y agradecido, pero Julio no dijo nada.

Y no dijo nada por muchos días. El ritmo de sus vidas seguía como siempre, se miraban y alcanzaban como siempre lo hacían, pero Martín no era un tema cuando los tres estaban presentes, no desde la boca de Julio o de Manuel, al menos. Miguel no tenía problemas en mencionarlo, pero el tema se sentía como una bomba en el pecho de Manuel si era frente a Julio, como si solo fuese un niño que había cometido la peor de las travesuras, decepcionando al mundo a su alrededor.

Y fue así – el sentimiento anidando en su pecho por la primera semana, la ansiedad comiéndole cada una de las células, hasta que un viernes llegó, y con el sol que caminaba por la caoba del balcón de la habitación de Manuel, apareció Julio, aparición divina de la mañana, cargando un macetero lleno de tierra.

—Para ti—habló antes de que Manuel pudiese entender bien lo que estaba pasando, antes de que sus ojos fueran capaces de entender todo lo que estaba pasando, de calcarlo todo para pasarlo al plano mental y procesarlo—. Son dalias rojas. Creo que…—Julio hizo una pausa, estirando los labios hacia adelante, y frunciendo el rostro—…creo que quedarían bien aquí, y que a Martín le gustarían.

Manuel se sentó en la cama, mirando fijamente la cerámica entre las manos de miel de Julio, contemplando la tierra plana que la llenaba, el color oscuro que en su textura anidaría las flores que Julio había elegido para ellos, que se mostraba infértil y sin ningún rastro de nada en sí, pero abundaría en el rojo próximamente, guardaría pétalos y verde y vida, y recibiría, justo como él, el sol de cada mañana en el balcón de su hogar.

Manuel se levantó de un salto, y cuando vio que Julio hubiese dejado el macetero en el suelo, junto con la silla de su balcón, se lanzó a abrazarlo, y apretarlo tan fuerte como el cuerpo le permitiría.

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Manuel descubrió pronto que a Martín sí le gustaban las dalias rojas en su balcón, tanto como a él.










holanda mi gente cmo andan

lamento mi leve desaparición en estas dos semanas. estuve llena de cosas que hacer y cuando iba a tomar el computador y actualizar, mi computador me dijo fakiu y decidió morir temporalmente. sigo trabajando con él en su lenta recuperación, pero mientras tanto les traigo este capítulo ligerito y sencillo que enmarca el sentir de manuel. no es el mejor pero espero que lo disfruten :-)

además, ¡me moría si no me presentaba aquí con un capítulo hoy! es el cumpleaños de manuel, cuando se cumplen 210 años de la primera junta de gobierno, un VIERNES. es perfecto, OBVIO que tenía que actualizar.

¡así que feliz 18! no tomen tanto, CUÍDENSE NO SALGAN, coman todo lo que quieran, y luego destruimos chile y votamos en el plebiscito.

espero que estén bien, que se estén cuidando, que estén tomando sol bajo el tenue sol de finales de invierno, y que estén tomando agua. les mando un abrazo, nos leemos pronto :-)

(pd: si los guiones se ven cortos, es por el celular, y lo lamento mucho :/ cuando mi computador deje de ser horrible, lo arreglaré)

Between |ARGCHI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora