xviii

649 85 16
                                    

xviii

El invierno comenzará el martes 21 de diciembre, en quince días exactos. Manuel ya puede sentir la nieve en sus venas, y algo de ello lo emociona al no haber vivido prácticamente ninguna experiencia con nieve en su infancia.

Se siente emocionado por Ludwig, también. Manuel creció escuchando constantes historias sobre Ludwig jugando con la nieve cuando era niño en las calles del pequeño pueblo cerca de Berlín donde vivía. Algo en sus ojos brillaba cuando de su boca salía el blanco brillante del recuerdo lejano, y todo en él se entibiaba. Manuel siempre se preguntó qué fue lo que lo llevó desde ese pequeño, cómodo pueblito alemán hasta el helado, frío y agotador Santiago. Había algo implícito en todas esas historias de la nostalgia, y ese mismo algo siempre cohibió a Manuel a preguntar la historia.

Miguel se preparaba para las vacaciones de invierno encerrándose en el estudio del segundo piso y estudiando por horas y horas. Su comportamiento frenético era muestra de estrés y preocupación, así que ninguno de los hombres en la casa lo molestaba ni le hablaba más que por lo necesario cuando se encerraba en el estudio. A veces Julio se sentaba con él y trabajaba en lo suyo (aunque Julio tenía su propia oficina en la casa), ambos silenciosos y enfocados en su propio tema. Algunas veces Manuel les iría a dejar café o té, dependiendo del día, y con la aparición de Ludwig en la casa, había más galletas y trozos de tarta de mora en la mesa del estudio cada día.

Manuel pensó que podría vivir para siempre en ese limbo otoño-invierno. La calidez de su gran casa cobijándolo. Miguel silencioso en los días, pero igual de físico que siempre por la noche; Julio y sus regaños, pero la inmensa ternura de sus manos cuando las posa en la nuca de Manuel. Ludwig y su presencia naranja, su existencia tibia que arropaba el corazón de Manuel con tan solo ver el tono de su piel pálida aparecer frente a él. Manuel siente que ha alcanzado algo parecido a la cúspide de lo que él pensó era la felicidad en circunstancias tan poco comunes como las suyas. Añora constantemente a sus hermanos y a su madre, pero si Ludwig se queda acá, si Miguel y Julio siguen junto a él, entonces Manuel podría esperar un poco más, podría sentarse y tan solo vivir con paciencia el proceso hasta ver a sus hermanos cruzar el umbral de la casa blanca, verlos disfrutar la piscina y pasear por la Granada nevada.

En esa misma felicidad, en ese mismo sueño de miel, algo agridulce crece en el estómago de Manuel. Y no puede culpar a nadie más que a sí mismo mientras cierra su libro y admira la forma en que Ludwig guía a Miguel y a Julio en el proceso de hacer un kuchen. Es el primer viernes de Ludwig en España, y el primero también en donde se queda en casa a leer y a tomar té mientras sus amigos intentan hornear.

Manuel se siente tan completo ahora que le asusta cómo se sentirá cuando Ludwig se vaya. Porque sabe que se irá. Ha intentado convencerlo por años de venir a vivir con él a España. No importaba si no vivían juntos, él le compraría otra casa. Y no importa si no encuentra trabajo, Manuel lo mantendría. Tan solo el hecho de poder compartir la misma zona geográfica, de compartir la zona horaria. Tenerlo a una, dos horas, y no a veinte. Ludwig lo negaría sin dudar. "No puedes vivir con toda tu familia bajo un mismo techo" pero sí, sí puedo. "¿qué pasará cuando te enamores y quieras tener una familia y nosotros estemos ahí?" no importará, todos mis amores serán fútiles y no llegarán nunca a ningún puerto. "No puedes pretender controlar todo. No puedes querer tener control de todo solo porque te sientes solo".

Y Manuel ya no tendría respuesta.

Las conversaciones que se ha esforzado en mantener, las negociaciones que ha intentando tanto en ofrecer, todo eso se destruye cada día cuando Ludwig lo mira y le dice eso. Lo ha hecho desde que Manuel se fue a Italia. Y lo sigue repitiendo como si le enterrara un chuchillo una y otra (y otra y otra y otra) vez.

¿Era acaso tan malo eso? Manuel solo quería sentirse acompañado. Manuel no quería estar solo en esa gran casa y sentarse a mirar por el ventanal la forma en que la nieve cae sobre la azulada Barcelona. Quiere tener compañía – al menos por ahora, porque el día que sus hermanos vayan a estudiar y tengan metas, el día que Miguel empiece a trabajar y conozca a alguien, el día que Julio decida que quiera tener su propia casa, Manuel ya no estará con gente nunca más en esa gran, inmensa, casa. Nunca nadie pondrá un pie adentro con una maleta en mano, porque Manuel no podrá vivir con nadie. No bajo todas esas luces, con toda esa ansiedad y con tantos secretos. Nadie se pondría en esa situación a sí mismo.

Manuel lo tiene asumido. Está seguro de la forma en qué vivirá su vida después de esta etapa de tanta felicidad y mimos. No le asusta como tal, pero sí – que le entristece hasta las costillas. Y no quiere pensar en ello. No ahora, por lo menos, mientras pueda fingir que todavía puede convencer a Ludwig y que este juego de la casita será eterno.

Manuel cierra su libro y se levanta de su sillón en la sala. Cruza el vasto espacio que divide las habitaciones hasta llegar a la cocina, donde pone una mano en el hombro de Julio y, sonriente, murmura:

—¿Los ayudo en algo?







estoy inusualmente molesta y triste en este momento, ni siquiera sé porqué. tal vez tiene que ver con que este es mi último día de vacaciones y aunque intento no pensar mucho en eso, tengo que volver a la realidad. iugh.

manuel existencial y muy angustiado en el capítulo de hoy para representar el pésimo humor que me cargo. ojalá no piensen que mi única intención es hacer sufrir al niño aquí presente, pero bueno un poco de amargura antes de la felicidad es parte de la vida, ¿no?

intentaré que mi vuelta a clases no interrumpa el ritmo de actualizaciones, así que nos veremos el próximo viernes con un capítulo nuevo y (esperemos) un mejor humor de mi parte. gracias por leer, un besito muak <3

Between |ARGCHI|Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang