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Manuel intenta ocuparse a sí mismo los siguientes días en preparar una de las habitaciones extra de la gran casa blanca que comparte con sus amigos en España. Ludwig había estado planeando ir a verlo desde abril, cuando recién comenzaron las negociaciones para llegar a Barcelona. El viaje estaba planeado para diciembre, y ahora que quedaban pocos días para que comenzara el último mes del año, Manuel estaba ansioso por recibir al alemán bajo su techo y festejar navidad y año nuevo con él. También es más fácil desligarse de sus pensamientos y sentimientos confusos por Martín si solo se ocupa de comprar una taza especial para Ludwig, de ordenar las cosas que quiere darle a él y que le lleve a sus hermanos, de preocuparse de que la habitación quede tan limpia y ordenada, perfecta para Ludwig, de tal forma que él se sienta en casa.

Miguel y Julio notan su entusiasmo, por lo que los tres deciden pasar sus tardes frías comprando, ordenando y dejando todo tan impecable que no haya nada fuera de lugar para el día en que llegue Ludwig, aunque para su estadía de cuatro semanas faltaran algunos días, todavía.

Es fácil desligarse de sentimientos y pensamientos innecesarios mientras se la pasan en Ikea comprando sillas y mesas (algo que Miguel disfruta especialmente, subiéndose en todas las sillas de escritorio y haciendo carreras con Manuel o Julio), pero siempre, en un rincón de su mente, se encuentra el brillo de los ojos de Martín cuando le recitó parte de un poema. Sus entrañas se queman.

Ha sido difícil lidiar con todo esto. Manuel se siente como un adolescente otra vez, como con su primer pololo, y esos sentimientos embargadores, mareadores de culpa y emoción. Hay tanto dentro de él ahora, que ni los poemas ni los goles lo pueden alejar de la realidad temerosa en la que se ha metido al admitir que le gusta un compañero de equipo – su peor pesadilla. Si su equipo, si Antonio, si los medios se enteran, entonces Manuel se despediría de lo que ha construido en su carrera, y seguramente tendría que volver a Chile a vivir con su mamá y sus hermanos, obligado a trabajar en algo lejano al fútbol. Eso le asustaba más que nada. Sí, los ojos heridos de Martín le rompieron el alma, y pensar, siquiera imaginar por dos segundos, al rubio juzgándolo, le haría cenizas los huesos, pero aún así tendría su casa, a Julio, a Miguel, a sus hermanos, una estabilidad económica y una estabilidad emocional dentro de todo mientras se pueda dedicar a lo que ama, mientras pueda triunfar en lo que ama. Pero si todo eso se destruyera, si tuviera que dejar Barcelona y sus zapatillas de clavo. Si tuviera que abandonar los arcos de fútbol de su patio, si tuviera que abandonar la camiseta del Barcelona, guardarla en una caja junto a la camiseta de la Juventus, junto con la antigua camiseta número trece del Colo, entonces, realmente, Manuel no sabría que hacer con su alma, con sus piernas pesadas, con su dolor. ¿Seguir con la vida, justo después de tener que despedirse de todo lo que había construido con tanto esfuerzo desde los diez años? Manuel cree que esa es la peor imagen del mundo. El corazón se le hunde en el estómago de tan solo imaginarse a sí mismo en una oficina en Santiago, de tan solo pensar en todos estos momentos como lejanos recuerdos, momentos que jamás sería capaz de reproducir porque ningún club se arriesgaría a tener a un jugador gay, tan polémico en el medio, significando más pérdida que ganancia.

Manuel sale de sus pensamientos cuando Miguel llega con tazas con tallados de animales en colores vibrantes. Su sonrisa mientras habla de una oveja naranja parecida a Julio le enciende los pulmones a Manuel, quien solo se ríe y lo motiva a meter los objetos en el carro.

Estos son los mejores momentos de su vida, y, en un ligero momento de cordura lejos de la delgada boca rosada trasandina, Manuel se asegura que no puede perder esta vida por un hombre. Por ninguno, porque no se ha partido el lomo (y uno que otro hueso) solo para tener algún tipo haciéndole compañía.

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Antonio reconoce la felicidad de Manuel en cuanto lo ve llegar al partido del sábado por la tarde. Un partido amistoso contra el Villareal que le subió el ánimo a todos. Manuel estaba contento de poder jugar contra ese club, donde sabía se encontraba uno de sus compañeros de selección. Jugar en cualquier momento le ponía feliz, en realidad, porque era su cosa favorita. La adrenalina, el ardor de sus piernas y sus pies mientras se desliza por el pasto verde de la cancha. Agradece cada día estas oportunidades, siempre tener la posibilidad de poder quemarse el cuerpo tirándose al piso, pateando con fuerza, desprenderse de su propia piel para derretirse en el acto de correr por noventa minutos. El corazón le late con fuerza mientras piensa en eso. Ha sido titular en el Barcelona desde que llegó (otra de las cosas de las que está agradecido, otra de las cosas que surgen a partir de él dejando todo en cada entrenamiento), y ha jugado cada partido en cada equipo, desde aquellos partidos en la Juventus hasta esas pichangas de barrio, y aun así, cada vez que pisa la cancha se siente como la primera vez que pisó el Estadio Nacional vestido de la camiseta de la selección.

Uh, su alma.

—¿Contento, Manuel? —Antonio le pregunta mientras pone una de sus manos en su hombro desnudo. Están todos arreglándose las camisetas en el camarín, poniendo las calcetas y amarrando las zapatillas flúor. Manuel tiene una sonrisa de perlas brillantes en la boca morocha, y ya no la quiere ni la puede evitar.

—Sí, más o menos.

Antonio suelta una risa y le palmea los hombros con suavidad. Se aleja para ir a ver a los demás futbolistas en preparación. Manuel se enfoca en beber agua de su botella, en amarrarse el pelo y arreglarse las calcetas para que queden justo bajo su rodilla. Está listo, concentrado solo en el partido, incluso cuando Martín aparece frente a él poniéndose la camiseta con su pelo desordenado y el corazón de Manuel da un vuelco. Está concentrado, porque de ahora en adelante, el fútbol, su familia – no terminar herido – son su prioridad. 







yo sé q debieron haber pensado q me morí o algo y no jeje o sea pasé todo enero siendo miserable y después me enfermé hasta la deshidratación pero las buenas noticias es q la enfermedad me ayudó a escribir y aki tamos

qué opinan del capítulo? me gusta mucho esta parte específicamente porque aquí es cuando comienza una montaña rusa de emociones para nuestro querido, queridísimo Manuel, y no se va a detener en un largo rato juju 

oigan sé que dije que quería subir un capítulo a la semana desde enero, y lamento haber estado en coma todo enero, pero ahora que llegó febrero, van a tener capítulo semanal de between desde este viernes en adelante jiji. así que sí, vean el capítulo de haikyuu (si es que alguien lo ve como yo) y luego vengan aquí a nutrirse con su dosis semanal de geis latinoamericanos confundidos jiji

feliz día del amor y la amistad o algo parecido idk. quiero que sepan q creo que el amor no existe en mi vida pero que les aprecio mucho a cada uno de ustedes por seguir leyendo este fanfic que actualiza una vez cada trece años de un fandom prácticamente muerto. muchas gracias por tantísimo y nos vemos la próxima semana!!! y prometo dejar de escribir tantas notas también!!!! muchos besos muak!!

Between |ARGCHI|Where stories live. Discover now