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Manuel detesta conocer nuevas personas con todo su corazón.

Todos los trabajos de grupo los hacía solos hasta que conoció a Miguel en sexto básico y lo arrastró consigo a convivir, cosa que nunca logró hacer bien a pesar de todo. En media fue lo mismo, sólo que todos estaban tan acostumbrados a la actitud de Manuel que sólo lo aceptaban y le rogaban hacer los trabajos de lenguaje y filosofía para subir el NEM, mientras Miguel era su único amigo.

El fútbol siempre era su vía de escape para el contacto social. Él sabía que se jugaba en equipo, pero era más sencillo, más fugaz convivir en la cancha; una mirada, un pase, un choque de palmas y un abrazo. Una sonrisa, pulgares arriba y gestos faciales. Sin palabras, sin mucha profundidad ni intimidad, todo se concentraba en un solo momento: el ahora.

Pero no importaba cuanto amara el fútbol, tenía su lado malo también: conocer el equipo y convivir con ellos.

Julio conducía en silencio hacia Ciudad Deportiva Joan Gamper, donde el Barcelona entrenaba. Manuel llevaba el ceño fruncido mientras miraba por la ventana y jugaba con el bolso deportivo. Había revisado alguno de los CD's que siempre guardaban en el auto, pero había terminado por no colocar ninguno.

Julio sonrió.

—Pareces un niño en su primer día de escuela—dijo, burlesco. Manuel frunció más el ceño y gruñó. Apretó el bolso con fuerza a medida que más se acercaban. Se le revolvía el estómago.

A Manuel se le hizo infinitamente difícil llegar a Milán y tener que hablar con sus compañeros de equipo y comunicarse con ellos desde un inicio. Ama el fútbol y adora la simpleza de la comunicación en él, pero era sumamente difícil establecer ese viable contacto sin conocerlos al menos un poco.

Imaginarse tener que pasar por eso nuevamente con sus nuevos compañeros era como una clase de tortura para él. El contacto social siempre lo era.

Julio detuvo el auto y miró a Manuel. Manuel se preguntó cómo o por qué es que Julio siempre llevaba trajes cuando estaban juntos. Nunca con una mancha, siempre perfecto. Manuel se cansó de tan sólo pensar en todo el trabajo de mantenerse así de pulcro cuando él vivía a base de buzos y poleras de Star Wars.

—Baja ahora y no seas maricón. No te vas a morir.

Manuel frunció los labios y el ceño. Se mordió la lengua y asintió.

Abrió la puerta y puso un pie afuera del auto. Tuvo escalofríos por el mero acto.

Se dio la vuelta y miró a Julio.

—Ven a buscarme a las cinco.

Julio sonrió.

—Sales a las cinco y media.

—Sí, pero quiero que estés aquí lo antes posible para poder salir arrancando luego.

Julio soltó una carcajada y empujó a Manuel fuera del auto.

—¡Llorón! —gritó por la ventana cuando se iba yendo. Manuel se enfrentó al gran edificio e hizo una mueca.

Tendría que enfrentarlo, nada más.

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Manuel estuvo tentado de encerrarse en un baño a vomitar desde el primer minuto que sus ojos coincidieron con los ojos de alguien más en ese centro.

Between |ARGCHI|Where stories live. Discover now