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Fue un poco difícil comer strudel de manzana en la mañana del martes siguiente al fin de semana catártico de Manuel. Y si bien tenía que algo que ver con Julio regañándolo por comer tan mal, tenía que ver más con que todo lo dulce y lo agrio y amargo le daba un espeso sabor a la boca de Manuel. Todo se sentía un poco más difícil luego de pensar tanto e intentar entender tanto.

Ludwig le habló de soledad, calma y amor. Manuel jamás ha hablado sobre sentirse enamorado – no voluntariamente al menos, porque la única vez que recuerda haber mencionado la palabra amor para referirse a un hombre, estaba tan borracho que sentía el vómito en su garganta y lloraba con una fuerza estruendosa mientras llamaba el nombre de alguien de su pasado; así que no sabía en realidad de dónde había salido esa determinación de hablar sobre amor, pero Manuel decide atribuirlo al amor platónico violento que sentía por los dos morenos con quienes desayunaba en estos mismos instantes.

Eso fue otro de los temas que violentó un poco a Manuel los días que estuvo pensando. Amor. Sería un poco arrogante o tal vez apresurado asegurar que lo que sentía por Martín era amor, pero sí debía admitir que era un sentimiento potente, amable, dulce pero ácido y rosado pero también verde. No lo compararía a lo que siente por Miguel o Julio, que a ellos jamás los ha comparado con el desierto ni se ha sentido acalorado por la forma en que le miran (o bueno, duró poco y fue hace más de cinco años cuando apenas conoció a Julio, pero eso no importa tanto), ni tampoco se atreve a compararlo con los amores platónicos de los clubes de Chile y, mucho menos, a lo que sintió por David, el primer hombre del que se enamoró, y su primer todo. Había algo demasiado íntimo en comparar al primer hombre por el cual lloró y al hombre que mira ahora cada día y le hace pensar en todos esos cantos homéricos sobre compañeros amados.

Amándolo o no, Manuel sabe que ha sido injusto e inmaduro con Martín. Lo ha alejado y lo ha acercado solo porque se siente demasiado inseguro sobre sentirse cualquier manera sobre él, sobre demostrarle demasiado y encariñarse más de la cuenta solo para verlo sentir asco de él, o enamorase de una mujer y hacer su vida (y no sabe cuál de las dos opciones le parece peor, qué ridículo). A Manuel le duele un poco (le duele el estómago y le duele el orgullo y le da pena) admitirlo, pero Ludwig tiene razón en eso: no puede prohibirse cosas solo porque tiene miedo. Y no puede evitarse a sí mismo sentir amor (o lo que sea) por alguien solo porque teme el final de la situación. No tiene quince años, y aunque en su adolescencia las cosas fueron menos impulsivas y guturales de lo que él pensó serían en esos años, eso no es justificación para este repentino impulso emocional a los 24 años.

Y ha sido tan cruel. Tan despiadado con el dulce, amable Martín que todos los días le sonríe y ya no le pide que le amarre el pelo, pero lo sigue invitando a comer cada día, le sigue hablando y le manda mensajes de vez en cuando aunque Manuel jamás ve su teléfono. Todavía le sonríe con esa boca de guerrero aqueo y esos ojos de mar mediterráneo calmo, tan amable y gentil y tan pero tan diferente de la forma en que miran a Manuel generalmente. Dios, si hasta cuando es arrogante y desagradable Manuel lo encuentra encantador. ¿La forma en que presume que ha hecho más goles que nadie en el entrenamiento? ¿O cuando cuenta una y otra vez esa vez que fue una fiesta en una ciudad inglesa y vio a Elton John? Manuel se queja y lo encuentra insoportable pero tan increíblemente magnético al mismo tiempo. No merece ser tratado con esa indiferencia tambaleante y ese afecto superficial que no es muestra de lo que Manuel siente realmente por él.

No puede solo evitarlo porque tiene miedo de ser herido cuando Martín no ha hecho nada malo.

Julio empieza a gritar sobre lo atrasados que van (mentira) y empuja a Miguel de su asiento mientras deja los platos en el lavaplatos y le manda un mensaje (gritarle no serviría de nada en esa casa. El eco se tragaría la voz) a Ludwig diciéndole que ya se van y que se encontrará con él en un par de horas. Manuel se acomoda la bufanda en el camino a la puerta de entrada y antes de salir, mira a Julio, preocupado de meter todos los papeles en su maletín, y, sin decir nada, desliza una mano por su mejilla mientras Julio no se fija. Los ojos avellana de Julio le miran en una mueca de confusión y algo parecido al asco, pero pronto se ablanda lo suficiente como para poner uno de los revueltos cabellos de Manuel detrás de su oreja, en silencio también.

Un intercambio silencioso y una nueva decisión.

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A Manuel le pesan las manos cuando se amarra el pelo y las zapatillas de fútbol. Francisco está hablando de algo que no entiende y no le interesa tampoco entender, porque es temprano, tiene frío y su cabeza martillea pensando en el momento en que Martín aparezca por la puerta y Manuel deje, esta vez sin temor, que su corazón explote.

Manuel no cambia de pensamiento drásticamente. Sigue seguro de no hacer nada, ni por Martín ni por ningún hombre cercano o lejano al fútbol. Su carrera es lo más importante, su familia es lo más importante. Pero esta vez, solo esta vez, se permitirá querer aunque sea un poco a este hombre. Escuchará la forma en que sus costillas se queman cada vez que lo mira, y disfrutará la forma en que su cabeza repetirá canciones de amor mirándolo a los ojos. Le dedicará cada libro que lea, le pensará siempre que vea el sol. Será su amigo, saldrán y lo admirará desde el costado siempre que pueda, intentando memorizar el ángulo por si algún día aprende a pintar y puede inmortalizar la juventud preciosa de Martín. Se sentará a mirarlo mientras toma agua y en silencio admirará las gotas de sudor que resbalen por su nuca, y jamás nadie lo sabrá.

Lo va a querer, sin importar cómo acabe esto, porque después de todo, tampoco empezará.

Martín entra por la puerta, bosteza y se sienta junto a Manuel en un silencioso intento de restregarse el rostro para quitarse las lagañas. Manuel lo mira desde el lado (empezó ya) y sonríe con suavidad antes de ponerle una mano en la cabeza, ahora que están a la misma altura.

—Estái chascón—dice. No es un susurro, solo un comentario con su voz ronca de tostada quemada. Martín abre los ojos con pereza y sonríe con fuerza. Manuel no necesita nada más para pararse y, usando una de sus propias ligas, le amarra el pelo en una pequeña colita, que provoca que Martín ría y le agradezca mirándole a los ojos con la flojera en sus irises, incendiando la boca de Manuel.









vengo de nuevo con pésimo ánimo a publicar, y eso me hace un poco de ruido porque amo demasiado a estos dos. tengo mucha pena y han sido unos días difíciles, pero amo mucho al Martín y al Manu y creo que todos merecemos ser testigo de algo tan lindo como el amor, aunque sea entre dos gays latinoamericanos que no existen.

¿cómo están? espero que bien. recuerden siempre lavarse las manos y no tocarse la cara. eviten las reuniones con grupos grandes y cuídense mucho.

¿qué opinan del capítulo? no es un gran salto al amor, pero Manuel está listo para amar y eso es lo que importa. Manuel es un personaje muy personal en este fanfic, así que siempre me esfuerzo en mostrar sus emociones de una forma realista y complicada. no sé si lo logre siempre, pero lo intento.

cuídense mucho. tomen agua, pónganse bloqueador, duerman ocho horas y coman verduritas. aprovechen de ver el etc porque ahora están dando sakura cardcaptor y eso junto con haikyuu me mantiene viva. 

gracias por leer y gracias por el 1k de votos. sin ustedes hubiese botado between hace rato, pero me encanta siempre leerles. mucho mucho amor, nos leemos la próxima semana y un besito, muakk :) <3

Between |ARGCHI|Where stories live. Discover now