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—¡Mierda, Manu! ¡Te ves horrible!

Miguel le gritó en el oído en el minuto en que cruzaron el umbral de la casa, con litros de helado en bolsas que solo Julio cargaba. Según el boliviano, Miguel se había quedado en la casa terminando un trabajo, pero si le llevaban helado a la casa, él se reclamaría feliz y satisfecho.

—¿Verdad? —Julio caminó hacia la cocina y dejó las bolsas en la mesa que había en medio de la gran habitación. Eran más bolsas y más helado de lo que él pensaba sano—Ni siquiera me dijo cómo se hizo esos moretones...

—¿Qué moretones? —Miguel preguntó, husmeando en la bolsa. Se dio vuelta y miró bien a Manuel, que llevaba el cabello hacia atrás y la mejilla llena de moretones, el labio inferior rojísimo y los ojos entrecerrados en una expresión de profunda seriedad—Uh, eso se ve horrible—Miguel señaló la mejilla de Manuel, abriendo un paquete de galletas que había sacado de una de las bolsas—, pero te ves totalmente badass, causa.

Manuel cerró los ojos y suspiró. Se sentó en uno de los pisos altos de la isla de la cocina, apoyando su cabeza en el mesón. Julio fue a buscar su bolso al auto y dijo que echaría todo a la ropa sucia. A Manuel le ardía el labio y le dolían los brazos. Sentía que el golpe que le llegó en la espalda se tornaba morado y se hinchaba, aunque no sabía si eso era siquiera posible.

—Oye Manolito, ¿y esa chaqueta?

Manuel entonces se enderezó y miró la chaqueta que llevaba puesta. Julio ya estaba en la cocina otra vez, sirviendo helado y galletas en bandejas y en grandes copas, deteniendo su labor y mirando también al chileno, quien mantenía la vista en la vestimenta.

—Cierto. ¿De dónde salió?

Manuel alzó entonces la cabeza y paseó la vista por la amplia cocina. Se terminó por encoger de hombros mientras el rostro se le coloraba terriblemente. Miguel comparó el rojo de sus mejillas con el de su labio, lleno de sangre seca.

—De Martín—murmuró, mirando hacia un lado. Julio alzó una ceja y Miguel agitó los brazos.

—¡¿Ah?! —Miguel gritó, poniendo una mano tras una de sus orejas—¡Manolo no te escucho!

—¡Del Martín, oh'!

Miguel bajó la mano y miró fijamente a Manuel por minutos. Julio se detuvo a mitad de servir helado de chocolate en la tercera copa y miró a Manuel también, serio y medio boquiabierto.

—¿Martín? —preguntó Julio. Manuel no estaba seguro de nada, pero creía que el calor que sentía en sus orejas era quizás producto de un rubor que se estaba extendiendo.

—¿Martín como Martín Hernández o Martín como el señor de la fruta de la otra esquina...? —preguntó entonces Miguel, sacándose la mitad de la galleta de la boca.

Manuel tosió, mirando a otro lado—Martín Hernández—susurró.

Miguel se quedó callado y luego tiró la mitad de la galleta al piso, moviendo las manos nerviosamente.

—¿¡Por eso los moretones!? ¡Asu madre! ¡Manuel, te acostaste con Martin Hernández!

Manuel miró a Miguel y hundió las cejas en duda, en asombro. Sus ojos expandidos en la mera incredulidad al oír las palabras de su amigo. Movió las manos y negó con la cabeza, intentando pronunciar la palabra "no" pero nada parecía salir de su boca, como si su garganta estuviera tapada.

—¡A Martín le gusta durísimo y muy rudo y aquí estás! Te golpeó y tú bien que atracaste a la idea de que el tipo zatta, zatta—Miguel movió los brazos, imitando el movimiento de un latigazo con fuerza—pa' que te la enterrara. Pero el brócoli este sí que tiene corazón y te terminó pasando la chaqueta pa' que no tuvieras frío, ¿no? ¡Asu! ¡Si esto es peor que esa teleserie china que...!

—¡Miguel no!

Miguel miró a Manuel, quien cubrió su cara con su mano, aún sentado en el piso del mesón, encogido en sí mismo.

—No culeamos.

—¿Y entonces? —preguntó Julio entonces, acercándose a Manuel. Manuel se preguntó como es que Julio no se había sacado ni la corbata de su pulcro traje.

—Se los explico arriba...

—¿Nada sexual? —preguntó Miguel.

—Nada sexual—respondió Manuel.

—Bah, qué aburrido—murmuró Miguel, tomando otra galleta y metiéndosela en la boca.

—¡Puta, perdón por no dejar que el Martín me la enterrara!

—¿Entonces sí te la quiso enterrar?

—¡Julio!

—Ya Miguel, cállate.

—¡Par de amargados!

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El viernes, Manuel no se levantó de la cama en todo el día, por exigencias de Julio.

Se quedó viendo la tele y con uno de sus brazos en alto, porque si bien no tenía heridas graves, tenía unos buenos golpes y moretones que le ardían incluso más que el día anterior.

La chaqueta de Martín se quedó en el sillón blanco que Manuel tenía en su habitación durante todo ese día. Manuel intentó no mirarla, porque siempre que sus ojos recaían en el pedazo de tela azul con cuello largo que le llegaba por un poco más arriba de la mitad de los muslos (porque Martín era alto, más alto que Manuel, como cinco o diez centímetros más alto, y su chaqueta de por sí era larga), se sentía irremediablemente culpable, mal, pésimo por ni siquiera ser capaz de cruzar palabra con él sobre lo que había pasado. ¿Pero qué le iba a decir? ¿Le iba a agradecer por golpear a esos otros hombres? ¿Le iba a empezar a hablar, a crear un lazo por lo sucedido?

Manuel no estaba seguro de muchas cosas en ese minuto. Sólo sabía que la chaqueta y la situación lo mareaban a más no poder, y que no sabía como ver a Martín Hernández de ahora en adelante.

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saben que quería poner una foto mía con un monumento del Che Guevara que me saqué en Varadero, pero no la tengo en el compu :( así que imagínenme junto a un Che de fierro.

¡cómo están, genta bella! estoy muy feliz de volver con mis chikis gays ahora que sí están interactuando. además, llegó el otoño a chilito y el clima está rico para llevar el termo todas las mañanas al colegio jeje. lo único malo es que estoy estresada af porque tENGO TANTAS COSAS QUE HACER Y NO ME HE PUESTO AL DÍA CON BNHA NI HQ.

por otra parte, ¡adivinen quién se dignó a ver Call me by your name! y fue la peor decisión del mundo, genta. sufrí como si me hubieran apuñalado. pero es hermosísima, creo que incluso más que el libro, así que la recomiendo mil veces.

¿qué opinan del capítulo? sí, medio relleno, pa' que les digo que no si sí. pero de verdad que quería poner esta parte para calmar las agüitas entre los chiquis, porque en el próximo capítulo ya vuelven y de ahí, bue, se pone intenso, creo (?)

no tengo mucho que decir, sólo que ojalá estén bien, se cuiden harto, se abriguen bien porque el invierno llega en poco más de dos meses, y que les vaya muy muy bien en todo.

¡saludos!

Between |ARGCHI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora