Epílogo.

1K 84 16
                                    

POV LUCÍA

La vibración en mi móvil me despertó, intenté seguir durmiendo, pero otra vibración no me dejó; a partir de ese momento, iba a ser así todo el día. Abrí los ojos escuchando ese silencio que tanto me gustaba. Los primeros rayos del día entraban por las rendijas de la ventana, ligeramente apagados debido al nublado que tenía que hacer ese día; según las previsiones, caería una lluvia bastante preocupante.

Nuestra única preocupación al respecto, seguía siendo Niko.

Giré la cabeza encontrándome a Beatriz, despierta, abrazada a la almohada y mirándome con una ligera sonrisa.

—Hola —susurré estirándome y acercándome a ella, bajo el edredón que nos separaba del frío.

—Buenos días —contestó recibiéndome debajo de su propio cuerpo—. Feliz cumpleaños, mi amor.

Sonreí nada más escucharlo de su garganta, mucho más cuando se inclinó para darme un beso.

—¿No serás tú mi regalo? —pregunté metiendo mis manos bajo su camiseta.

—No... Pero puedo dejar que me desenvuelvas igualmente.

—Entonces sí que eres mi regalo —dije sobre sus labios, besándola y atrayéndola hacia mí; en realidad a ella era lo único que quería por mi cumpleaños—. ¿Qué plan hay hoy?

—Tengo terapia a las once, y antes tengo que dejar a Inés con mi hermano. —Asentí atenta más a su escote que a lo que me decía—. Luego soy toda tuya hasta que a las cuatro nos invadan tus amigas.

—¿Cuántas horas son esas?

—Pues... Tres. Podemos ir a comer, yo invito, donde tú quieras.

—No —respondí teniéndolo claro—. En cuanto salgas de terapia vienes a casa y me follas como quieras. Luego ya te como a ti, y listo.

—¿Eso quieres? —preguntó sonriendo.

—Eso quiero.

—Pues eso tendrás —susurró dándome un beso—. Voy a hacerte el desayuno, no te muevas.

La dejé levantarse, que me consintiera todo lo que ella quisiera.

En cuanto Beatriz salió de la habitación directa a la cocina, yo cogí el teléfono para saber quién era la culpable de mi despertar. Laura. Tenía unos cincuenta mensajes en el grupo del Bollosquad, unas diez conversaciones sin abrir y una pereza horrible para leer todo.

Iba a abrir el mensaje de mi amiga, cuando un peso sobre mí me golpeó por sorpresa. Inés se había tirado como una plancha sobre mi cuerpo.

—Mira quién está despierta. —Sonreí dejando el móvil en la mesilla—. Buenos días.

—Hola —contestó sentándose sobre mí, jugando con mi cara—. ¡Feliz cumpleaños!

—Muchas gracias, cielo.

—Deja que te tire de las orejas.

—Son muchos años.

—Da igual.

Así hizo ella, mis treinta y un años estrenados en unas orejas que acabaron rojas por culpa de Inés.

—Y este por si el año que viene se me olvida —dijo riéndose mientras me apretaba la nariz.

—Serás diabla.

La agarré tumbándola en el lado donde dormía su madre, llenándola de unas cosquillas que la encantaban, pero la dejaban sin aire.

Después de ti.Where stories live. Discover now