200 metros.

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POV BEATRIZ

Gustavo me estaba esperando fuera de la consulta. Era la primera vez que no llegaba a una terapia, era la primera vez que sentarme en aquel sillón frente a él, fue más una pesadilla que una liberación... La primera vez que yo me había rendido.

—Imagino que lo sabes...

—Sí, al llamarla preocupado por tu desaparición me lo ha dicho. Me alegra ver que al menos el hecho de que haya ido a buscarte, significa que por ella lo quieres intentar.

—Significa que pese a estar enfadada conmigo, ha ido a buscarme para que venga a terapia...

—¿Y cómo te tomas eso?

Me encogí de hombros porque estaba cansada, de llorar, de pensar y de martirizarme por todo. Gustavo lo notó y me pidió que me tumbara en el sofá más grande. Cerré los ojos siguiendo sus indicaciones: mantener la respiración y alejar mis pensamientos para poder relajarme.

No fue la única sesión que hicimos así fueron más de diez. Había retrocedido en todo. Estaba exactamente en el mismo punto que el año pasado, pero por causas diferentes. Mi ejercicio fue el mismo: la consulta, el club y mi casa. Lo único que ahora hacía y antes no, era hablar con Inés todos los días. Justo antes de entrar a trabajar; aprovechando que ella se acostaría, la llamaba. Avisé a mi madre que no podía ir a verla, mi aspecto no era el mejor. Apenas comía, dormía muchísimo menos; me negaba a que mi hija notara la depresión por la que estaba pasando.

Y cogía el móvil solo para esas llamadas, pues cada que lo desbloqueaba, descubría un mensaje nuevo de Gerard. Tenía treinta sin abrir, todos pidiéndome perdón y, sobre todo, verme para poder hablar. Solo el último fue el que me dolió por dentro:

GERI_16:23

Creo que lo mejor es que te deje en paz. Lo siento, Bea; no quise hacerte mal y creo que lo he hecho. Perdóname. Te quiero.

No le contesté; pero tampoco me gustó que pensara que me molestaba. Seguía sintiendo lo mismo por dentro, quería saber de Gerard, quería que él estuviera en mi vida; pero solo como amigo.

—He estado pensando en Gerard —dije mientras miraba la avenida de brazos cruzados—. Quizás debería hablar con él.

—¿De qué quieres hablar?

—De lo que pasó, no creo que se merezca tampoco cargar con toda la culpa.

—Si te sientes mejor hablando con él, no es una mala idea —contestó Gustavo—. Pero debes pensar bien lo que haces. —Asentí mordiéndome el labio inferior—. ¿Quieres hacerlo antes o después de saber algo de Lucía?

Suspiré y pensé la respuesta, pero lo cierto que, para contestar a eso, yo tenía antes una pregunta.

—¿Sabré algo de ella en algún momento?

Gustavo me llamó por mi nombre y sabía lo que eso significaba: tenía que centrarme en mí y no en Lucía. Pero lo cierto es que no podía olvidarme de ella tan fácilmente, la echaba de menos y mucho. Lucía había significado un punto y aparte en mi vida; y con su marcha, había sido como borrar todos los sentimientos bonitos que habían surgido con ella. Fue volver al puto agujero negro.

—No puedo dejar de pensar en ella, Gustavo —dije sentándome frente a mi psicólogo— Nunca había sentido algo así por nadie; al menos que recuerde, claro—. Me dejé caer en el sofá—. La echo mucho de menos.

La voz me tembló al pronunciarlo, pero no lloré; algo con lo que me sentí satisfecha.

La respuesta de Gustavo fue cerrar su libreta, mirar el reloj y levantarse de su habitual sillón. Le seguí con la mirada, jamás se levantaba de allí, al no ser que fuera importante. Llegó hasta su mesa donde cogió su teléfono y regresó al mismo lugar, justo frente a mí.

Después de ti.Where stories live. Discover now