Jose.

776 91 10
                                    

POV BEATRIZ

Lo tenía todo preparado, la cena, las cervezas y Netflix; solo deseaba que Lucía llegara de una vez a casa. Estaba más nerviosa que de costumbre y es que, esa misma mañana, en terapia, había hablado con Gustavo de mi pequeño problema con el sexo. Tras una hora de sesión, no solo no salí convencida de poder hacerlo, sino que me moría de ganas. En ocasiones así, amaba a mi psicólogo.

—Hola. —Sonreí como una idiota nada más verla—. ¿Qué tal el trabajo?

—Ricos por todos lados, que asco les tengo —contestó dándome un beso—. ¿Tú qué tal? ¿Niko?

—Bien, bien... Tengo todo preparado ya, solo siéntate.

—¿Qué has hecho?

—Ahora lo verás.

No celebrábamos nada, ni siquiera era una cena muy suculenta; era el hecho de estar las dos, en esa pequeña burbuja que habíamos creado fuera de todo.

—¿Quieres que compre algunas cosas para Niko?

—¿A qué te refieres?

—A que tenga dos casas, la tuya y la mía. Una cama donde dormir, los cubos para la comida... Esas cosas.

—¿Quieres que vaya a tu casa?

—Quiero que estés con él pero también que estés conmigo, y no quiero estar contigo y que estés pensando en cómo estará él. Así que creo que, la mejor opción, es comprarle algo. Si tú duermes en mi casa pues él también.

De todas las cosas que podría imaginarme, esa no entraba dentro de mis posibilidades. Niko nunca había salido de mi casa, y la poca gente que había venido a visitarme, que se reducía en mi madre y mi hermano, no es que le hubiesen hecho mucho caso. Al final era consciente que no a todo el mundo le gustaban los gatos.

Pero me pareció un gesto tan inesperado como bonito; por esa razón, dejé el plato de comida y me abalancé sobre ella tumbándola en el sofá.

—¿En serio quieres hacer eso?

—Claro —contestó riéndose—. ¿Por qué te sorprende?

Me encogí de hombros, y no la permití decir nada más porque me la comí a besos. Era lo único que quería hacer en ese momento, la película dejó de importarme, al cena también; yo solo concebía a Lucía.

—Bea... —susurró sobre mis labios—. Deja de hacer eso, por favor.

Me di cuenta que, inconscientemente, había empezado a presionar la entrepierna de Lucía con mi rodilla; y era lo que me pedía que parase. Pero una vez que lo había hablado con Gustavo, no tenía necesidad de parar nada. Por eso, me senté a horcajadas sobre ella, pidiéndola que se incorporara.

—Quiero acostarme contigo.

—No fuerces las cosas que no pasa nada.

—Quiero hacerlo —repetí acariciando su rostro—. ¿Podemos intentarlo?

—¿Y si sale mal?

—Paramos, simplemente.

—No quiero forzar nada...

—Pero es que quiero hacerlo, quiero acostarme contigo y sé que tú también quieres... ¿no?

—Claro que quiero. —Suspiró dándose un momento—. No te obligues, ¿vale? —Yo asentí besándola—. Si te ves mal, para todo.

Dejé caer mi cuerpo contra el suyo, sintiendo en seguida sus manos en mis nalgas agarrándolas con fuerza. Era raro, de verdad que ese momento era raro. Llevaba casi diez meses sin acostarme con nadie, y aunque eso no se olvida, era raro volver a sentir unas manos que no eran las mías.

Después de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora