Niko.

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POV BEATRIZ

—He comprado un pescado que no has probado en tu vida.

—¿Cómo estás tan segura?

—Porque lo sé —confirmó completamente orgullosa y confiada de sus habilidades culinarias—. ¿Te da tiempo para el trabajo?

Asentí esperando a que cogiera la bolsa del maletero. Habían pasado dos semanas desde que Niko había protestado por la presencia de Lucía en mi casa, aunque a esas alturas, se habían hecho mejores amigos. Tampoco supe en qué momento ocurrió, pero supuse que era porque Lucía era un cielo.

Cada día que pasaba me sentía más cómoda con ella, habíamos creado una intimidad nuestra que no se rompía ni queriendo. Aunque en el club seguíamos siendo clienta y camarera; descubrí que me encantaba verla bailar y disfrutar con sus amigas, aunque lo que más querría era hacerlo con ella.

Tuvimos que dejar el coche en la calle paralela. Lo peor fue que, al doblar la esquina y mientras recibía un beso de Lucía por una tontería que había dicho sobre mi manera de cocinar; yo via mi madre apoyada en la puerta. Mirando detenidamente el telefonillo, como si así averiguara donde vivía.

—Es... Mi madre.

—¿Quién?

Señalé con la mano a la puerta y en seguida, Lucía siguió el recorrido.

—¿Quieres que nos demos la vuelta?

—No... —Susurré mirándola—. ¿Te presento?

Pero ella se encogió de hombros, al final la decisión era mía. Lo cierto es que, en esas dos semanas, pese a que estábamos cada vez más tiempo juntas, no habíamos hablado nada sobre qué éramos. Aunque supongo que eso era una etiqueta, pues nos comportábamos como una pareja de quinceañeras algunas veces y otras como una de más de treinta años de matrimonio.

Era el momento, y tanto Gustavo como yo lo sabíamos. Él y yo habíamos hablado mucho sobre ese momento, y algo me decía que la primea sería mi madre, pero nunca acababa de prepararme para ello.

—Mamá —dije nada más llegar.

—Bea.

Fue girarse y quedarse literalmente helada. La presencia de Lucía, nuestras manos entrelazadas y una situación que, tarde o temprano, iba a suceder. Pero ahí agradecí tenerla a ella, pues me dio un ligero apretón en la mano que me hizo dar un paso delante.

—Ella es Lucía, mi novia —sentencié finalmente poniendo esa etiqueta que no me molestaba—. Lu, ella es Ángela, mi madre.

—Un placer.

Se dieron dos besos ante el asombro de mi madre, que no disminuía. No supe si porque no se esperaba una pareja nueva, una mujer o un hombre... O simplemente cualquier persona en horario de día.

—¿Tienes novia?

—¿A qué has venido?

—Te hemos estado llamando pero como no nos coges las llamadas... —suspiró—. Hemos estado hablando tu padre y yo del tema de tus terapias; y venía a traerte esto.

—¿El qué?

—Ten —insistió sacando un sobre de su bolso—. Para que puedas pagarlas.

—¿Queréis pagarme la tarea? —Mi madre asintió—. A ver... —Suspiré sacando las llaves de casa—. Ten, espérame arriba, por favor.

Lucía asintió sin protestar, dándome una última mirada de preocupación; y aunque intenté hacerla ver que todo estaba bien, no supe si lo entendió.

Después de ti.Where stories live. Discover now