Adriana.

769 84 5
                                    

POV LUCÍA

Libraba ese día y en cierta manera, lo agradecí. No estaba sola, el día anterior me fui directa a casa de Cristina para contarle, paso por paso, lo que había pasado.

Mi amiga no me había dejado, al contrario; entre que ella no tenía nada mejor que hacer y que yo tampoco quería estar sola, una vez que salí del trabajo, me recogió y nos vinimos para mi casa.

Y ese día esperábamos dos visitas, la de Laura y la de Adriana. La primera ante la inminente crisis por la que pasa y la segunda para darme cierta información. A decir verdad, tampoco es que estuviera deprimida, simplemente no entendía qué pasaba.

Nuestra única teoría fue que había acertado de lleno en mi análisis y eso le molestó. Por eso, al despertarme, había mandado un mensaje.

LUCÍA_11:06

Bea, lo siento. A veces soy muy imprudente y tampoco quería ponerte mal o incómoda. Sé que la he cagado y bueno... Lo siento. Si quieres hablar, sabes dónde estoy; y si no, lo entenderé.

Acto seguido, Cristina me quitó el móvil porque no quería que siguiera lamentándome por algo que, al final, se escapaba de mí.

—He pedido comida para nosotras, si vienen las otras dos, que se busquen la vida.

—Adri no venía hasta la tarde y Laura depende de Silvia, no me ha dicho hora.

—Pues eso —dijo sentándose a mi lado—. ¿Vas a querer hacer algo o nos tiramos aquí todo el día?

—¿Quieres hacer algo?

—Yo no.

—Pues ya está.

Una serie en Netflix que tenía siete capítulos de veinte minutos cada uno que nos ventilamos ese mismo día. No es que fuera la mejor serie que había visto, pero lo suficiente para entretenernos la comida y parte de la tarde. Para lo único que paramos fue por una llamada de la madre de Cristina, que yo aproveché para revisar y anotar algo más del TFM.

—Cinco euros si es Laura —dijo Cristina al escuchar el telefonillo.

Me levanté dispuesta, y para desgracia de mi amiga, que ahora me debía cinco euros, la llegada era, sinceramente, la que más me interesaba; la única que podía tener información que me hiciera entender algo más.

—No recuerdo la última vez que pisé tu casa.

—Creo que no hace tanto, pero tu memoria no da para mucho más.

—Eso es de verdad. Hola, Cris.

La vida en el grupo, a medida que nosotras crecíamos, cambiaba constantemente. Nuestras tardes en los campos bebiendo y fumando dejaron de existir debido a nuestras obligaciones de personas adultas; ya fuera por familia o trabajo. Hablábamos por whatsapp, y nuestro apoyo en momentos de crisis gordas, seguía estando; pero todo era muy distinto.

Yo era consciente que, cada año, seguiría cambiando y sobre todo, que llegaría un momento que solo estaríamos Laura y Cristina... Y de Laura, a veces, hasta lo dudaba.

—Cuéntanos.

—Me ha tocado contarle una mentira a Irene por esto, lo cual te va a costar una cerveza. —Yo asentí sabiendo que era el menor de mis problemas—. La tipa es bastante rara, así que ten cuidado de donde te metes.

—¿Por qué? —preguntó Cristina.

—Está yendo al loquero. —Eso no fue noticia ni para Cristina ni para mí—. Es un primo de Irene o algo así. El caso es que el motivo por el que va no lo sabe, pero es gordo, muy gordo. Y aquí es donde voy... Estuvo viviendo en casa de Irene como dos meses hasta que pudo pagarse una casa propia.

Después de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora