✿ Capítulo 10 ✿

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—Insisto, yo limpiaré por ti.

No debía olvidar que él y yo no estábamos solos. Si lo hubiéramos estado, no hubiera dudado ni un segundo en darle una cachetada, voltear el rostro y salir llorando de ahí. Pero, como no era plan de discutir sobre este asunto delante de Diana al lado de nosotros —quien comenzaría a hacerse preguntas del porqué de nuestro extraño comportamiento y, con ello, a sospechar más de lo que de verdad estaba ocurriendo— decidí ceder ante su la petición. De este modo, le entregué la escoba y el recogedor para que limpiara el estropicio.

—Disculpen, me retiro al baño —dije, yéndome del salón y dejando a la ‹‹feliz›› parejita en ella.

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Ya en el baño, me miré frente al espejo. Mi rostro estaba de verdad desencajado.

Abrí el caño del agua para que la hiciera correr y el ruido del líquido cayendo se confundiera con mis lamentos tenues, pero lo suficientemente ruidosos como para llamar la atención de cualquiera.

No podía llorar del modo en el que yo quería. ¡Porque quería chillar, gritar, maldecir, insultar! En definitiva, ¡soltar todo esto que me carcomía por dentro! Pero no podía hacerlo de tal manera que captara la atención de los demás.

Poco a poco, el dolor que sentía dentro fluyó por todo mi cuerpo. Percibí que mi corazón quería salir de mi pecho, ya que me dolía demasiado, como si alguien me atravesase con una espada, desde dentro hacia afuera de mí.

Me observé en el espejo. Ahí estaba yo, con mis veintiocho años, con los ojos rojos, llenos de tristeza, de frustración, de desgano; pero, sobre todo, de decepción. Las mejillas estaban más rosas que nunca e hinchadas por el dolor.

Cuando ya no pude más, exploté por completo y di mi batalla de no llorar por vencida. Debía dejar que el dolor saliera del todo. Abrí mi boca lanzando un grito mudo como silencioso testigo de la desesperación que me agobiaba.

Luego de un momento en el que ya no había más lágrimas que soltar, me aprecié de nuevo frente al espejo. Mis ojos rojos me ardían de tanto llorar, por lo que tuve que enjuagármelos con el agua para que este disipara el dolor.

Transcurridos varios minutos, ya estaba lista para salir y enfrentar la situación. Como si nada malo pasara y seguir con la farsa delante de Luis y de su novia...

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Cuando salí del baño, en ese momento me encontré con Ada. Estaba bajando de la escalera, que daba a los dormitorios del segundo piso. Había terminado de bañarse y de cambiarse. Se la veía muy hermosa con el pelo amarrado con un moño y un vestido floreado que hacía juego con la estación de la primavera.

Por un segundo, verla me alegró mucho. No quería sentirme tan sola ante esta delicada situación.

—¿Todo bien? —preguntó mi amiga observándome fijamente.

¿Se habría dado cuenta de lo que me ocurría? De ser así no quería verme aún descubierta. Inventé cualquier excusa para que no me invadiera con preguntas.

—¿Podemos hablar? Si quieres vamos a mi cuarto para conversar con más privacidad.

Ya en su dormitorio, le inventé una excusa de lo más burda: le dije que el ver a Luis con Diana me había traído recuerdos de mi relación con César, de cuando ambos nos conocimos a esa edad (dieciocho años) y comenzamos a salir.

—¿Aún sientes algo por ese imbécil?

—Pensé que ya estaba superado, pero me he dado cuenta de que no. Es por eso que...

Decídete, Margarita [Saga Margarita 1] ✓ - [GRATIS]Where stories live. Discover now