✿ Capítulo 25 ✿

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Margarita

Hacía varios días que me había distanciado de Luis y eso me había destrozado el alma.

No sabía muy bien qué hacer. Si ceder en mi posición y acompañarlo al club donde él me había invitado, aún con el más grande de mis temores apretando en mi pecho y tratar de disfrutar de la vida junto a él, o mantenerme firme en mi resolución y no ceder a su propuesta.

Extrañaba mucho a Luis, demasiado. Como siempre había estado acostumbrada a que viniera a diario a mi casa, al pasar los días sin saber de él, de no tener su compañía, de no escuchar sus bromas, de no sonreírme tan pícaramente, de no pedirme que le hiciera algo de comer, de no tener su olor... ¡Echaba de menos todo lo que él significaba en mi vida!

Cualquier cosa que yo hacía lo relacionaba rápido con Luis. Hasta labores tan cotidianas como cocinar, sin la ayuda que él siempre me proporcionaba, provocaban que me sintiera desganada de todo. Por muy estúpido que pudiera sonar, eran los pequeños detalles como recordar compartir cualquier tontería con el hombre que querías y luego al darte cuenta de que no estaba ahí contigo, lo que hacían que el distanciamiento me fuese algo bastante duro de afrontar.

En el trabajo me iba fatal. Me habían asignado dos informes contables para entregar a dos clientes muy importantes, pero estaba tan distraída pensando en las musarañas (sí, claro. ¿Alguien conocía a una con trenzas rastas y una hermosa mirada de pillo?), que antes de firmar el boceto final del informe que iba a entregarle a mi jefa, se me dio por leer lo que había hecho. Y grande fue mi sorpresa cuando me percaté de los errores garrafales que había cometido. ¡Había confundido los ingresos con los egresos de cada empresa!

Antes de entregar semejante bodrio a Constanza, lo cual podría acarrear mi despido inmediato —bueno, quizá no tanto—, le informé que me encontraba muy mal por los temas de mi divorcio, ya que ‹‹César había hecho unas peticiones adicionales a la demanda inicial››. Fue la primera mentira burda que se me ocurrió. Como sabía que Coti era muy sensible con estos temas de rupturas de pareja, se tragó todo el cuento, no sin antes ser enfática y decirme que tratara de separar mi vida personal de la laboral.

Me sentí muy mal al respecto, pero nada podía hacer. El tema de Luis y nuestra pelea me tenían en otro planeta, pensando todo el día en él, haciéndome imposible concentrarme en mi trabajo y cumplir con mis labores asignadas. Y ni hablar de mi vida como soltera.

En mi departamento todo estaba hecho un desastre. Hacía días que no había dado ni una simple barrida. Todo estaba desordenado, sucio y fuera de su lugar, a tal punto de que en más de una ocasión no recordaba en dónde había dejado mi peine o mi bolso, siendo una tortura el buscarlos en todos los rincones de mi casa.

Inclusive Napoleón había sentido mi ‹‹ausencia››. Ya había olvidado la última tarde en la que lo había sacado a pasear porque estaba más preocupada en pasarme viendo películas románticas en cable mientras lloraba por los desamores de los protagonistas. Él dependía de mí para comer y en más de una ocasión, si no fuera porque me reclamaba con un ladrido o con una gracia —sentándose frente a mí con su plato en su hocico— no hubiera reparado en ello.

Ni qué decir de mi aspecto personal; estaba descuidado. Todo llegó a su clímax una mañana, cuando me observé en el espejo para alistarme para ir a trabajar. Observé que las ojeras en mi rostro eran tan grandes y todo por no dormir del modo debido por echar de menos a Luis. Fácilmente hubiera podido ser confundida con el protagonista de Kung Fu Panda. ¡Qué horror!

A todo esto, se le sumaba que casi o nada me apetecía comer. Normalmente me consideraba delgada, talla 30 en pantalón, pero tanta era mi inapetencia desde que Luis se había ido, que creía haber bajado varios kilos desde que nos habíamos distanciado.

Decídete, Margarita [Saga Margarita 1] ✓ - [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora