✿ Capítulo 5 ✿

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No le di ningún ‹‹Sí›› a la pregunta que Luis me hizo. Pero hay un viejo dicho, ‹‹Un hecho dice más que mil palabras››, y en este caso se aplicaba a la perfección.

Cuando tomó mi mentón con la mano que tenía libre y acercó su rostro hacia el mío, ya no opuse resistencia. Me dejé llevar por la gran emoción que me embargaba, y así fue como ambos nos dimos nuestro segundo beso. De forma tierna y delicada, sus labios rozaron los míos en un beso que duró lo suyo, pero que para mí fue un momento eterno... Un mágico y maravilloso momento.

Luego de que la relación entre los dos fluyó con más naturalidad, conversamos sobre lo que nos había sucedido durante los años que no nos habíamos visto. Ahí pude enterarme un poco más sobre cómo había sido su adolescencia.

Esta había sido normal, dentro de lo que cabía. Luis llevaba una relación muy distante con su padre, porque este siempre quería imponerle sus puntos de vista. Pude darme cuenta de que el hablar de ello le causaba mucha frustración y tristeza, así que decidí rápido cambiar de asunto y charlar sobre temas más triviales.

—No has cambiado tu toque(1) —me dijo mientras tomaba una taza de café que le había servido. Estaba sentado en una de las sillas del comedor de mi casa—. Tienes unas manos increíbles.

—Solo es café pasado—le indiqué. Estaba sentada en otra silla, la de la cabecera de la mesa, a la izquierda de él—. No hay mucho arte en su preparación.

—Vamos, no te minimices. ¿Te dije alguna vez que me encantaba cómo preparabas el té y el café cuando me lo servías en mi casa?

—No que yo recuerde —dije sintiéndome complacida.

En el fondo, estaba muy feliz por sus halagos hacia mí.

—Pues te lo digo ahora —agregó para luego dar un último sorbo a su taza y levantarse de la silla.

—¿Ya te vas? —dije con cierta pena.

—Aunque quisiera quedarme más rato, ya es muy tarde —me indicó mientras observaba su reloj—. Son casi la 1:30 de la madrugada.

—¡Dios bendito! Tienes razón. ¿Qué dirán en tu casa cuando llegues tan tarde?

Él tomó su casaca y se la puso. Ambos nos dirigimos a la puerta de la entrada.

—Bah. Ya inventaré cualquier excusa, que me encontré con algún amigo de la universidad o del grupo de rap. Total, mi viejo no está en mi casa y mi mamá se traga cualquier cuento que le diga.

—¿Hace mucho que cantas rap? —dije, buscando cualquier tema con el pretexto de hacer que se quedara unos minutos más.

—Bueno... Desde hace dos años, cuando entré a la universidad llevé la asignatura de Música como actividad libre. Ahí conocí a mi amigo Pablo, quien sabía de toda la onda de Eminem y grupos de rap. De tanto andar con él terminó por gustarme este género musical. Luego me presentó a otros patas(2) con los que él se juntaba. Así que algunos días, después de las clases, nos reunimos en los parques o en la casa de alguno a cantar y ensayar canciones.

—Vaya, pues sí que te ha dado fuerte lo de la música. Y tienes talento, mucho talento.

—¿Tú crees? —preguntó con avidez.

—Pues claro. Tienes una preciosa voz. Cuando cantaste antes, en el auto...

—¿Cómo Pablo Alborán? —me interrumpió enarcando la ceja y sonriendo de manera traviesa.

—Sí. —Fruncí el ceño—. ¡Un momento! ¿Cómo sabías que me gustaba esa canción?

—Pues recuerdo que te gustaba escuchar canciones románticas con mi hermana. Ambas se encerraban en su habitación y se ponían a cantar. Ustedes tenían sus cancioneros(3)y todo eso. Tú cantabas tan bonito, aunque no puedo decir lo mismo de Ada. Con sus gallos.... ¡era insoportable! Más aún, cuando se creía la próxima Thalía y se ponía frente a los espejos de mi casa mientras cantaba. —Comenzó a imitar a su hermana.

Decídete, Margarita [Saga Margarita 1] ✓ - [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora