𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 31: Cᴀ́sᴀᴛᴇ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ

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— A la verga. — Exclamó Mathías abriendo la pequeña caja que me habían mandado, con una impresión de asombro más grande que la mía, si es que es posible.

Al final Andrew fue por mí, mi padre le pidió que pasara por mí a la escuela y le comentó toda la maldita historia, claro que al principio me molestó esto, pero al subirme al auto me dijeron que tanto él como mi cuñada me apoyaban a mí y no estaban de acuerdo con la actitud que tenían conmigo, alegando que cuando Sophia crezca y decida vivir su vida sexual ellos no se negarán, solo le dirán que se cuide adecuadamente. Me alegró tanto que ambos estén en la misma sintonía que yo, me deja en claro que los que están mal son mi padre y Noah, no yo.

Ahora mismo subimos a mi habitación, aprovechando que Noah aún no había llegado de su pequeña "entrevista" aunque debe estar por volver y por supuesto que estaría enojado.

Enojado = mentar madres.

Pero me sentía más segura con la presencia de nuestro hermano mayor aquí, sé que no dejará que nos trate mal.

Elena – mi cuñada – se quedó hablando con mamá y cuidando a la pequeña Sophie, aunque también nos estaba cubriendo, diciendo que Andrew nos regañana por nuestro mal comportamiento cuando en realidad nos estaba solapando, si bien no están de acuerdo, tampoco iban a actuar antes de tiempo.

Andrew soltó un quejido para después reírse al ver el contenido de la caja, aún no podía creerlo, carraspee la garganta intentando no toser por el asombro.

— Éste teléfono vale más que tú. — Dijo Mathías haciendo que le diera un empujón, ¿realmente me había mandado un celular para que me pudiera comunicar?

Dios, qué lindo.

Aunque no había necesidad de comprar uno tan cARO, con un cacahuatito me hubiera conformado.

— Te quiere comprar, pequeña. — Comentó Andrew, suele hablarme con cariño, supongo que es porque soy la menor de los cuatro, en parte también porque ya tiene a su hija y tiene esa sensibilidad de padre que el mío no posee ni de chiste. — ¿Cuántas vacas vamos a pedir por Sol?

— Yo digo que unas diez. — Reí viendo el bonito y costoso celular color rosa pastel.

Se preocupó hasta por el color, qué considerado, me muero de amor.

— Diez vacas y diez camellos. — Corrigió el mayor. — Así ya podemos empezar un negocio de vacas y camellos.

— ¿Quién va a querer vacas y camellos? — Pregunté comenzando a desbloquear el móvil que cuesta más que mi riñón. 

— Los granjeros quieren vacas, creo. — Explicó Mathías, dejándose caer en mi cama, reí inconscientemente viendo a mis dos hermanos hacer realmente nada.

Verlos así me recuerdan las veces en las que teníamos que cubrir a Andrew de mi mamá, él era muy fiestero, le gustaba salir y emborracharse hasta el otro día.

Una vez lo encontré en las escaleras vomitado de la espalda.

Y yo me pregunto; ¿Cómo te vomitas la espalda? O sea, el cuello no te da para vomitar ahí, a menos que seas de « el exorcista », cómo chingados le hizo para vomitarse la espalda.

O le vomitaron, nunca lo supe.

También una vez tuvimos que ir por él a la cárcel, a pagar para que lo dejaran libre, no se acordaba de nada del día de anterior, había perdido su celular y tenía un control de televisor en las manos.

¿De dónde era ese control?, quién sabe.

Es divertido porque Elena siempre fue una niña de casa, que se dormía temprano, tocaba el violín en las tardes y visitaba en muelle en las mañanas, según mi cuñada me ha contado él le enseñó a salir de noche, a ser más despreocupada, a bailar y a divertirse de formas que nunca se hubiera imaginado,  mientras que ella le mostró la simpleza de la música clásica, a tener paciencia, a disfrutar las mañanas, la belleza de las noches, entre otras cosas.

𝑉𝑒𝑛𝑡𝑎𝑛𝑎𝑠 𝐷𝑒𝑓𝑒𝑐𝑡𝑢𝑜𝑠𝑎𝑠 - Levi Ackerman [Terminada]✓Where stories live. Discover now