Capitulo 31

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Karol vio en los ojos de Ruggero sinceridad y certeza. ¿Por qué ella nunca estaba segura de nada?

Karol tragó saliva y se apartó de él.

-¿Crees que es eso lo que estoy haciendo?

-Sé que es lo que estás haciendo -respondió Ruggero.

-Estás equivocado -dijo ella mirándose las manos. En parte, no podía creer que ue Helena le hubiera conraro todo. No lo sabía casi nadie, excepto su padre, Isabella y suponía que Ezequiel Pasquarelli.

-¿Eso crees? Por lo que veo, hace ocho años no viniste conmigo por Helena... Y porque estabas asustada. Y ahora...

-La decisión que tomé hace ocho años fue la acertada -lo interrumpió ella-. Y no me arrepiento en lo absoluto.

- De acuerdo -dijo Ruggero en tono más comprensivo del que había esperado-. Y nunca sabremos que habría pasado si Helena no te hubiera dicho lo qué le pasó aquella noche. Pero la cuestión es que Helena, ahora, es una mujer adulta y no necesita que sigas protegiendola. A pesar de lo cual, tú te empeñas en quedarte aquí.

-Mi vida entera está aquí -insistió Karol-. Mi lugar está aquí.

-¿Eso crees? -Ruggero le agarró el braso-. Te apartaron, Karol. Te hicieron el vacío. Te marginaron.

Karol sintió frío, el mismo frío que sintió la noche en que Ruggero se marchó.

-Eso tú... tú no lo sabes.

-Me lo ha contado Helena. De hecho, me lo ha contado todo.

Pero eso no era suficiente. Una descripción, unas palabras... no podían explicar lo que sintió cuando le arrebataron toda su existencia. Ni siquiera sabía si ella misma podía explicárselo a Ruggero. Pero sabía que debía intentarlo.

-Fue como si yo hubiese dejado de existir -susurró Karol por fin-. No era lo que papá necesitaba, así que ahí ya no había un lugar para mí. Le defraudé y no le servía de nada.

Ruggero aflojó la mano que le agarraba el brazo y la abrazó. Sintió los latidos del corazón de él y se sintió como se había sentido siempre en sus brazos, segura, en el lugar que le correspondía.

-Entonces, ¿por qué te empeñas en que te vuelva a aceptar? Estarías mejor sin él, sin ninguno de ellos.

-Crees que debería irme como has hecho tú, ¿verdad? -Karol se apartó lo suficiente para esbozar una media sonrisa-. Este es mi lugar. Además, ¿adonde si me podría ir, Ruggero?

-¡A cualquier parte! A cualquier sitio que puedas ser tu misma y vivir tu vida. Lo que no deberías hacer es tomar decisiones que afectan tu vida personal basandote en lo que es bueno para el negocio familiar o lo que nuestros padres quieren. Podrías ir a cualquier lugar del mundo, Karol -Ruggero se interrumpió un momento antes de añadir-: incluso podrías venir conmigo si quisieras.

A Karol casi se le paró el corazón. No podía respirar. No podía pensar. No podía asimilar las palabras de Ruggero.

-Voy a casarme con Michael mañana.

-¿Por qué? -preguntó él-. En serio, Karol, dime por qué. No lo comprendo.

-Le quiero.

- No. No le quieres.

-¡Puede que llegue a quererle!

Ruggero se echó a reír, pero en su risa estaba ausente el humor.

-Karol, estoy seguro de que le quieres de una forma u otra, pero no me digas que estás enamorada de él porque no es verdad. Y él tampoco lo está de ti. Ni siquiera ha notado lo disgustada que estabas después del discurso de tu padre.

-Pero tú sí.

Ruggero asintió.

-Sí, yo y Helena. Somos tu equipo.

-Sí, pero tú te vas a ir después de la boda.

-Vamos, dime la verdad esta vez -insistió Ruggero-. ¿Por qué estás decidida a casarte con Michael mañana?

-Quizá sea porque creo que me hará feliz -respondió ella.

Ruggero cambio de postura en el asiento, girando el cuerpo hacie ella, con una pierna doblada y apoyada en el columpio.

-¿En serio crees que serás feliz con él?

Karol pensó en mentir, pero no le vio sentido hacerlo. Ruggero no le creería.

-Creo que me sentiré segura. Contaré con alguien que me ayude a tomar decisiones. Todos mis amigos y la familia creen que no estoy cometiendo una equivocación.

-No todos -murmuró Ruggero.

-Creo que volveré a tener un lugar aquí, un lugar que me he ganado a pulso, un lugar al que pertenecer. Un lugar que me merezco por linaje y matrimonio, y que nadie me podrá arrebatar jamás. Sólo así, me sentiré satisfecha -concluyó Karol.

-¿Satisfecha? ¿Te confirmas sólo con eso?

Karol se encogió de hombros.

-¿Qué más puedo necesitar? -preguntó.

-Amor. Pasión. Felicidad. Placer.

-Ahí es donde uno empieza a equivocarse. Yo sé de negocios, de acuerdos, de contratos... Pero no sé nada sobre el placer.

Ruggero se le acercó más y le acarició la mejilla con su aliento. La piel se le cruzó.

-Solias saberlo -dijo Ruggero con voz ronca.

-Eso fue hace mucho tiempo -replicó Karol con la respiración entrecortada.

-A mi no se me ha olvidado. Te encantaba gozar y ser libre para buscar el gozo. Hacías lo que querías, no lo que los demás te decían que debías hacer.

Las palabras de Ruggero eran embriagadoras. Su cuerpo se inclinó hacie él sin poder evitarlo. El columpio empezó mecerlos, acercandola inexorablemente a Ruggero.

-¿No lo echas de menos? -le susurró el junto a la boca.

-Sí -murmuró.

Y entonces Ruggero la besó.

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