Capitulo 30

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Ruggero vio palidecer a Karol mientras su padre lanzaba ese estúpido discurso. ¿Cómo podía hablar así de una hija previo a su boda? Y, para colmo, había propuesto un brindis por Isabella, no por la novia.  Thomas se había mostrado cruel e ignorante.

Ruggero apretó los dientes.  Nunca le había gustado Thomas Sevilla,  pero en ese momento le odiaba.

Para colmo, Michael estaba estrechando la mano de su futuro suegro como si nada,  sin darse cuenta de lo mal que Karol se sentía.  Iba a casarse con ella al día siguiente y no podía ver lo que estaba sufriendo en ese momento.

Ruggero se tragó la ira hacia su hermano en el último sorbo de café.  Ahora, lo importante era sacar a Karol de allí.

Helena apareció a su izquierda y, disimuladamente le dio una botella fría, forzandole a agarrarla.

-Vamos, vete con ella -dijo Helena asintiendoen dirección a Karol-. Yo me encargaré de poner una excusa si notan vuestra ausencia.

-Gracias buscó la mirada de Karol  y, al encontrarla, arqueo una ceja y se dirigió hacia la puerta,  sin esperar a ver si ella le seguía.  Helena se aseguraría de que así fuera.

En la terraza,  el aire era fresco.  Se dejó caer en el columpio y alzó la botella para ver que champán era. Bueno, por supuesto.  El viejo Thomas no podía permitirse un champán inferior mientras insultaba a su hija delante de todo el mundo.  Una pena que Helena no le hubiera dado un par de copas... De repente,  recordó una noche en la que Karol y el habían bebido champán caro de la botella.

La puerta del vestíbulo se abrió y Karol salió a la terraza.  La palidez de su rostro hacia contraste con su pelo negro  y el rojo del vestido.  Su piel parecía transparente a la luz de la luna.  De repente,  apenas podía contener las ganas de tocarla.

-Siéntate  -dijo él moviendo la mano con la botella de champán sobre el cojín vacio-. A tu hermana le ha parecido que necesitaríamos esto.

- No se ha equivocado  -Karol se sentó a su lado y él descorchó la botella.  Entonces,  ella la agarró y bebió un trago-. Ninguno de los dos hemos tenido un buen día,  ¿verdad?

- No sé de que te quejas -dijo Ruggero-. No has sido tú quien ha tenido que andar kilómetros bajo un sol de justicia para volver a casa.

Karol parpadeo y le pasó la botella.

-Perdona, no debí dejarte ahí.  Lo siento.

- No, no lo sientes  -Ruggero se llevó la botella a los labios y bebió un largo sorbo. Las burbujas estallaron en su garganta y, por primera vez en aquel día,  comenzó a relajarse.

-Si, un poco sí.  Pero te lo merecía.

-¿Por decir la verdad?

-Por besarme.

-¡Ah, eso!

-Si, eso.

Ruggero volvió a pasarle la botella y guardaron silencio durante un rato, los únicos sonidos eran algunas risas dentro de la casa o el chirrido del columpio.

-Pues yo eso no lo siento -dijo Ruggero, interrumpiendo el silencio.

Karol suspiro.

-La verdad es que yo tampoco.  Puede que lo necesitaramos.  Ya sabes, para cerrar definitivamente ese capítulo de tu vida o como quieras llamarlo.

-La verdad es que quien me ha ayudado con eso ha sido tú hermana.

Karol giró el cuerpo y lo miró con expresión de asombro.

-Dime que no has besado a mi hermana hoy.

-¿Y si así fuera?

-Si así fuera me beberé el resto de la botella de champán yo sola -Karol dio un largo tragó para demostrarselo.

Ruggero se echó a reír.

-Vamos, tranquila,  no he besado a Helena ni hoy ni nunca.

-Bien.

-Aunque,  si lo hubiera hecho,  no es asunto tuyo.

-Helena es mi hermana. Es y será asunto mío -declaro Karol devolviendole la botella de champán.

-Pero no es responsabilidad tuya -dijo Ruggero-. Helena es una mujer adulta, Karol. Sabe cuidar de si misma.

-Es posible  -Karol lo miró con aprensión-. ¿Qué has querido decir con eso de que Helena te ha ayudado?

Ruggero apoyo la cabeza en el respaldo del columpio.

- Me ha contado lo que ocurrió.  Yo no sabía nada. Me ha contado lo que  pasó la noche que tú cumpliste los dieciocho años.  Ahora ya se porque no viniste conmigo y qué pasó después.

Karol suspiro.

-¿Te lo ha contado? ¿También lo...?

-Si,  también lo que le pasó a ella, lo del embarazo y que tuvo una hija -Ruggero ladeo la cabeza para verla mejor-. Y no fue culpa tuya, Karol.

Karol miró para otro lado.

-Eso es debatible.

-No, no lo es -Karol no respondió-. Karol, mirame.

Continuó sin mirarlo.

-¿Por qué?

-Porque voy a decir cosas importantes y quiero que me escuches.

Despacio,  Karol levantó la cabeza y lo miró a los ojos. De repente,  a él le dio un vuelco el corazón: la unión que creía que habían perdido resurgió entre ellos.

-No sé qué equivocaciones has cometido en tu vida, pero te aseguro que lo que pasó con Helena no es culpa tuya. No puedes asumir responsabilidades de lo que esos chicos le hicieron a tu hermana.

-Mi padre me responsabilizó de ello -susurró Karol-. Yo estaba al cuidado de Helena, era mi responsabilidad.  Y la deje ir.

-No -tenía que hacerla comprender. Le puso el brazo sobre los hombros y la atrajo hacia sí,  estrechandola contra su pecho-. Escuchame, Karol, no fue culpa tuya.  Y no puedes seguir viviendo creyendo que lo fue.

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