Capitulo 22

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El hecho de que, tras sus palabras,  Karol se hubiera relajado le dejó mucho más tenso. ¿Sentía alivio al saber que, se librará del recuerdo de el? ¿O le ocurría como a él,  que estaba cansado de cargar con el peso del pasado? ¿Se alegraba de que el camino estuviera libre para ser feliz con Michael? ¿O se conformaba con la seguridad que le daba un matrimonio de conveniencia?

Un día más.  Y después de que Karol estuviera casada, él podría empezar su nueva vida.

-Antes de que te vayas y nos dejes para siempre...  -Comenzó a decir Karol.

Ruggero apretó la mandíbula.  Con Karol,  siempre había algo más.

-Tengo que hablar contigo de una cosa.

Ruggero sintió un vacío en el estómago.  Estaba a punto de enterarse del verdadero motivo por el que Karol le había arrastrado hasta allí con el pretexto de comprarle un regalo de bodas a Michael.

De repente,  no quería saberlo. Si iba a dejarla para siempre, no quería ensuciar el recuerdo de aquel día.  Quería marcharse creyendo que Karol había deseado sinceramente pasar ese último día con él,  por todo lo que habían sido el uno para el otro y por lo que jamás volverían a tener. No era demasiado pedir.

Al parecer,  sí lo era.

-Esta mañana he hablado con tu padre -dijo Karol.

-¿No me digas?

Debería haberlo imaginado. Era de suponer. Se había dejado distraer por estar con Karol otra vez y ahora iba a enfrentarse a las consecuencias.  Una razón más para olvidarse de Karol Sevilla.

-Tú padre quería que hablará contigo de...

-De la venta de This Minute a Sevilla-Pasquarelli  -concluyó él,  interrumpiendola.

-Sí -contestó Karol.

Esa palabra fue como un puñetazo en el estómago.

- No -dijo Ruggero,  dejando que manita se volviera a apoderar de él.

¿Como Karol podía decirle eso? Después de lo que habían sido el uno para el otro,  después de lo que habían compartido... ¿Cómo se atrevía?

Se sintió traicionado. Sabía porqué Karol estaba haciendo aquello, para asegurarse de que él se fuera, para que todo volviera a ser como antes de que él apareciera.  Para comprar su puesto en la familia, al lado de su hermano.

Porque Sevilla-Pasquarelli y sus familias respectivas siempre habían sido más importantes para Karol que para él.  Y eso debería recordarlo siempre.

-Ruggero...

- No voy a venderosmi empresa,  Karol -dijo Ruggero,  pronunciando cuidadosamente todas y cada una de las palabras.

Ya no era un niño, un niño que perdía el control sólo por estar con ella. Eso era asunto de negocios,  no amor. Ya no había amor.

-Tu padre está dispuesto a pagar lo mismo que lo que Glasshouse te ofrezca y...

- No me importa  -eran negocios, se repitió a sí mismo.

-Y aunque no quieras trabajar en Sevilla-Pasquarelli,  podríamos ofrecerte acciones...

- He dicho que no -interrumpió Ruggero molesto, abriendo y cerrando la mano sobre un muslo para controlar su temblor.

-Nuestro equipo de medios de comunicación digitales está organizando...

-¡Maldita sea, Karol! -exclamó Ruggero con un puñetazo en la mesa que movió los platos. El resto de comensales se los quedó mirando en silencio-. ¿Quieres escucharme auqnue sólo sea por una vez?

- No grites, Ruggero  -dijo Karol, repentinamente pálida-. Nos está mirando todo el mundo.

- Que nos miren, me da igual. Y voy a gritar hasta que decidas escucharme.

Con el rostro endurecido,  Karol dejó el tenedor en el plato,  agarró el monedero y dejó unos billetes encima de la mesa. Después,  se puso en pie, se colgó el bolso del hombro y salió del restaurante.

El ataque de cólera se evaporó en el momento en que ella se fue. Ruggero Pasquarelli volvía a se un adulto,  el hombre en el que con tanto esfuerzo se había convertido,  sólo que lo había perdido en el momento en que ella había tocado un punto débil.

Ruggero agarró la botella de cerveza,  bebió de un trago lo que quedaba,  dejó otro par de billetes encima de la mesa,  y salió en pos de Karol, como había sabido que haría.

Y ella también lo sabía,  lo que lo irritó más de lo debido. Karol estaba apoyada en el muro del restaurante,  esperandole.

- He dejado una buena propina -dijo Ruggero,  observandola, esperando a ver como reaccionaba-. Me pareció justo, ya que los dos nos hemos ido sin terminar de comer.

-Los gritos quitan el apetito.

-Es la única forma de que me escuches.

Karol se volvió para mirarlo y sonrió con fingido interés.

- Te escucho.

De repente,  las palabras le parecieron innecesarias; no obstante,  dijo:

-No voy a  vender This Minute a Sevilla-Pasquarelli.

Ella asintió.

-Si, creo que ya lo has mencionado.  Y ahora, si eso es todo, me gustaría volver a la villa.

-¿Y el regalo de Michael? -preguntó Ruggero caminando al lado de ella en dirección al coche.

-Puede esperar.

-La boda es mañana. No te sobra tiempo.

Karol abrió la puerta del coche y se sentó al volante.

-En ese caso, como regalo, le daré una espectacular luna de miel. 

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