Capitulo 18

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La respuesta no era mucho, pensó Ruggero.

Mientras Karol examinaba montones de relojes y gemelos caros, él echó un vistazo al resto. A Michael no le gustaban los gemelos, según recordaba. Pero quizá había cambiado de gustos.

Él la miró y Karol le enseñó un reloj de oro muy grande.

-¿Que te parece?

-Michael ya tiene un reloj de pulsera  -observó él.

-Sí,  pero puede que quiera uno nuevo. Y, además,  el que tiene no se lo ha regalado su esposa.

-Su futura esposa.  Y dudo que quiera uno nuevo, el que lleva es el del abuelo  -lo había notado la tarde anterior,  antes de la cena, y todavía recordaba el día en que su padre se lo había regalado.

-Ah -Karol le devolvió el reloj al dependiente-. Quizá sean mejor unos gemelos.

Con un suspiro, Ruggero volvió la atención a las otras vitrinas,  las que tenían piedras preciosas y metales. Quizá debería hacerle un regalo a su madre, algo que brillará mucho para compensarle por el sufrimiento que según Thomas le había causado al marcharse.  Aunque,  por supuesto,  él no tenía evidencia de tal sufrimiento.

Quizá su madre estaba tan ocupada con la boda que no había tenido tiempo para echarle de menos. No sería la primera vez que sus hijos quedaban relegados a segundo plano.

Un collar le llamó la atención,  era de oro con un zafiro. Él zafiro era del mismo color que el vestido de Karol la noche anterior.  Se imaginó a sí mismo abrochandoselo...

Eso era lo peor, que no sabía que decirle a Karol, no sabía lo que quería que ella comprendiera. Y no se trataba de que hubiera ido allí para decirle que no se casará con Michael y que, en vez de eso, se fuera con él... como debería haber hecho ocho años atrás.

No, lo que sentía por Karol era más complicado.  Y sí hubiera una joya que pudiera expresarlo sin necesidad de que él dijera nada, la compraría de inmediato, por mucho que costara. Pero no la había.

Con un suspiro,  Ruggero apartó los ojos de la vitrina y se encontró con una bandeja tras otra de brillantes.

Eran anillos de compromiso.
Pero Karol ya tenía uno.

-Creo que voy a tener que pensárselo -le dijo Karol al dependiente en tono de disculpa.

-¿Nos vamos ya? -preguntó Ruggero volviéndose a ella.

-De momento sí.

Ruggero salió de la tienda detrás de ella.

-Así que no has encontrado nada, ¿eh?

-No,  a Michael no le gustan los gemelos, ¿verdad?

- No, me parece que no -contestó el-. Bueno, ¿Y ahora qué?

-Hay una tienda de cosas de cuero por aquí cerca -Karol señaló unos soportables de piedra con oscuras tiendas, pero probablemente extraordinariamente caras-. ¿Crees que a Michael le vendría bien una cartera de cuero nueva?

- Creo que a Michael le encantará cualquier cosa que le regales, sólo por el hecho de ser regalo tuyo.

Karol lo miró como si, de repente,  creyera que se había vuelto loco.

-¿Lo dices en serio?

-Bueno...lo que he querido decir es que fingirá que le encanta,  sea lo que sea que le regales, porque es lo que se hace en estos casos. Es lo correcto.

-Y Michael siempre hace lo correcto  -Karol suspiró y se dirigió a la tienda de artículos de cuero-. ¿Te acuerdas de esa corbata tan espantosa que le regalaste el último verano que pasaste en tu casa ?-Era su primer día que trabajo y se la puso  -dijo Ruggero sonriendo.

Era la corbata más horrorosa que había logrado encontrar después de buscar por todas partes.  Muy cara, desde luego, para que su madre no pudiera protestar,  pero horrorosa. Y absolutamente inapropiada para el lugar de trabajo.  Sí, el regalo de graduación del hermano perfecto.  Había sabido que Michael se la pondría para no prenderle y también que jamás sospecharia que había sido una broma.

-Se la quito en el tren camino a la oficina -le informó Karol, arruinando un recuerdo magnífico.

-¿Lo dices en serio? Que pena. Me encantaba imaginar a Michael en una reunión de trabajo con esa corbata -comentó Ruggero.

-Debe tenerla por alguna parte -dijo ella-. Puede que no sea tan tonto de ponersela para ir a trabajar,  pero es lo suficientemente sentimental como para no tirarla. Al fin y al cabo, fue el último regalo que recibió de ti antes de...

-De que me marchará  -concluyo Ruggero-. Sí, ya, aunque no creo que a Michael le importará tanto que me fuera como tú crees.

En realidad,  a nadie parecía haberle importado mucho.

Karol le dedicó una triste sonrisa.

-Igual resulta que conozco a tu hermano mejor que tú.

¿Sería eso verdad? Debería serlo; al fin y al cabo,  iba a casarce con él.

Un montón de ideas le pasaron por la cabeza, la principal era que quizá a Michael si le hubiera entristecido que se fuera.

Y... ¿a Karol?

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