Capitulo 6

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-Bueno, realmente ha sido una sorpresa ver a Ruggero aquí  -comentó Helena, dejándose caer en la enorme cama de su hermana.

-Sí  -Karol metió la cabeza en el armario empotrado para buscar los zapatos color bronce que le había pedido Helena.

-A pesar de que el viejo Ezequiel parecía saberlo; si no, no habría organizado una cena de bienvenida.

-Ya te lo he dicho,  Michael no creía que fuera a venir -explico Karol-. Ni yo.

-¿Así que para Michael también ha sido una sorpresa? -preguntó Helena con excesiva inocencia.

-Eso creo -respondió Karol-. Lo que pasa es que él lo disimula muy bien.

-Lo disimula todo muy bien -murmuró Helena-. Aunque,  si quieres que te diga la verdad, no pareció muy sorprendido cuando le dije que Ruggero había venido.

Karol se golpeó la cabeza con la puerta del armario.  Se frotó donde se había dado el golpe y se apartó.

-Quizá sea porque Michael tiene más confianza en su hermano que yo.  Helena, creo que no he traído los zapatos color bronce.

-¿No? Que pena. En fin, tendré que ponerme los plateados  -Helena cruzó las piernas encima de la cama-. ¿Por qué no te fias de Ruggero? Creía que,  antes de que se marchará, erais buenos amigos.

Karol miró fijamente a su hermana.  Sabía que, en ningún momento, Helena había querido esos zapatos.  Su única intención había sido hablar de Ruggero.

-Eramos amigos  -admitió Karol-. Los tres lo éramos; al fin y al cabo, venían constantemente a nuestra casa.

-Y nosotras a la suya -añadió Helena-. Sobre todo, después de que mamá...

-Sí.

Isabella Pasquarelli se había comparecido de las dos chicas huérfanas.  Encantada, se había lanzado a enseñar a Karol, a sus catorce años,  a comportarse correctamente y a asumir el papel de perfecta anfitriona... hasta que la chica demostró una absoluta falta de interés en ello e Isabella asumió ese papel. Karol se habría sentido aliviada de no ser por lo decepcionado que su padre se había mostrado con ella desde entonces.

《Siempre me he sentido marginada en mi propia casa 》

Karol se acercó al tocador, donde tenía el collar que Isabella le había regalado el día que cumplió los dieciocho años.  El día que Ruggero se había marchado. Iba a ir a la cena con el collar y también con el anillo de su madre.  Isabella apreciaba mucho esa clase de detalles.

-¿Y no te habías puesto en contacto con Ruggero desde entonces? -preguntó Helena.

Karol se preguntó como era posible que su hermana sospechara que había tenido una relación con el hermano de Michael.

-No, ni una sola vez en estos ocho años  -declaró Karol con firmeza.

-Es muy raro  -Helena se puso en pie, se acercó a ella y, a sus espaldas, agarró los dos extremos del collar para abrocharselo-. ¿Crees que Ruggero ha vuelto por eso?¿Por la boda?

-Claro, supongo que ha venido porque su familia le ha invitado.

-No, me refería a... tú boda,  a si ha venido porque eres tú quien se va a casar -dijo Helena mirándola a través del espejo.

Karol tragó saliva.

- La última vez que estuve a punto de casarme no vino.

-No, ni la vez anterior  -comentó Helena-. Pero la diferencia era que no ibas a casarte con su hermano.

Karol se dejó caer en el taburete del tocador.  Había estado a punto de casarse en varias ocasiones,  quizá en busca de un lugar en que se sintiera segura, con alguien con quien pudiera sentirse segura. Al final, siempre había resultado en fracaso.

Con Michael había sido diferente. El sabía exactamente quien era ella,  la había elegido e incluso había esbozado un contrato prematrimonial. Y era justamente lo que ella necesitaba. Nada de ilusiones ni acuerdos implícitos,  era un negocio y nada más.

Ruggero,  de saberlo, lo consideraría ridículo.  Sin embargo,  estaba segura de que Ruggero tenía buenos motivos para ir allí,  motivos que no tenían nada que ver con ella ni con su boda.

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