Capitulo 14

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Maratón  1/2

Mientras se aflojaba la corbata, Ruggero se dejó caer en la cama y se sacó el móvil del bolsillo. Le había prometido a Deb llamarla al llegar, pero entre Karol en ropa interior y su padre se había despistado.

Miró el reloj.  En Londres era más temprano,  aún estaría despierta.

-¿Y bien?  -preguntó Deb de inmediato-. ¿Qué tal todo?

-Mi padre quiere comprar This Minute.

-¿Sabía que estamos en trato con Glasshouse para venderselo? -preguntó Deb, pero no había duda en su tono de voz.
Lo que despertó las sospechas de Ruggero.

-Sí,  lo sabía.  ¿Tienes idea de cómo ha podido enterarse?

- No, en absoluto -respondió ella-. Pero parece muy conveniente,  ¿no crees?

- No.

¿Había filtrado ella la información? Debería estar enfadado,  pero confiaba en Deb. Deb siempre tenía una explicación lógica respecto a su comportamiento y él sentía curiosidad por averiguar cuál era en esta ocasión.

-Pues a mí sí me lo parece -dijo Deb-. Para empezar,  si hay dos empresas interesadas en la compra, el precio subirá.  Además,  esto te dará la oportunidad de decidir qué es lo que realmente quieres hacer.

-¿Aparte de salir de aquí cuanto antes?

-Esa es una de las opciones que tienes -contestó-. La otra ea volver a incorporarte en la familia.

Ruggero pensó en la expresión de su padre aquella tarde después de que él rechazará su oferta.  Le había encantado.

- Creo que, después de lo que le he dicho a mi padre,  esa última posibilidad ya no existe.

-Eso tampoco está mal  -comentó Deb filosóficamente-. Al menos, está vez ha sido tú quien ha elegido.

A veces,  Ruggero se arrepentia de las sesiones nocturnas de alcohol con su socia. Se iba de la lengua y, consecuentemente,  ella le conocía demasiado bien.

-En fin, ya no tiene remedio.  Ahora sólo me queda aguantar hasta después de la boda; después,  de vuelta a mi vida.

-Ah, sí,  la boda.

-¿Que quieres decir?

-¿Qué tal Karol?

La imagen de Karol con el vestido de novia caído hasta la cintura le inundó.  Pero Deb no necesitaba saber nada de eso.

-Bien.

-¿Crees que, en serio, quiere casarse con tu hermano?

-Sí,  eso creo -de lo que no estaba seguro era de los motivos que la empujaban a ello.

-En ese caso, ¿Es necesario que sigas allí hasta la boda?

-Soy el padrino,  Deb.

-Ruggero... -la voz de Deb se había tornado sería, por lo que sabía que había dejado de bromear.

-Todo está bien,  no te preocupes.  Sólo un par de días y ya está.

-No tienes que someterte a eso, Ruggero.  Sí ya estás seguro de que el padre de Karol no la está obligando a casarse con tu hermano...

-De eso sí que estoy bastante seguro, de que su padre está detrás de todo esto.

-Pero... ¿no has dicho que...?

- Que su padre ande detrás de todo no significa que Karol no quiera casarse con Michael  -Ruggero suspiró.  Explicar las peculiaridades de la familia Sevilla y Pasquarelli no era nada fácil-. Mira, Deb, tengo que quedarme. Es la única forma de que pueda... No sé.

-¿Cerrar un capítulo de tu vida definitivamente? -sugirió Deb, consciente de lo que le pasaba mejor que él-. De acuerdo.  Pero si necesitas que me inventé algo para sacarte de allí en plan urgente...

-Sé dónde encontrarte. Gracias,  Deb.

-De nada. Sólo una cosa más: no te castigues a ti mismo, ¿de acuerdo?

-¿Qué no me castigue?¿Por qué iba a castigarme?

- Por haberte marchado hace ocho años.

Deb cortó la comunicación,  dejándole con el teléfono en la mano. Al parecer,  no necesitaba despedirse.

Dejó el teléfono encima de la mesilla de noche y volvió a dejarse caer en la cama.

Por una vez, Deb no sabía lo que decía.  El no se arrepentia de nada.

Y esperaba que Karol también lo supiera.

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