Capitulo 12

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Ruggero fue a salir a la terraza a tomar un poco de aire fresco y también con el fin de alejarse del ambiente familiar,  pero descubrió que la terraza estaba ocupada.

Se quedó en el umbral de la puerta,  observando a la pareja en el columpio.

Parecían una pareja de verdad y eso le dolió.

Aunque no debería.  Hacia años que había superado el dolor del rechazo de ella y no le habían faltado mujeres deseosas de consolarle. Karol había tomado una decisión ocho años atrás y el la había respetado: no la había llamado ni la había visitado; no le había dado la oportunidad de que cambiara de opinión porque no había querido que lo hiciera.

Karol había elegido la familia y él se había elegido a sí mismo.  El amor había dado paso a la ira,  al rechazo e incluso al odio. Pero incluso el odio se evaporaba con el tiempo, ¿No? Ya no la odiaba. Realmente,  no sabía lo que sentía por ella. Por supuesto, no era amor. Quizá... ¿pesar? La idea de que todo podría haber sido diferente.

Pero, por algún motivo, todavía tenía un lazo de unión,  aunque sumamente tenue, con la mujer del columpio.  Pero, al final de aquella semana,  incluso esa vaga impresión habría desaparecido.  Sí,  así sería en el momento en que ella se uniera a otro.

Comenzaría una nueva vida al marcharse de aquel lugar. Sin embargo,  de repente, deseó saborear los últimos momentos que le ataban al pasado.

Ruggero salió a la terraza.  Su hermano fue el primero en verle.

-Ruggero... -dijo Michael con voz débil.

Karol, al momento,  apartó la cabeza del hombro de Michael. Después,  se arrimó a Michael para dejar sitio en el columpio para él.

-¿Que tal la charla con tu padre? -preguntó ella.

-Justo lo que había supuesto que sería -Ruggero echó un vistazo al pequeño espacio libre en el columpio y se sentó en la  mesa baja delante del asiento.

-¿Y qué era lo que habías supuesto? -preguntó Michael con cierta impaciencia-. No sé de lo que papá quería hablar contigo, aunque supongo que de negocios.

-¿No se lo has dicho? -le preguntó a Karol, arqueando las cejas.

-Estábamos hablando de cosas más  importantes -respondió ella, haciendo sonreír a Michael,  que le beso suavemente la frente.

Ruggero apretó la mandíbula.  No quería saber que eran esas cosas más importantes.

-Tu padre quería comprar mi negocio -le dijo a Michael.

-También es tu padre -observó Michael.

Ruggero se echó a reír.

-Después de esta noche, puede que no.

-Entonces... ¿le has dicho que no? -aventuró Karol-. ¿Por qué? ¿Por vengarte de él? Tú mismo has reconocido que quieres vender tu negocio.

-Quería que volviera a trabajar en Sevilla-Pasquarelli.

-Y eso, por supuesto,  sería lo más horroroso del mundo -comentó ella sarcasticamente-. ¿Tan en contra suya estás?

Ruggero echó la cabeza hacia atrás y miró a las estrellas.

- No -respondió honestamente-. Ya no estoy enfadado con mi padre, Karol. No estoy tratando de vengarme de él ni de hacerle daño, ni nada de eso.  Lo único que quiero es rehacer mi vida: romper ataduras y comenzar de nuevo.

-Así que no vamos a volver a verte después de la boda, ¿Es eso? -dijo Michael,  y Ruggero se dio cuando de que, hasta ese momento,  se había olvidado de su hermano.

Había hablado con Karol como siempre había hablado con ella, con más honestidad que con nadie. Una mala costumbre.

-Quizá vosotros dos os merezcais que os haga una visita  -bromeó Ruggero con una sonrisa forzada-. Además,  tendré que venir de vez en cuando a ver a mis sobrinos,  ¿no?

La expresión de Michael se suavizó al tiempo que lanzaba a su prometida una significativa mirada. Karol, por su parte, bajó los ojos,  pero a él le pareció ver una débil sonrisa en su rostro.

Se sintió como si le hubieran golpeado el pecho.  De eso era de lo que habían estado hablando al referirse a "cosas más importantes ". Hasta ese momento, había estado convencido de que el matrimonio de Karol con su hermano era un apaño, de que no había nada entre los dos.

-Bueno, sabes que siempre serás bienvenido en nuestra casa -dijo Michael.

Su hermano había hablado con excesiva formalidad. Por su parte, Ruggero sabía que jamás les iría a visitar. Quizá ya no amara a Karol, pero algo le dolía en lo más profundo de su ser.

-Bueno, creo que voy a acostarme -dijo Karol bajando las piernas del columpio-. Mañana me espera otro día de mucho ajetreo.

Michael sonrió mientras ella se ponía de pie.

-¿Te voy a ver por la mañana?

Karol asintio; entonces, tras una rápida mirada a Ruggero se agachó y beso a Michael en los labios.

Ruggero recibió el mensaje.  Karol había elegido, una vez más.

Bien, estaba en su derecho. Pero Ruggero sabía que esa punzada de pesar no se le pasaría nunca si no se aseguraba de que Karol estaba segura de su elección.  Si el quería sentirse libre, tenía que cortar con ella para siempre y por completo. Tenía que asegurarse de que Karol sabía lo que hacía.

Ruggero también se levantó.

-Te acompaño hasta tu habitación.

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