Capítulo diez

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Aquella noche tuve grandes y largas pesadillas, por lo que desperté gritando. Mi madre corrió a mí y trató de tranquilizarme. Lamentablemente el doctor no me había recetado píldoras para tranquilizarme.

Minutos después, Luke tuvo que venir a tranquilizarme, ya que mi mamá no podía y yo no quería que me llevara al hospital de nuevo.

— ¿Qué le ocurre? —preguntó Luke a mi madre, quien estaba a mi lado abrazándome.

—Al parecer olvidó tomarse sus píldoras para dormir.

Y así permanecimos por un rato más. Yo estaba aún llorando, pero mi madre había decidido dejarme con Luke. Él opinó por quedarse aquí hasta que yo pudiese dormir, y así fue.

Nos recostamos en la cama. Él abrazándome y acariciando mi cabello, y yo simplemente acurrucada en él.

Desde aquella noche —que por cierto ya habían pasado dos semanas—, a las nueve en punto ya estaba tomando la píldora para conciliar el sueño justamente a las diez o máximo diez con quince minutos.

Bajé a la cocina y me senté en la barra, donde sentí el olor a huevos con tocino frito.

—Buenos días, mamá —dije sonriendo.

—Buenos días.

Y como había dicho antes, la relación entre mi madre y yo volvió a ser la de antes. Lamentablemente lo era, porque yo no podía salir huyendo de casa sin ser atropellada o caerme con algo antes.

—Vanessa, son las doce de la mañana y apenas estás levantándote.

Son las doce de la mañana y apenas estás haciendo el desayuno, mamá.

—Debe ser por las píldoras —sugerí ante su… tipo de “buenos días”.

—Pues tendremos que preguntarle a la enfermera si no tiene píldoras menos pesadas para ti.

—Está bien, yo voy por la tarde a preguntar.

—Espero que esto sí lo cumplas.

Me quedé confundida, ya que todo lo que ella me ha dicho que yo haga, trato de hacerlo.

— ¿Qué cosa no he cumplido a lo largo de estas dos semanas? Que yo recuerde nada.

—Te dije que no olvidaras ir a tu cita médica el miércoles, lo cual no hiciste y te fuiste con Luke a no sé dónde.

—Mamá, el miércoles no tenía que ir. El mismo doctor me dijo que era mi día de descanso.

Lo recuerdo perfectamente porque el doctor me dijo que ese miércoles era bendito ya que no me vería. Muy gracioso, lo sé.

— ¿Lo ves? Ya sólo me sermoneas porque es la rutina diaria.

—Tú no tienes derecho de decirme eso, Vanessa. Soy tu madre y si quiero hacerlo, lo haré. Además, nadie te dijo que quedaras ciega. Yo no hice un maldito ritual para que pasara esto ni mucho menos, así que no quieras pasarte conmigo.

—Tú eres la que ha empezado, no es mi culpa que tú siempre estés de mal humor.

—Mañana hablaré con tu padre sobre lo grosera que eres conmigo después de todo lo que he hecho por ti.

—Está bien, pero yo también tengo con qué defenderme.

Sentí cómo me aventaba el plato con mi desayuno y después tiraba al fregadero violentamente la sartén y salía de la cocina. Yo seguí comiendo tranquilamente mi desayuno mientras escuchaba el televisor de la sala.

(…)

—Clary, ¡es que no puedo creer que se ponga en ese plan! —dije subiendo los brazos al aire para darle más dramatismo.

Blindness || a. i.Where stories live. Discover now