Capítulo veintidós

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Caminábamos de regreso a casa en completo silencio. Un silencio bastante incómodo, por cierto. Después de que él saliera de su cita, no habló para nada sobre lo que le hicieron allá adentro y yo realmente no quise hablar sobre eso, porque sabía que estaba molesto e incitarlo a que habláramos de aquello, era como incitarlo que a que se molestara aún más conmigo o... Con quien fuese.

—Y bien... —dije, tratando de iniciar una conversación con él. Mis caminatas con él en completo silencio se sentían extrañas y como antes lo dije, incómodas.

— ¿Y bien qué?

— ¿Podemos hablar sobre por qué estás así?

—Creo que con lo que dije antes de entrar al psicólogo es suficiente para entender, ¿no crees, Vanessa?

—Entonces no tiene sentido lo que dices, ¿sabes? Primero me dices que vendrás principalmente por mí y porque quieres estar bien para mí, y después me dices esto de que no querías venir desde un principio. Para serte sincera, me confundes demasiado.

—Lo siento —contestó de una manera tan... ¡ni siquiera sé cómo describirla! Fría, melancólica, triste, decepcionada.

Decidí callarme, sabía que no encontraría una respuesta mejor explicada a ese: "Lo siento", y no creía que él tratara de darme una en aquel momento.

Después de aquella larga caminata, llegamos a casa. Subí a mi habitación en cuanto pude y me encerré. Acostada en la cama bocabajo, muchas oraciones y preguntas empezaron a rondar por mi cabeza. No sabía si me sentía molesta o desconcertada, aún preguntándome por qué Ashton se ponía de aquella manera.

Empecé a hacerme unas otras cuantas preguntas, de las cuales no encontraba respuestas por poca información que tenía o creía tener sobre el tema.

Tocaron la puerta dos veces, seguramente era Ashton. Claro, ¿Quién más podía ser? Aun así, no contesté a su llamado, pero volvió a tocar.

— ¿Tienes hambre? —preguntó desde el otro lado de la habitación, tratando de llamar la atención con más toques a la madera de la puerta.

Y aun así, con una banda sinfónica afuera de mi habitación, no contestaría. No contestaría por el simple hecho en que, entre tantas preguntas que me había hecho minutos antes, encontraría que me sentía molesta con él porque no era claro conmigo y con lo que sentía o pensaba. Ahora entendía su problema de expresarse. Decía las cosas de una manera en la que él solamente entendía, creyendo que los demás también lo entenderían.

— ¿Vanessa? —preguntó, la cerradura de la puerta tronó. Eso significaba que ya estaba en el terreno de juego. Jugaríamos a que él me explicara todo lo que sentía y pensaba, y por qué.

—No quiero comer, gracias.

—Ya son más de las tres, tenemos que comer.

—Puedes comer tú, yo no quiero nada.

Pude sentirlo justo a lado de mí parado mirándome, esperando a que yo reaccionaria ante su mirada tratando de moverme o cosas así. Ya sabía qué consecuencias quería conmigo cuando hacía algo.

— ¿Puedes dejarme sola, por favor?

—Quieres estar sola por mi culpa, lo sé —dijo, soltó un suspiro y después continuó—. Lo siento, tú no mereces esto.

Me paré enseguida de la cama confundida y me acomodé en la orilla, pisándolo por accidente. Busqué su mano y lo jalé, incitándolo a sentarse a mi lado. Él obedeció, pude sentir cómo se hundía la cama poco a poco.

— ¿Podrías decirme qué te pasa, Ashton?

Aquella pregunta fue como si la hubiera hecho a la habitación, porque nuevamente él se quedó callado. Era algo así como Luke, quien por cierto no me había llamado desde ayer.

Blindness || a. i.Where stories live. Discover now