lx. grimmauld place

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–Hermione lo tiene bajo control, como siempre –se apresuró en decir Cassie.

Hermione guió por una calle secundaria hasta un oscuro callejón.

—Dices que tienes la capa y ropa, pero... —musitó Ron mirando ceñudo a Hermione, que sólo llevaba el bolsito bordado con cuentas, en el que se había puesto a rebuscar.

—Sí, sí, aquí están —afirmó ella y, para gran asombro de ambos chicos, sacó del bolsito unos vaqueros, una camiseta, unos calcetines granates y, por último, la capa invisible.

—Pero ¿cómo diantre...?

—Encantamiento de extensión indetectable —recitó Hermione—. Dificilillo, pero creo que lo he hecho bien. Bueno, el caso es que conseguí meter aquí dentro todo lo que necesitábamos. —Y le dio una pequeña sacudida al bolsito, de aspecto frágil; varios objetos pesados rodaron en su interior y se oyó un eco, como el que habría resonado en la bodega de un carguero—. ¡Ay, porras! Eso son los libros —musitó mirando dentro—, y los había ordenado todos por temas. Bueno... Harry, será mejor que cojas la capa invisible. Ron, date prisa y cámbiate.

—¿Cuándo has hecho todo esto? —preguntó Harry mientras Ron se quitaba la túnica.

—Ya lo dije, en La Madriguera. Hacía días que tenía preparado lo imprescindible, por si había que salir huyendo. Esta mañana, después de que te cambiaras, cogí tu mochila, Harry, y la metí aquí. Tenía el presentimiento...

—Eres increíble, de verdad —se admiró Ron. Dobló su túnica y se la dio.

—Gracias —contestó ella y, esbozando una sonrisa, metió la túnica en el bolso—. ¡Por favor, Harry, ponte la capa!

Él se echó la capa invisible sobre los hombros, se tapó la cabeza y desapareció al instante. Apenas empezaba a entender qué había pasado.

—Pero los demás... toda la gente que estaba en la boda...

–Estarán bien. Es a ti a quien buscan, Harry, y si volvemos, lo único que conseguiremos será exponerlos aún más al peligro –Cassie cubrió a Harry con la capa.

—Tiene razón —coincidió Ron, sabiendo que su amigo intentaría discutir, aunque no le veía la cara—. Casi toda la Orden estaba allí; ellos se encargarán de protegerlos.

Harry asintió con la cabeza, aunque al reparar en que sus amigos no lo veían, dijo: —Está bien, de acuerdo.

—¡Vamos! Debemos ponernos en marcha —instó Hermione.

Volvieron por la calle secundaria hasta la principal, donde varios hombres cantaban y zigzagueaban por la acera de enfrente.

—Oye, sólo por curiosidad: ¿por qué hemos venido a Tottenham Court Road? — preguntó Ron a Hermione.

—Ni idea. Me vino a la cabeza, sin más, pero creí que estaríamos más seguros en el mundo de los muggles, porque aquí no se les ocurrirá buscarnos.

—Es verdad —admitió Ron mirando alrededor—, pero ¿no se sienten un poco... expuestas?

—¿Adónde quieres que vayamos, pues? —replicó Hermione, e hizo una mueca de aprensión cuando los tipos que estaban en la otra acera se pusieron a silbarle—. No alquilaremos una habitación en el Caldero Chorreante, ¿verdad?, ni nos instalaremos en Grimmauld Place, porque Snape tiene acceso a la casa. Supongo que podríamos ir a casa de mis padres, aunque cabe la posibilidad de que nos busquen ahí... ¡Ay! ¿Por qué no se callarán?

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora