—Pero… yo sólo… yo sólo debí haberte dejado seguir tu estúpido plan. Así nadie hubiese salido lastimado. O bueno, por lo menos tú, Vanessa. Siento que… te he fallado.

—No, Lukey, tranquilízate. —Lo abracé y le acaricié su suave y rubia cabellera, dándole unos cuantos besos en su cabeza.

—Lo siento, Vanessa, lo siento tanto… —dijo entre sollozos.

Se me partía el corazón en dos escuchar a Luke llorar, considerando que él era difícil de hacer llorar.

—Me haces sentir culpable de que tú estés llorando —dije tratando de calmarlo.

—Los únicos culpables somos Derek y yo.

—Luke, tienes que tranquilizarte y darte cuenta de que tú no tuviste nada que ver con el accidente.

—Pero…

— ¡Ya, basta! ¿Acaso este Luke se aprovecha de mi ceguera para ponerse de sentimental? ¿Acaso lo hace sólo porque no puedo ver cómo llora? —Bromeé, tratando de tranquilizar el tema.

— ¡Vanessa! ¡Déjame llorar a gusto!

—Ya, vamos, relaja la pelvis. No es para tanto.

Reímos por un rato después de aquel momento. Me contó que Calum venía en unos minutos, ya que fue a aparcar el coche de su madre y no había lugar.

— Y a todo esto de la visita… ¿quién te dijo que yo estaba aquí?

—Tu madre me llamó como a las seis de la mañana diciéndome histéricamente que tú estabas en el hospital, que habías tenido un accidente automovilístico. Yo en ese momento estaba en una pizzería… —lo interrumpí al escuchar que estaba en una pizzería.

— ¿Cómo que estabas en una pizzería a las seis de la mañana? ¡Dime qué pasó por tu cabeza!

—Bueno, es que… me había dado hambre después de haber pasado a casa de Cal a jugar videojuegos.

— ¡Dime a quién se le ocurre pasar a una casa en la madrugada y después a una pizzería! A ti en verdad te hace falta un tornillo, Hemmings.

Salté de un brinco al oír la puerta azotarse sin previo aviso, le pregunté aterrorizada a Luke quién era, pero con sólo escuchar su voz pude identificar al instante quién demonios era.

— ¿Está viva? —oí que susurró.

—Sí, Calum, estoy viva —le respondí a punto de reír por lo ingenuo que era.

—Cal, Vanessa no podrá ver por unos meses, así que no trates de hacer algo que tenga que ver con la vista. —explicó Luke.

—Oh, entonces… puedo hacer esto.

Fue el momento en que, por un lado agradecí el no ver y por otro moría de ganas por saber qué había hecho. Sólo pude escuchar una hebilla desabrocharse y que algo había caído al suelo.

— ¡Eres un maldito asco, Calum! —gritó Luke riendo.

—Te encantó lo que viste, Lukey —respondió Calum entre risas.

— ¿Qué hizo? ¿Por qué están riéndose?

—Luke, no te atrevas a decirle qué hice.

—Sólo puedo decirte que es cien por ciento negro.

Calum nos contó que después de que Luke se fuera de su casa en la madrugada, un tipo gordo se paró enfrente de su ventana y le levantó el dedo de en medio. Calum al ver esto, salió con una pistola de juguete a donde estaba aquel gordo y empezó a amenazarlo.          

— ¿Y tú qué crees que quería ese maldito gordo? —preguntó Luke.

—No lo sé, pero fue divertido. Jamás te pasa algo así en la vida, así que debes aprovecharlo.

—Chicos, la hora de las visitas se ha acabado.

—Espere, ¿nos dejaría unos minutos más?

—Está bien, pero ya tienen que irse.

La puerta se cerró, oí las ventanas vibrar. Se podía ver a mil kilómetros que 1) o la enfermera odiaba su trabajo, 2) odiaba su vida  o 3) me odiaba a mí.

— ¿Cómo me veo en este momento? Me refiero a cómo se ven mis ojos.

—Se ven… normales. Como si pudieras ver a la perfección —dijo Luke.

— ¿En serio? ¿No hay nada anormal?

—Vanessa, no se te cayó un ojo ni nada, tranquilízate —respondió Calum con tono burlón.

—Muy gracioso, Calum. Disfruta aquellos ojos de asiático mientras puedas.

Los tres reímos. La enfermera llegó a los dos minutos y Luke y Calum tuvieron que retirarse, ya que me harían algunos estudios más para ver si se había presentado algo que no se haya visto antes.

—Te veré mañana, Vanessa —dijo Luke. Me abrazó y me dio un beso en la frente.

—Hasta mañana, Luke.

— ¡Adiós, Vanessa!

—Hasta luego, Cal. Por favor, cuida de Luke.

Oí cómo se cerraba la puerta, hasta que sentí que alguien me susurraba en el oído: era Luke.

—Calum se ha bajado los pantalones… junto con los bóxers. Te quiero.

Sus pasos desaparecieron cuando el portazo retumbó en toda la habitación, dejándome pensativa en cómo Calum era una maldita aberración para la humanidad cuando de perversidad se trataba.

Pero ahora entendía por qué Luke me dijo que Calum era cien por ciento negro.

Blindness || a. i.Where stories live. Discover now