xlix. feliz navidad

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—¿Qué quieres decir?

—¿Tuvo Lavender un accidente o algo así?

—¿Qué?

—¿Cómo sufrió semejante lesión cerebral?

La señora Weasley entró en la cocina justo cuando Ron le lanzaba el cuchillo de pelar coles a Fred, que lo convirtió en un avión de papel con una perezosa sacudida de su varita.

—¡Ron! —gritó ella—. ¡Que no vuelva a verte lanzando cuchillos! ¡Qué gusto verte, Sirius, Cassie! Jane, James y Rosalyn llegaron hace poco, están en el jardín, si gustas ir –Sirius asintió con una sonrisa y salió de la cocina.

—Sí, mamá —dijo Ron, y por lo bajo añadió—: Procuraré que no me veas hacerlo. —Y siguió con su tarea.

—Entonces ¿está confirmado que no vamos a verle el pelo al idiota de Percy? — preguntó Fred.

Su madre se dio la vuelta antes de contestar:

—No, supongo que tiene trabajo en el ministerio. —Y se marchó de la cocina

—O es el tío más imbécil del mundo. Una de dos —dijo Fred—. Bueno, vámonos, George.

— ¿Qué estáis tramando? —preguntó Ron—. ¿No podéis echarnos una mano con las judías? Si usáis la varita nos veremos libres de esta lata.

—No, no puedo hacerlo —dijo Fred con seriedad—. Aprender a limpiar coles sin utilizar la magia fortalece el carácter y te ayuda a valorar lo crudo que lo tienen los muggles y los squibs.

—Y cuando quieras que alguien te eche una mano, Ron —añadió George lanzándole el avión de papel—, más vale que no le lances cuchillos. Te daré una pista: nos vamos al pueblo. Una chica preciosa que trabaja en la tienda de periódicos opina que mis trucos de cartas son maravillosos. Dice que es como si hiciera magia de verdad.

—Imbéciles —refunfuñó Ron, viendo cómo los gemelos cruzaban el nevado jardín—. ¿Por qué Cassie no está ayudándonos?

–Soy invitada, Ronald. Qué mal anfitrión eres –con la goma de mascar, hizo un globo, mientras miraba a Harry y Ron.

–¡Yo también lo soy!

–Sí, pero Jane quiere que aprendas labores domésticas, ¿estás desautorizando a tu madre, Harry? –el azabache negó y bajó la mirada a su trabajo.



Los Weasley y sus invitados estaban sentados en el salón, que Ginny había decorado tan magníficamente que parecía una exposición de cadenetas de papel. Fred, George, Cassie, Magnus, Harry y Ron eran los únicos que sabían que el ángel que había en lo alto del árbol navideño era en realidad un gnomo de jardín que había mordido a Fred en el tobillo mientras él arrancaba zanahorias para la comida de Navidad. Lo habían colgado allí tras hacerle un encantamiento aturdidor, pintarlo de dorado, embutirlo en un diminuto tutú y pegarle unas pequeñas alas en la espalda; el pobre miraba a todos con rabia desde lo alto.

Era el ángel más feo que Cassie había visto jamás: su cabezota calva parecía una patata y tenía los pies muy peludos.

Se suponía que estaban escuchando un programa navideño interpretado por la cantante favorita de la señora Weasley, Celestina Warbeck, cuyos gorgoritos salían de la gran radio de madera. Fleur, que al parecer encontraba muy aburrida a Celestina, se hallaba en un rincón hablando en voz muy alta, y la señora Weasley, ceñuda, no paraba de subir el volumen con la varita, de modo que Celestina cada vez cantaba más fuerte.

Amparados por un tema jazzístico particularmente animado, que se titulaba Un caldero de amor caliente e intenso, Fred y George se pusieron a jugar a los naipes explosivos con Ginny. Ron no dejaba de mirar de soslayo a Bill y Fleur, como si albergara esperanzas de aprender algo de ellos. Magnus y Rosalyn jugaban ajedrez mágicos. Los merodeadores y Eric estaban sentados al lado de la chimenea.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Where stories live. Discover now