Epílogo

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Unos gritos y risas por el pasillo hicieron que me despertara. Al mirar el reloj de la mesilla, veo que son las seis de la mañana. Por Merlín, por qué siempre tienen que madrugar tanto...

Los pasos corretean hacia nuestra habitación, así que suelto un suspiro y me tapo con la sábana hasta la cabeza. Poco después, siento como dos personas suben a la cama.

-Buenos días, mamá.- dice el mayor con un tono burlón.

-Mamá, mamá, mamá.- le sigue el otro.

-Mátalos.- murmuro con los ojos cerrados, aún con la cabeza debajo de las sábanas.

-Te están despertando a ti, no me puedo meter.- murmura la persona que dormía a mi lado.

Suelto un bufido y por fin me destapo la cara, para mirar a la pareja que está sobre nosotros. El mayor es igual que su padre, con ese pelirrojo característico... El otro es un poco mixto, ni él ni yo. El pelo es rubio con tonos cobrizos y los ojos de un tono castaño muy oscuro.

-¿No sois un poco mayores para hacer estas cosas?- les digo, mientras ellos se sientan con las piernas cruzadas a los pies de la cama.

-Tenemos un espíritu joven.- dice George, el mayor.

-Además, él tiene 14 años y yo 11. Tampoco somos tan mayores...- dice Eric.

-Sois pequeños para lo que queréis.- digo, sentándome en la cama.- ¿Qué os pasa?

-Nada, nos aburríamos. Podríamos ir ya a King's Cross.- me contesta George.

-Es muy pronto...- digo volviendo a mirar el reloj. No eran ni las siete y ya estaban con tantas energías.

-¿Dónde está la pequeña?- pregunta Fred, sentándose en la cama, al ver que es la única que falta en nuestra improvisada reunión familiar.

-Aquí.- dice apareciendo por la puerta, con su gatito de peluche.

Sube a la cama para abrazar a Fred, quedándose sentada en su regazo. Avril es la más parecida a mí, aún sin haber heredado mis ojos bicolores. El pelo es como el de Eric, rubio con tonos rojizos; pero los ojos eran verdes, como uno de los míos.

-Ya estamos todos.- murmuro, levantándome de la cama.- Ir a vestiros, después bajáis a desayunar.

Los tres bajan de la cama, para luego salir corriendo por el pasillo hacia sus habitaciones. Fred también se levanta, me da un beso de buenos días y me ayuda a hacer la cama. Me pongo un vestido y mis tacones más cómodos. Con el paso de los años heredé la elegancia de mi madre, a parte de la casa y su dinero cuando murieron en la batalla.

Con la ayuda del espejo del tocador, recojo mi pelo en un moño bajo. Mientras intento colocar todos los mechones bien, Fred me abraza por detrás y me besa en el hombro. Abro el cajón para guardar el peine, pero me encuentro con el anillo que me regalo hace unos veinte años Eric. Y que desde que pasó la guerra, se quedó ahí.

-A veces lo veo.- murmura Fred.- No puedo negar que hasta me da un poco de celos...

-No tiene por qué, está muerto.

-Fue tu primer beso y sigues guardando el anillo.

-Está muerto.- repito.

-Y nuestro segundo hijo se llama como él.

-Por la persona que fue, no por lo que tuvimos. Me protegía hasta antes de conocerlo.

-Y por eso me gusta que lo llamaras así.- murmura, para después volver a besar mi hombro.

Me doy la vuelta para poder besarle de verdad. Al oír a los niños ya por el pasillo, bajamos para hacer el desayuno. George ya se ha puesto su uniforme de Gryffindor, mientras que Eric lo llevaba sin ningún escudo por ser de primer año.

La Slytherin de dos carasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora