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Vegeta lee un libro

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Vegeta lee un libro.

Tras darse otra larga ducha que le sirvió para reflexionar, se calzó su típico atuendo para andar en casa: una bermuda y su playera azul marino. ¿Y ahora qué? Se había preguntado justo antes de recordar aquél libro.

Lo compró en la Capital del Sur a un extraño hombre que vendía rarezas en un bazar, su primo lo tomó al verlo en liquidación y lo pagó con su dinero. Fue como si él se hubiese regalado algo sin saberlo.

No le prestó tanta atención hasta hace unas semanas que lo volvió a ver cuando acomodaba; decidió darle una oportunidad a "Esferas de un dragón".

Allí, echado sobre su cama con todo en silencio, disfruta de la peculiar historia que lo está atrapando y le permite callar la realidad por un rato. El libro narra la leyenda de un grande y magistral dragón llamado Sheng Long, que vivía encerrado en su inmenso santuario aislado de la humanidad, hasta que un niño decidió emprender un duro viaje para llegar a pedirle un deseo.

De su mente se desdibuja la imagen que imaginaba del pequeño, ya que su concentración se ve afectada por el ringtone que lo interrumpe. Vegeta blanquea sus ojos antes de poner un marca páginas, cerrar el libro casi a la mitad y tomar el celular entre sus manos para contestar la llamada de su padre, acabando con la melodía clásica que sonaba.

—Diga.

—¿Se puede saber por qué no nos dijiste que vendría? —interroga el hombre, igual de directo que su hijo.

—¿Ah? —Vegeta frunce el ceño, confundido. Del otro lado de la línea se escucha un suspiro seguido de un carraspeo.

—Es raro que esté aquí, ustedes no estaban muy bien. O al menos eso es lo que suponemos —dice, como un reproche indirecto—, porque no dices nada. Tenías que decirnos que la invitaste, es algo importante.

—Padre, no tengo idea de qué me estás hablando.

—Me acaban de llamar desde la entrada, Nikka estaba esperando autorización para pasar.

El azabache se levanta como un resorte de la cama, anonadado. Por su mente se pudo cruzar cualquier cosa menos la inocente noticia que le da su papá, quien comienza a sospechar un poco de la situación ante los segundos de silencio. Se plantea que quizás no tenía que aceptar la entrada de la chica, pero antes de que pueda comentar algo de nuevo, su hijo se apresura en volver a hablar.

—¿Dijiste estaba? —pregunta, resaltando con nerviosismo la palabra.

—Eh, sí —vacila—. Nikka debe estar ubicándose hasta el sector de la casa. ¿Ustedes están juntos? —interroga, curioso.

—¡Diablos, viejo, tenías que decirme antes! —exclama, aún incrédulo.

Sujeta su celular con el hombro y la oreja, haciendo un esfuerzo para poder calzarse con rapidez sus zapatos. No demora nada en salir de la habitación y correr escaleras abajo, todavía con su padre de fondo haciendo mil y un preguntas que —como siempre— él no iba a responder.

Love music and you «Vegeta y Bulma»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora