xxii. el juramento de la garrita

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– Buenos días —saludó Harry alegremente a Ron, Hermione y Cassie cuando se reunió con ellos en la mesa de Gryffindor, en el Gran Comedor. Le dio un pequeño beso en los labios a Cassie.

—¿Por qué estás tan contento? —preguntó Hermione mirando a Harry con sorpresa.

—Esto... Porque luego hay entrenamiento de quidditch —respondió él con una sonrisa, y se acercó una gran bandeja de huevos con beicon.

–Sí, claro. En la noche tuviste un entrenamiento con Cassie y no precisamente de Quiddit... –Cassiopeia pisó a Ron por debajo de la mesa, el pelirrojo ahogó una exclamación de dolor– ¡Ah, sí! –exclamó Ron, que dejó la tostada que estaba comiéndose y bebió un largo trago de zumo de calabaza. Entonces añadió–. Oye, ¿no querrías ir un poco antes conmigo? Para practicar antes de que empiece el entrenamiento... Así podría familiarizarme con el terreno de juego...

–Sí, claro —respondió Harry.

–«Según una información obtenida por el Ministerio de Magia de fuentes fidedignas, Sirius Black, el famoso asesino... bla, bla, bla... ¡está escondido en Londres!» —leyó Hermione en su mitad del periódico con un susurro angustiado.

—Lucius Malfoy, me apuesto algo —afirmó Harry conteniendo la furia de su voz —. Seguro que reconoció a Sirius en el andén...

–Ese viejo albino, me va a oír –masculló Cassie entre dientes, mirando a Draco en la mesa de Slytherin.

—«... El Ministerio advierte a la comunidad de magos que Black es muy peligroso... mató a treinta personas... se fugó de Azkaban...» Las majaderías de siempre —concluyó Hermione dejando su mitad del periódico y mirando con temor a sus amigos—. Bueno, ya no podrá volver a salir de la casa, eso es todo —susurró—. Dumbledore ya le advirtió que no lo hiciera.

Cassie enterró el tenedor en la comida de Ron, sin darse cuenta claro, y fue hasta la mesa de Slytherin.

–Draco, necesito hablar contigo.

El platino alzó la mirada y la miró con sus ojos grisáceos.

–Recordaste que existo, Black.

–No seas idiota y acompáñeme, si no quieres que jale tus cabellos teñidos –Draco se levantó y acompañó a Cassie hasta la salida del Gran Comedor.

–Sólo estoy aquí porque eres capaz de hacerlo, y eso dañaría mi imagen –confesó peinando su cabello.

–¿Leíste el periódico? ¡Tu padre dice que mi padre es un perro pulgoso! –el rubio se cruzó de brazos.

–Por supuesto que lo leí, Drizella. Y si mal no recuerdo, en la columna no se menciona ningún perro –Cassie hizo una mueca de arrepentimiento.– ¿Algo que quieras decirme?

–Aquí no, los sapos tienen buen oído... –Draco prefirió no preguntar sobre los sapos y fue jalado hasta un aula vacía.

–Te escucho –se recargó en una mesa, Cassie soltó todo el aire que tenía acumulado y jaló de sus castaños cabellos.

–¿Prometes no decir nada?

–¿Por quién me tomas? No soy Pansy.

–Draco, es un asunto serio.–Draco rodó los ojos e hizo un ademán para que continuara– Sirius es un animago no registrado.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Where stories live. Discover now